Gniewino, Pol., 16 de junio. Un gol, un poste, una asistencia, dos buenos partidos, cero puntos y una nueva decepción: ese es el balance de Zlatan Ibrahimovic con Suecia en esta Eurocopa. Tras sólo dos encuentros, el ariete enterró ya sus deseos de ganar un gran título internacional, su eterna asignatura pendiente.

Ha conquistado ligas con todos sus equipos –Ajax de Ámsterdam, Juventus, Inter, Barcelona y Milán–, pero se le resiste un gran triunfo europeo: ni la Champions ni con Suecia. Era difícil que su maldición en la Liga de Campeones se rompiera en Polonia y Ucrania, donde su país no estaba entre los favoritos.

Ibra hizo lo que pudo: en su posición de mediapunta, detrás de un delantero, el capitán trató de ofrecer algo más que goles, pero poco pudo hacer en defensa, el talón de Aquiles del equipo, que ahora ante Francia buscará salvar el honor.

El jugador del Milán lo es todo para Suecia. Para lo bueno y lo malo. El partido contra Inglaterra demostró que Zlatan es al mismo tiempo la fortaleza y la debilidad del equipo. Quiere hacer todo solo, criticó el diario sueco Dagens Nyheter tras la derrota 3-2 ante Inglaterra el viernes.

A sus 30 años, Ibra está en una encrucijada, porque su vida deportiva está incompleta. Al no asistir al Mundial de Sudáfrica 2010, que tuvo que ver por televisión, colgó la camiseta amarilla por falta de motivación.

El nuevo seleccionador, Erik Hamren, le convenció para que volviera. Ahora la escuadra parece obligada a emprender un proceso de rejuvenecimiento que en principio contará con él: Seguiré como capitán.

Está dispuesto a intentarlo de nuevo, al igual que hace siempre por ganar la esquiva Champions. En 2009 fichó por el Barcelona, favorito para revalidar el título, pero el trofeo lo levantó el Inter, de donde había salido para una frustrante experiencia en España.