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Orlando Márquez llama a opositores a abandonar la violencia verbal y hacer propuestas viables

Laico católico pide al gobierno cubano acelerar reformas
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 29 de mayo de 2012, p. 27

La Habana, 28 de mayo. Un laico católico propuso una hoja de ruta para un diálogo nacional, en el cual la Iglesia sea un puente, el gobierno acelere la reforma económica, renueve su dirigencia y garantice los derechos de las minorías, incluso políticas, y a su vez la oposición abandone la violencia verbal, actúe con independencia y haga propuestas viables.

El esquema es parte de una ponencia para el congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, que sesionó la semana pasada en San Francisco. El autor es Orlando Márquez, director de la revista del arzobispado de La Habana Palabra Nueva, que difundió el texto en su sitio (www.palabranueva.net).

Aunque sólo es una pieza académica a título personal, tiene la relevancia de que su autor está en el primer círculo de trabajo del cardenal Jaime Ortega, protagonista del diálogo sin precedente emprendido por la Iglesia católica y el gobierno desde 2010.

La ponencia recoge ideas expuestas por Ortega, arzobispo de La Habana y otros obispos o publicaciones católicas, pero agrega iniciativas y agenda. Es una hoja de ruta para estabilizar el diálogo y evitar que se imponga un escenario de confrontación.

Márquez sugiere que el gobierno acelere la reforma económica. Recuerda que miles de trabajadores perderán sus empleos en los próximos meses dentro del plan de ajuste y reclamarán opciones.

Pide, asimismo, que el gobierno garantice los derechos de las minorías, sean políticas, culturales o religiosas y facilite la renovación de dirigentes, como parte de un sistema democrático fuerte.

Exhorta al gobierno a descartar todo acto de violencia que enfrenta a ciudadanos entre sí por razones políticas o de otro tipo, en una alusión a los mítines de repudio que aún ejecutan grupos oficialistas contra opositores, en la prolongación de una práctica de décadas.

A los opositores, Márquez les pide ser consecuentes con su perfil pacífico y abandonar la violencia verbal, la descalificación y el desprecio. Los interpela respecto a la política de Estados Unidos de financiar acciones contra el gobierno cubano, al instarlos a la transparencia y absoluta independencia.

El autor llama a la oposición a unir la crítica con propuestas alternativas viables, así como valorar lo positivo de la isla y recordar que un número no despreciable de cubanos continúa, y continuará, dando su apoyo al gobierno actual, aunque demande cambios.

Pide respaldo institucional y descentralizado para el diálogo, para evitar que se concentre en quienes lo iniciaron, que podrían dejar sus actuales posiciones. Los aludidos son el presidente Raúl Castro, que cumplirá 81 años la semana próxima y Ortega, de 75, quien ya rebasó la edad límite como arzobispo y ejerce sine die, por lo cual puede cesar en cualquier momento por orden del Papa.

El diálogo se inició al mediar la Iglesia entre el gobierno y las Damas de Blanco, las mujeres que pedían la liberación de sus esposos, opositores presos desde 2003. Entre julio de 2010 y marzo de 2011 salieron de la cárcel 126 reos, todos los de ese grupo y otros más y 114 de ellos viajaron a España con familiares.

Márquez anota que por primera vez desde 1959, la Iglesia habla con el gobierno sobre asuntos de interés nacional. Las Damas de Blanco ganaron un reconocimiento oficial, aunque temporal, que no ha logrado otro movimiento opositor.

Además, en 2010 los obispos discutieron la reforma con el ahora vicepresidente Marino Murillo; se puso sobre la mesa la devolución de decenas de templos e inmuebles eclesiásticos ocupados por el gobierno y fue más fácil preparar la visita del Papa Benedicto XVI que la de Juan Pablo II en 1998.

Márquez revela que el diálogo se hizo posible cuando se pudo saltar el obstáculo de la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido Comunista, interlocutor oficial de la Iglesia. El contacto empezó cuando Ortega, después de tocar esa puerta sin resultados, envió una carta personal a a Castro.