Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Tres poemas
Olga Votsi
McQueen y Farhadi,
dos rarae aves
Carlos Pascual
Veneno de araña
Carlos Martín Briceño
Cazador de sombras
con espejos
Ernesto Gómez-Mendoza entrevista con Juan Manuel Roca
Los infinitos rostros del arte
Gabriel Gómez López
Bernal y Capek: entre mosquitos y salamandras
Ricardo Guzmán Wolffer
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Columnas:
La Casa Sosegada
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Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
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Felipe Garrido
Al Vuelo
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Felipe Garrido
Revancha
El tío Ramiro resistió la operación. Un tumor en el cerebro, en el encéfalo, por ahí en la cabeza. El gusto nos duró poco, porque quedó como vegetal. Una lástima verlo en la cama, volviendo la mirada en todas direcciones, sin reconocer a nadie. Don Ramiro, incorregible aún pasados los setenta, que durante más de medio siglo hizo ver su suerte a la tía Clementina, dulce y abnegada, puesta a disculparlo. Así es él, decía, y que nadie se lo tocara. Metido siempre en sus asuntos, sus clases, todo el tiempo entre libros, congresos, academias... y faldas, las enamoradas, una tras otra. Porque lo buscaban, me consta. Y se comprende, porque su labia... Ahora lo atienden la tía y sus tres hijas. Lo alimentan, lo limpian, lo cuidan, no se le separan. Y por las tardes, con qué cuidado lo pasan de su cama a la salita, cómo lo acomodan, cómo se aseguran de que pueda verlas todas, de las cuatro a las diez, diariamente, las comedias que pasan por televisión. |