Cultura
Ver día anteriorSábado 26 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Italia acoge la primera exposición individual del autor alemán e integrante del Grupo Zero

El arte no puede negar la violencia, pero sí extraer fuerza creadora: Günther Uecker

La muestra Horizontes que presenta en Florencia manda un mensaje épico y estético para nuestra época, donde se vive una profunda desilusión, asevera el curador Lorand Hegyi

Foto
Günther Uecker con dos de sus obrasFoto Fundación Grupo Zero
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 26 de mayo de 2012, p. 5

Florencia. La Galería Alessandro Bagnai presenta hasta el 23 de junio la primera exposición individual en Italia de un referente del arte del siglo XX, el alemán Günther Uecker, integrante –con Heinz Mack y Otto Piene– de Grupo Zero (1957-1966), en Düsseldorf.

En una conversación en la oficina de la galería, Uecker subraya que la dura experiencia de la Segunda Guerra Mundial determinó su obra, ahí vivió la destrucción del hombre por el hombre. De entonces la presencia humana se quedó para el artista sólo como una sombra, por lo tanto él representa la desmaterialización del hombre.

“El arte –asevera– no puede negar la violencia, pero de ella puede extraer una fuerza creadora que la transforme positivamente y permita emocionarnos. Las heridas son cicatrices que quedan en lo profundo de nuestra intimidad. El artista, a través de su intuición, debe estar en medio para comunicar éste recuerdo.”

Por liberar al individuo

Desde su perspectiva era necesario hacer tabula rasa del arte de entonces dominado por la polaridad del arte informal y abstracto. Comenzar de cero significaba utilizar una nueva expresión acorde con una época distinta y enfocar la atención en los objetos.

La finalidad era liberar al individuo, alejarse de la representación con la intención de crear un arte universal gracias al uso monocromático y puro del color y de la luz.

La estructura grupal permitía desafiar el sistema del arte, pues de manera individual no habría sido posible. El apoyo del galerista Alfred Schmela fue determinante para promoverlos y adquirir visibilidad en el ámbito internacional.

Pronto fueron secundados por grupos de Italia, Francia, Bélgica y Holanda con lo que se revolucionó el arte de la posguerra a la distancia de un decenio, convirtiendose en uno de los movimientos de vanguardia más relevantes del siglo XX que trascendieron Europa y llegaron a Estados Unidos, la Unión Soviética y Japón. Artistas como Yves Klein, Lucio Fontana y Piero Manzoni se identificaron con Grupo Zero.

Günther Uecker tiene 82 años, sin embargo la edad no ha borrado su aspecto corpulento, macizo, entero. La fuerza física que ha entregado a su obra –caracterizada por instalaciones de gran formato- no ha agotado sus fuerzas. La sencillez, energía y lozanía de su personalidad saturan la pequeña galería intensificada por las obras realizadas ex profeso para la muestra con el título metafórico Horizontes, que como señala su curador Lorand Hegyi (director del Museo de arte moderno de Saint-Étienne), manda un mensaje épico y estético para nuestra época, donde se vive una profunda desilusión: seis cruces de madera, unidas en el centro por infinidad de clavos y tela con pintura blanca colada, que si bien sintetiza la complejidad de su obra –por su dimensión– la hace lucir como una muestrario de ella. Parecieran pequeños altares privados para el goce personal e íntimo que por su fuerza expresiva brillan, como si mostraran a pecho abierto el corazón del artista.

La obra de Günther Uecker es antiespectacular, tiene la capacidad casi mística de transmitir energía propia al instaurar una comunión espiritual entre artista y espectador al que exige su presencia.

El clavo y el blanco

El arte de Uecker se alejó pronto del carácter artificial del grupo Zero, según el documental Poesía de la destrucción (Alemania, 2004, 52’), realizado por Michael Kluth y proyectado con motivo de la inauguración en presencia del artista y el cineasta en el Museo Marino Marini.

El filme comparte la complejidad del arte de Uecker, además de mostrar la centralidad del proceso creativo, casi ritualístico.

Dos elementos caracterizan la obra de Günther Uecker: los clavos y el color blanco. El primero concebido como elemento de perturbación, incluso agresivo que invade objetos de uso cotidiano, discos en movimiento (que lo acercaron brevemente a al pop art), instalaciones y escenografías.

El artista afirma que el clavo representa un arte tan maleducado como meter los dedos en la nariz. Lo uso como una invasión combinada a un fuerte potencial agresivo presente dentro de mí.

El blanco, para el artista alemán, es sensación de vitalidad, experiencia espiritual, liberación, cromatismo extremo, culminación de la luz, triunfo sobre la oscuridad, como define en un ensayo de 1961.

En su trabajo incluye también el blanco al empezar por el color de su overol, la pintura que ha llegado a ponerse en la cara, como la que se aplica desde las manos hasta el antebrazo para pintar.

Uecker pinta tirado en el piso, agrede los materiales que son siempre naturales: madera, tela, piedras, arena. Los corta, los perfora, los golpea, los clava. Es la fuerza vital de su cuerpo al construir la obra desinteresándose por el aspecto imitativo del arte.

Asistir a lugares donde se viven cambios sociales, como Moscú, Belgrado, Sarajevo, Hanoi, Bucarest es característico en Uecker.

En 1988, Moscú le dedicó la primera retrospectiva a una artista occidental desde la Revolución de octubre de 1917, donde mostró más de 800 objetos.

Uecker ha expuesto en Berlín (diseñó y decoró la capilla del Reichstag), Nueva York y París, así como en la Bienal de Venecia y Documenta, en Kassel.