uando cambia el gobierno de Francia se desarrolla una breve ceremonia en cada ministerio: el traspaso de poderes. Es un rito. Tan observado como significativo. La nueva ministra de la Cultura, Aurélie Filippetti, autora ella misma, realizó este acto de manera impecable y aprovechó la ocasión para rendir homenaje a Carlos Fuentes al recordar algunas de sus palabras: La literatura es una herida de donde mana el indispensable divorcio entre las palabras y las cosas. Por esta herida podemos perder toda nuestra sangre
. La cita, más que un homenaje, fue un signo. La ministra estuvo a la altura: la elección de la frase de Carlos Fuentes fue un acierto. El nuevo gobierno francés promete, así, colocar de nuevo las cosas en su nivel: las fuerzas del espíritu deberán pasar antes de los poderes de la finanza, al contrario de la política del quinquenio precedente. El mal recuerdo de la grotesca polémica que causó la anulación del Año de México en Francia parece arrojado a las mazmorras.
François Hollande, la misma noche de su investidura presidencial, se había apresurado a enviar sus condolencias a México por el fallecimiento de Carlos Fuentes, acompañadas del elogio de este escritor que, en los momentos álgidos de la crisis francomexicana, calificó al expresidente Sarkozy de dictador de república bananera
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El presidente socialista había anunciado los principales propósitos de su programa: educación, investigación científica y cultura serían sus prioridades.
Fiel a su palabra, desde las primeras horas en el poder, pasó a los actos. Comenzó por trasladarse al jardín de las Tullerías, donde pronunció un discurso, frente a la estatua de Jules Ferry, en el cual expuso su programa en materia educativa. Ferry, ministro de la Tercera República, fundador de la instrucción pública en Francia, estableció en 1881 la escuela laica, gratuita y obligatoria para todos, niños y niñas. El firme homenaje que Hollande decidió rendir a esta célebre figura fue signo claro de la acción política que ha decidido emprender en provecho de la enseñanza y de una escuela degradada por la falta de una política constructiva de la educación durante los años recientes. Enseguida, esa tarde, el presidente se dirigió al instituto que lleva el nombre de Marie Curie, mujer dos veces coronada con el premio Nobel por sus trabajos, siendo el descubrimiento del radio el más memorable. Con este homenaje, Hollande dio la prioridad a la investigación científica, e incluso a la investigación en todos los terrenos. Al mismo tiempo, como los orígenes polacos de Marie Curie hacen de ella, en cierta forma, una emigrada que escogió Francia, Hollande aprovechó para dirigir, de paso, un claro mensaje a los fanáticos extremistas xenófobos.
Cultura, educación e investigación fueron, pues, honoradas desde el primer día de su función por el presidente socialista. Cierto, nadie ignora que otras numerosas preocupaciones políticas y económicas lo esperan. Europa, crisis del euro, situación catastrófica en Grecia, retiro de fuerzas armadas francesas de Afganistán, crímenes en Siria y tantos otros problemas amenazantes para los pueblos del mundo. Situación inquietante que rebasa de lejos las capacidades de un hombre, por presidente que sea. Todo esto no impidió a Hollande ocuparse de sus prioridades. Así, antes de entrevistarse con Merkel, antes de su encuentro con Obama, antes de hablar de finanzas, Hollande dio prioridad a una riqueza, para él, más importante que el dinero, ese becerro de oro idolatrado por su predecesor, un capital que seguirá siendo siempre lo mejor del genio humano: el saber y la cultura. ¿Utopía? Tal vez. Pero vale la pena. Preferencia que augura, quizás, al fin, un Año de México en Francia.
Acaso, ese azar, que ningún golpe de dados abolirá, decidió ese mismo día el último viaje de Carlos Fuentes a la Francia de la cultura, donde deseó ser enterrado, y de su entrada en la eternidad.