El próximo día 15 entregará las llaves del Elíseo al presidente electo Hollande
Le cobramos la cuenta al enterrador de los logros sociales
, señala el izquierdista Mélenchon
Martes 8 de mayo de 2012, p. 21
Burdeos, 7 de mayo. “Sarkozy, c’est fini”, cantaron el domingo por la noche en la Plaza de La Bastilla, mientras en Neuilly se escucharon voces que decían: Ya ganaron los rojos
, Ya empezó la guerra
...
Lo cierto es que ayer casi se acabó un quinquenio que dejará huellas dolorosas largo tiempo, en un país enfrentado y dividido. Casi, porque el todavía presidente Sarkozy no dudó en firmar, el mismo día de la elección, un decreto sobre el IVA social, medida criticada y rechazada por la izquierda porque, una vez más, va un nuevo impuesto sobre las clases pobres y medias.
Con 51.68 por ciento de los votos expresados –fuera de los blancos y los nulos–, contra 48.32 por ciento de Nicolas Sarkozy, el socialista Francois Hollande ganó la presidencia de la república. Una abstención baja, de 18.74 por ciento, y 5.85 por ciento de votantes que pusieron en la urna una boleta blanca o nula, o sea, 2.1 millones de personas, en su mayoría gente del ultraderechista Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen. Los barrios obreros de las grandes ciudades salieron a votar por Hollande y el domingo, cuando el auto que lo llevaba hacia La Bastilla cruzó por las calles del departamento de Saint-Denis, se vieron breves, pero emocionantes escenas de apoyo de jóvenes que durante años sufrieron arbitrarios controles de identidad sólo por el color de su piel o de su pelo.
Hollande esperó la noticia de la victoria en la ciudad de Tulle de la cual fue alcalde, ciudad de poco más de 15 mil habitantes, capital de un departamento rural que no alcanza los 250 mil. Fue un gesto sencillo y sincero, pero también simbólico, un comportamiento antiFouquet’s (el restaurante donde, en 2007, el presidente Sarkozy celebró su elección, acompañado de las grandes fortunas francesas) que llegó al corazón de los pobladores.
El presidente saliente tiene diez días para arreglar la transmisión de los poderes. Mañana presidirá la ceremonia del 8 de mayo, por el 67 aniversario del armisticio de la Segunda Guerra Mundial, e invitó a Hollande. El próximo 15 de mayo será cuando entregue las llaves del Elíseo al presidente electo.
De los viajes previstos después de nombrado el nuevo gobierno, está el tradicional, y hoy ineludible, viaje a Berlín para hablar con Angela Merkel, y la visita a Washington, a invitación del presidente Barack Obama, aprovechando la reunión del G-8, en Campo David (Estados Unidos), los días 18 y 19 de mayo, y la Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, en Chicago, 20 y 21 de mayo. Seguirá una reunión, en Bruselas, de los 27 países miembros de la Unión Europea y el G-20 que tendrá lugar, en junio, en México. También se estaría preparando, para julio, una muy esperada mesa de concertación social, que podría durar hasta 15 días, con organizaciones sindicales representativas.
El balance del quinquenio de Sarkozy gira alrededor de dos ejes ideológicos muy claros: por una parte, la destrucción del modelo social francés (ataques al sistema de salud y educación, reforma de las jubilaciones y aumento del tiempo de trabajo, baja de la protección social, alza del desempleo, privatización de las empresas públicas…) –le cobramos la cuenta al enterrador de los logros sociales
, afirmó Jean-Luc Mélenchon– y, por otra, el apoyo al mundo de los pudientes (leyes fiscales, nepotismo, regalos y nombramientos). A pesar de sus cambios, disfraces, improvisaciones y contradicciones, se trata además de una política envuelta en un discurso neocolonial y racista cada vez más cercano al partido de extrema derecha: el FN.
En ese contexto es como Hollande pudo llegar a la presidencia. El voto fue sincero, entusiasta, pero no fue un voto de adhesión
, como dicen aquí, sino un voto antiSarkozy, lo que lo puede hacer frágil.
El 17 de junio, al terminar la segunda vuelta de las elecciones legislativas, se analizará qué Asamblea Nacional eligieron los franceses. Se analizarán los resultados de los partidos a la izquierda de la izquierda
pero, sobre todo, qué tipo de oposición será la derecha hoy derrotada, frente al dilema de apoyar, o no, a un candidato del FN en la segunda vuelta.
En ese juego politiquero no quiere participar Alain Juppé, alcalde de Burdeos y ministro de Defensa. Acaba de anunciar que no será candidato a diputado en junio. Si Sarkozy afirma que quiere dejar la política, Alain Juppé tiene ambiciones presidenciales para 2017. Y no se quiere quemar las alas ni en una derrota probable frente a una ola socialista en junio ni en una alianza con la extrema derecha, a la que ha condenado en otras oportunidades.