Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Tres días en bagdad
Ana Luisa Valdés
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Todos los hijos son poesía
Ricardo Venegas entrevista
con Rocato Bablot
De la saga chiapaneca
de Eraclio Zepeda
Marco Antonio Campos
Habermas y la crítica
de clases
Agustín Ramos
Una mujer de la tierra
Dimas Lidio Pitty
El alma rusa en Latinoamérica: breve historia de una seducción
Jorge Bustamante García
Poema del pensamiento
Andréi Platónov
Platónov, fundamental
y desconocido
Cabrera Infante y el cine
Raúl Olvera Mijares
Columnas:
Galería
Rodolfo Alonso
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
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Perfiles
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Mentiras Transparentes
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Las partes no eran el todo
Mi computadora hacía un ruido extraño y la llevé a que me la repararan. El técnico la vio y dijo: debe ser el disco duro. Cogió la computadora y empezó a revisarla. Al lado suyo, otro técnico maniobraba con una computadora que tenía todas las partes desperdigadas. Estaban ahí las partes de la computadora, pero no la computadora. Pensé: hasta que todas esas partes no estén “integradas” entonces será una computadora y ésta, a su vez, sólo así podrá cumplir su función. Lo mismo sucede con el hombre. Si nos quitaran las partes (memoria, brazo, corazón, esperanza) estarían ahí las partes pero no el hombre. Sin embargo, el asunto se vuelve más complejo cuando hablamos de un país. Si le quitamos al país los sectores más vulnerables, o separamos el diálogo entre los partidos políticos, o enemistamos a las empresas privadas, etcétera, ¿tendremos un país o sólo sus partes?, ¿podrá acaso cumplir su función así? Pienso en mi propio país, que parece estar sobre la mesa del técnico en computadoras con todas las partes desperdigadas y sin encontrar la forma de poder ensamblarlas. |