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Indígenas desplazados denuncian: de algún modo nosotros también somos secuestrados

Oraciones en Colombia por una exitosa liberación de rehenes de las FARC

Inquietud entre guerrilleros encarcelados ante la entrega de cautivos sin que medie intercambio

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La ex senadora colombiana Piedad Córdoba (a la derecha) y la activista Gloria Cuartas llegan al aeropuerto de Villavicencio para iniciar el operativo de liberación de los 10 militares que han estado en manos de las FARC hasta por 14 añosFoto Reuters
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La población civil colombiana también se ha visto afectada por los secuestros de las FARCFoto Blanche Petrich
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 2 de abril de 2012, p. 28

Villavicencio, Meta, 1º de abril. Ya no serán sólo castillos en el aire. A partir de la próxima semana, las familias de los 10 militares y policías secuestrados por las FARC podrán hacer realidad los sueños postergados durante 13, 14 años en los que los suyos estuvieron, de algún modo, fuera del mundo, secuestrados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en campos de concentración en lo profundo de la selva.

A Luis Arturo Arcia lo llevarán al estadio del Campín a ver ganar a su equipo, su santafecito lindo. A Jorge Romero le echarán la mano para que monte su discoteca de salsa en Medellín, según el plan que su cautiverio dejó trunco. A José Carlos Duarte, capturado cuando apenas era un adolescente, lo podrán llevar al médico para sanarle un tumor que lo ha hecho sufrir mucho en la selva, muy lejos de cualquier servicio sanitario. Y a Wilson Rojas Medina su mamá Griselda le hará un sancocho de gallina en Saldaña, su pueblo en Tolima. Así esperan que se reanuden 10 vidas suspendidas.

Eso es lo que cuenta Marleny Orejuela, una de las activistas más visibles de la asociación de familiares Aafamipaz. Ha advertido que piensa tirarse al piso de pura alegría cuando los dos operativos de liberación, previstos para el 2 y 4 de abril, hayan concluido. Entonces yo también seré libre, ha dicho. Y eso que ella, siendo tía de un joven secuestrado, ya no tiene ese pendiente, pues su sobrino, un soldado, fue liberado años antes, en uno de los primeros operativos que gestionó la senadora Piedad Córdoba. Lo que pasa, explica, es que desde que su sobrino cayó prisionero de guerra de las FARC, toda mi vida se volvió una causa humanitaria.

En este Domingo de Ramos, poco antes de la misa ecuménica en la que se oró por el buen éxito de esta operación, comentarios como éstos alentaban el ambiente de esperanza de las familias que se reunieron en la catedral de esta ciudad llanera. Pero aunque el pronóstico del tiempo es bueno para adelantar que mañana no tendrán problemas climáticos los helicópteros Cougar de la fuerza aérea brasileña, otras nubes parecían preocupar a los intermediarios de la operación, que comprende una serie de comunicaciones de alta sensibilidad entre las partes.

Hasta esta noche, por ejemplo, las FARC no habían proporcionado aún las coordenadas del sitio exacto donde entregarían al primer grupo de liberados. Y aunque las familias repiten emocionadas: ya vienen, ya van caminando, muy cerca, lo cierto es que toda la zona por donde se pueden tender los posibles corredores de salida para que los guerrilleros de las FARC entreguen sanos y salvos a sus rehenes están desde hace semanas, aun hoy mismo, bajo intensos bombardeos de la fuerza aérea colombiana.

Otras escenas recuerdan también que el tema de los secuestrados por las FARC es apenas una de las muchas aristas dolorosas del conflicto armado. Entre los fieles y los activistas humanitarios congregados frente a la catedral, otra familia expresaba su duelo con una pancarta y una fotografía: Los civiles también merecen ser libres. Se trata del caso de Edson Páez, un joven de 19 años que a decir de su madre fue secuestrado hace siete meses por guerrilleros del Frente 23 de las FARC. Aunque la familia ya pagó supuestamente el rescate, el chico no ha sido liberado.

Más allá protestaba otro grupo: 57 familias de desplazados por acciones militares del predio La Victoria, en la zona de Vaupés. Indígenas de las etnias cubeo, yakune y makune viven desde hace tres años a la intemperie en un parque de la ciudad. “De alguna manera –se expresa Cecilia Hernández–, nosotros también somos secuestrados.”

Hay más combatientes presos que en los frentes

En el otro lado de la moneda, sin atención mediática alguna, está la problemática de los presos por el Estado de las diferentes fuerzas guerrilleras y su huelga de hambre, que se lleva a cabo en varias cárceles del país. Según cifras del Ministerio de la Defensa y de las FARC, recogidas por el grupo de análisis Arcoiris, en la actualidad hay más guerrilleros tras las rejas que en los frentes armados: 9 mil 500 rebeldes del Ejército de Liberación Nacional, el Ejército Popular de Liberación y las propias FARC.

Con la decisión de las FARC de liberar unilateralmente a sus rehenes, sin intercambio de prisioneros del Estado, se ha generado inquietud entre esa población carcelaria y altamente politizada. A principios de mes el gobierno prohibió una visita de un grupo humanitario, Gestoras por la Paz, que pretendía constatar la situación de reclusión de estos presos.

“La encrucijada para el presidente Santos –escribe el analista Ariel Ávila en el último número de la revista Arcoiris– es que las cárceles se le pueden volver otro show en vísperas de la Cumbre de las Américas en Cartagena, el 13 y 14 de abril.”