Kiril es monje y debió haber renunciado a bienes y al matrimonio
Viernes 30 de marzo de 2012, p. 35
Moscú, 29 de marzo. El patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Kiril, el jerarca supremo de la mayoritaria Iglesia ortodoxa, está metido en un buen lío al sacar la prensa trapos sucios que ponen en entredicho su santísima reputación.
Hace unos días el jefe de la Iglesia ortodoxa se mostró inflexible respecto de las integrantes del grupo punk Pussy Riot, que tuvieron la irrespetuosa idea de bailar una misa
en el altar mayor de la principal catedral de Moscú, la de Cristo Redentor, y exigió el castigo más severo para ellas –hasta siete años de cárcel– y no quiso interceder por las pecadoras como impondría la cristiana misericordia.
Tal vez por eso –aunque siempre cabe la posibilidad de que sea simple coincidencia–, la prensa acaba de revelar que enfrente de la catedral de Cristo Redentor, justo del otro lado del río Moscova, en la casa del malecón
que hizo famosa el escritor Yuri Trifonov al novelar su historia y la de los inquilinos fusilados en tiempos de José Stalin, el patriarca tiene un penthouse, el soberbio ático del piso 12 con elevador privado.
Trascendió el nombre del propietario, Vladimir Gundiayev (con este nombre laico vino al mundo el patriarca Kiril), cuando la mujer que vive en el lujoso departamento, Lidiya Leonova, demandó a su vecino, Yuri Shevchenko, cirujano, ex ministro de sanidad y, desde hace unos años, sacerdote ortodoxo, por impregnar de polvo tóxico
el penthouse durante una reparación de su contiguo departamento.
La señora Leonova, en nombre del propietario, solicita una indemnización por daños y perjuicios del equivalente de tan sólo 685 mil dólares.
Y aquí estalló un nuevo escándalo, equiparable en términos de impacto mediático al del baile de las sacrílegas
que indignó a los creyentes ortodoxos.
Por una sencilla razón: el patriarca Kiril –a diferencia de los sacerdotes ortodoxos que pueden casarse y tener hijos– se consagró a Dios como monje y, por tanto, debió de haber renunciado a todas sus propiedades y, desde luego, no podría tener esposa, o para decirlo con mayor precisión, concubina, epíteto que la prensa rusa dedica a la señora Leonova.
Este episodio se suma a una larga relación de agravios que acompañan la trayectoria extraeclesiástica de Kiril, la mayoría relacionados con el periodo en que la Iglesia ortodoxa para financiarse
recibió, por decreto del entonces presidente Boris Yeltsin la prerrogativa de importar sin pagar impuestos bebidas alcohólicas y tabaco, lo que en la década de los 90 devino fuente de corrupción y arreglos mafiosos.
Ahora la prensa local se pregunta qué es peor: ¿bailar una misa que ofendió a los creyentes ortodoxos o que la Iglesia ortodoxa esté en manos del patriarca Kiril y exija castigar a las irreverentes muchachas del grupo punk?