Presentaron el libro de Ana María Beba Pecanins sobre ese personaje de Palenque
Sábado 24 de marzo de 2012, p. 3
Un llamado para que aparezcan los restos óseos extraviados
de la Reina Roja de Palenque y que sean devueltos a su sarcófago en esa zona arqueológica de Chiapas, coronó la presentación de un libro-homenaje a la artista plástica, escenógrafa y activista social Ana María Beba Pecanins (1962-2009).
El libro La Reina Roja: 120 reinitas... y su pilón (editado por la Dirección General de Culturas Populares) fue presentado la noche del jueves en el Centro Cultural Bella Época por la arqueóloga Fanny López Jiménez, quien en junio de 1994 hizo el descubrimiento, considerado el más importante de un personaje femenino en Mesoamérica.
También estuvieron la periodista Adriana Malvido, en ese entonces reportera de La Jornada y la única que cubrió el histórico hallazgo; la promotora cultural Carmen Gaytán, en aquel entonces directora de prensa del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y como moderadora Alma Rosa Jiménez, directora del Museo Universitario del Chopo.
Dicho volumen recoge la memoria de una exposición con el mismo nombre realizada por familiares y amigos en homenaje a la artista en septiembre del año pasado, en el museo del Chopo.
Beba Pecanins había planeado la exposición e incluso comenzó el proyecto de manera incipiente, pero falleció en febrero de 2009 en un accidente automovilístico, junto con Myryam Silva, su pareja.
La muestra incluyó pintura y arte objeto de Beba –con imágenes recurrentes de lunas, gatos y Fernandos Pessoas– y, de manera especial, 120 máscaras tomadas con la técnica veneciana de los rostros de igual número de reinitas
, mujeres destacadas en diversos ámbitos.
Tras la muerte de la artista y durante año y medio, las modelos acudieron algún jueves de tertulia a la casa de Montserrat Pecanins y del pintor Brian Nissen, padres de Beba.
Ahí les tomaban el molde de sus caras, se pintaban de rojo y se montaba en una caja de madera. En sus casas, las mujeres debían completar o intervenir la pieza con materiales e ideas que evocaran a su querida amiga.
Perversa abnegación
La primera y única máscara-cuadro que pudo crear Beba fue la del rostro de Myryam. Las demás son de Montse, la reina madre
, así como de Astrid Hadad, Betsy Pecanins, Elena Poniatowska, Laura Esquivel, Margo Glantz, Margarita de Orellana, Tania Libertad y Bárbara Jacobs, hasta llegar a 120.
La Reina Roja fue descubierta por López Jiménez en un sarcófago de piedra ubicado dentro de una tumba del Templo XIII de Palenque.
Se trataba de un personaje de la nobleza palencana cuyos huesos estaban cubiertos por el color rojo del cinabrio, aplicado al cadáver mil 300 años atrás. Con la rica ofrenda de más de mil objetos estaban desperdigadas las piezas de jade de una máscara mortuoria.
La identidad y nombre de la Reina Roja permanecieron en el misterio durante varios años, debido en gran parte a la afectación de los restos de ADN causada por el cinabrio, sustancia además venenosa.
El punto de partida de Beba Pecanins para su proyecto lo expresa ella misma en un texto reproducido en el libro:
Creo que las mujeres aún no hemos logrado huir de esa capa de cinabrio con la que nos recubre la historia. La oficial y la íntima. Ostentamos un poder hondo pero sutil, estamos cubiertas de jade pero se olvida nuestro nombre. Seguimos escondidas detrás de la lápida de nuestros hijos, nuestros padres, nuestros hermanos y, aún peor, de nuestra propia concepción perversa de la abnegación. Pretendo robarle la máscara mortuoria a la Reina Roja, rescatar ese objeto que esconde y reelaborarlo, resignificarlo.
Su intención era: Retratar a las reinas que han logrado liberarse del anonimato, sacudirse el polvo que corroe y decir alto y fuerte sus nombres. Reclamar su lugar en la historia
.
Adriana Malvido dijo que el libro La Reina Roja... es una verdadera fiesta en torno a la persona y la obra de Beba y, al igual que Carmen Gaytán, evocó los detalles del descubrimiento de l994.
Malvido también aclaró que de una década después las investigaciones comenzaron a develar algunos misterios.
“Mientras Beba emprendía su camino a los trece cielos, la Reina Roja revelaba nuevas pistas sobre su identidad”: que se trataba de Tzak Bu’Ahau, la Señora de la Sucesión, quien se casó y gobernó con el Gran Pakal
.
Además, dijo, que no era originaria de Palenque sino de las llanuras de Tabasco, que tuvieron tres hijos, que padeció osteoporosis, que medía 1.55 metros de altura, que aparece retratada en el tablero del Palacio de Palenque y que murió a los 56 años, en 672 dC, 11 años antes que su esposo.
La periodista destacó que la información sobre el papel de la mujer en el México antiguo cobró gran relevancia. Recordó que la lápida contaba con un psicoducto
, un pequeño orificio por el que el espíritu de los muertos mantenía contacto con el mundo externo.
“El proyecto que emprendió Beba es el nuevo sicoducto que le permite a la Reina Roja otro contacto con el mundo, la extrae del sarcófago y del gabinete científico para llevarla al entorno creativo de nuestros días.”
Fanny López Jiménez hizo un recuento sobre el simbolismo de las máscaras entre los mayas mesoamericanos, una de ellas referida a que era la imagen del difunto ante los dioses. Imaginó a los artistas que hicieron la máscara para la reina Tzak Bu’Ahau y que tuvieron que tocar su rostro.
Reconoció el trabajo creativo y el activismo de Beba por los derechos femeninos, el enfoque dado para reconocer a mujeres incansables y sobresalientes
y de asumir la máscara no como negación, sino como celebración.
Después se proyectó el videodocumental La Reina Roja, 120 reinitas... y su pilón, dirigido por Jaime Kuri y que hace el recuento de la exposición y de la fiesta que fue su inauguración el año pasado en el Chopo, con entrevistas a varias de las 120 reinitas
y sus intervenciones a las máscaras, todo con la figura central de Beba Pecanins.
Al final, ante preguntas del público sobre la ubicación de los huesos de la Reina Roja, López Jiménez dijo no saber dónde se encuentran y planteó la necesidad de que aparezcan para que sean devueltos a su sarcófago de piedra en Palenque, como ya se hizo con los restos óseos de Pakal.