Se festejaron en el Teatro de la Ciudad 50 años de relaciones diplomáticas con México
Danza, música, break dance y taekwondo se conjuntaron en un fiesta híbrida y llena de algarabía
Lunes 12 de marzo de 2012, p. a10
La tradición y la modernidad, la cultura popular, rural y urbana, así como el arte y el espectáculo pop, confluyeron la noche del sábado en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris durante el Festival Cultural Coreano en México, que así se sumó a las celebraciones por el 50 aniversario del establecimiento de realaciones diplomáticas entre ambos países.
Música y danza ancestral y contemporánea, instrumentos musicales y géneros de ayer y de hoy, circo callejero, break dance y hasta taekwondo, todo se armonizó para, dar una imagen no definitiva de la República de Corea, sino un pincelazo, un primer acercamiento a la complejidad histórica y social de ese país oriental.
La fiesta, siempre con el trasfondo proyectado de paisajes plásticos coreanos, duró unas dos horas y constó de cinco partes. Comenzó con la entrada entre las butacas de un grupo de música y danza de la ancestral namsadangnori, espectáculo casi circense y también teatral para las clases populares que criticaba los excesos de la antigua aristocracia.
Con el predominio de tambores diversos, platos de metal y gongs, el grupo de artistas de esta tradición –nombrada patrimonio cultural intangible de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura– apareció en diversos momentos del festival.
Luego vino una muestra de sones
originarios de Corea, que hoy mezclan instrumentos tradicionales y contemporáneos en una modalidad muy cercana a la elaborada elegancia del jazz, la música sinfónica y la electrónica.
Ejecutados por el destacado conjunto de música híbrida Kang Eun-il & Haegum Plus, la primera pieza fue Toros celestiales, referida a toros como nubes pastando en el cielo; Libertango, zona de encuentro del canto popular ruso, el bossa nova y el tango argentino, y un solo de chelo eléctrico que recrea la Sinfonía del nuevo mundo, de Dvorák.
Destacó la belleza y ejecución de la chelista Oh Ah-mi, considerada la Vanessa Mae del chelo. Y también Kang Eun-il, de sutileza oriental en el haegum o arco, instrumento que se rasga como violín, pero que se apoya en las piernas.
Luego, como en cascada de sorpresas y para regocijo del público, entre el que había muchas familias de la comunidad coreana en México, sobre todo niños y jóvenes, vino un trío masculino de cantantes de popópera, de gran lirismo, acompañados por dos bailarines de danza clásica.
Los músicos y danzantes tradicionales recrearon un género de música instrumental basado en tradiciones populares agrícolas, ejecutado con percusiones diversas, llamado samulnori, y acompañado por el baile del jing (gong).
Vendría luego una interesante muestra de taekwondo, arte marcial sistemático y científico de Corea que va más allá de las meras técnicas de lucha
. Y esa noche fue así, pues de manera creativa los taekwondoínes confundían por momentos su demostración deportiva y acrobática con una coreografía muy energética, con música de fondo grabada.
Fueron momentos del griterío de las jovencitas, que se acentuaron al entrar al escenario M.B. Crew, equipo de break dance, que, de baile callejero, ha demostrado sus posibilidades creativas y coreográficas en espacios cerrados. También fue ejemplo de mezcla acertada de arte, condición física y diversión.
En la recta final, en varios momentos, regresaron al escenario los diversos artistas participantes, hasta llegar a la interpretación de Bésame mucho, en español, por el trío de popópera –otro momento festejado por el público. Luego, todos juntos, invitaron al escenario a integrantes del público, sobre todo niños y jóvenes, en un verdadero momento de hibridez y algarabía de la fiesta coreana.