Séptima corrida: parejo y bien presentado pero manso y soso el encierro de Villacarmela
Mario Aguilar también se hizo de otro apéndice
Daniel Luque, fallido con su lote
Lunes 19 de diciembre de 2011, p. a42
Sin haber ido por el aval taurino de España y con sólo seis corridas toreadas en su país este año, el matador Fermín Rivera (23 años y seis de alternativa), sobrino de Curro y nieto del maestro del mismo nombre, demostró en la séptima corrida de la temporada como grande en el coso de Insurgentes que en México hay una talentosa vocación taurina a flor de piel, frustrada y desmotivada por falta de un entramado empresarial y un medio taurino que la valoren y estimulen.
Junto a Fermín hicieron el paseíllo el sevillano Daniel Luque y el hidrocálido Mario Aguilar, que repetía tras el corte de una oreja la tarde de su presentación en este serial. Se enfrentaron a un encierro de Villacarmela, que el 27 de febrero de este año, en la decimoctava corrida de la temporada 2010-2011, mandó una corrida ejemplarmente presentada, cuya bravura trajo de cabeza a las cuadrillas y a algunos de los alternantes, siendo aplaudidos varios ejemplares en el arrastre, pero los de la tarde de ayer carecieron de transmisión y fuerza, no así del trapío que dan la edad y la buena crianza.
Ya con el abreplaza Don Paz, con presencia y bien armado como todos sus hermanos, que empujó en una vara, este Fermín Rivera dibujó dos verónicas de lujo por el izquierdo e hizo un quite por chicuelinas verdaderamente cadenciosas. Me pareció que brindó al matador Fermín Spínola, otro mexicano que tuvo una magnífica actuación este año en la Plaza de las Ventas, de Madrid. Su faena se basó en la quietud, la colocación y el temple, pues el toro fue débil y desarrolló sentido, al grado de avisarle por el lado izquierdo y romperle la taleguilla. Hubo tandas magníficas por ambos lados siempre muy bien rematadas que coronó con una entera algo trasera. En una plaza con aficionados la vuelta hubiera sido el premio a tanta torería, pero aquí apenas salió al tercio.
El milagro de la lidia intemporal, esa que puede con el bueno y con el malo y a ambos les hace fiestas, vino con el cuarto, Don Juan, de armoniosas hechuras y pelaje cárdeno oscuro, que recibió un multipuyazo y al que Rivera le hizo un quite por templadas gaoneras e impecable revolera. Honrando su brindis al público, este Fermín volvió a desplegar cabeza, corazón y cojones ante un toro que en apariencia no tenía faena, pero que a base de insistirle en la colocación precisa y presentando la muleta a la distancia correcta lo hizo embestir consiguiendo increíbles tandas, largas, sentidas, mandonas y templadas. A toro parado dejó una emocionante estocada en lo alto, mientras el pitón derecho rozaba el corbatín del torero. La oreja que se ganó, fue de primer mundo. ¡Qué no hará este pedazo de torero con toros de la ilusión!
Bien a secas estuvo Mario Aguilar en su reaparición. Con su débil primero no logró remontar la sosería del astado, despachándolo al primer viaje. Y con el que cerró plaza, que tomó un puyazo de trámite, había lanceado con rapidez e inició su faena en los medios con tres cambiados por la espalda ligados con el de pecho. El burel llegó a la muleta claro y con recorrido y dio la impresión de que se aburrió de embestir ante minitandas apuradas por ambos lados, acompañando Mario la embestida más que mandando y afanoso más que poderoso. Se entregó en una certera estocada y fue premiado con una oreja.
¿Y Daniel Luque? Triunfador este año en ferias importantes de España, no logró sustituir las condiciones de su lote con una actuación si no con celo por lo menos de algún sello.