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Precios de los insumos pecuarios Francisco Alejandro Alonso
Pesado, Beatriz Acevedo
Rivera, Gretel Iliana Gil
González, Valentín Efrén
Espinosa Ortíz y Randy
Alexis Jiménez Jiménez En lo que va del siglo XXI, la actividad pecuaria mexicana ha logrado un crecimiento que no ha satisfecho las necesidades del mercado interno (la avícola es la que ha presentado entre 2000 y 2009 el mayor dinamismo con una tasa media anual del 4.3 por ciento). Las importaciones de leche y sus derivados, así como las de carne de ovino, cerdo, pollo y bovino siguen siendo un componente significativo de la oferta global mexicana. Su relativo crecimiento se sustentó en integraciones verticales y horizontales; en incorporación de innovaciones tecnológicas; en economías de escala que configuraron costos medios de largo plazo descendentes; en importación de granos alimenticios baratos, subsidiados de Estados Unidos (EU), y en el esfuerzo de productores pecuarios nacionales. Uno de los factores de primer orden que “explicó” el crecimiento pecuario fue la importación barata de insumos alimenticios, favorecida, entre otros aspectos, por la ley federal llamada Farm Bill de EU. Desde 1929 se viene revisando periódicamente esta ley federal orientada al fomento y ordenamiento de la producción de básicos, incluyendo a los granos, denominados commodities. Entre 1929 y 1995, la Farm Bill estuvo orientada a mantener un sistema de control de la oferta de los commodities. El sistema se sustentó en crear reservas de commodities, de tal forma que cuando los precios de éstos se deprimían, se sacaban ciertos volúmenes del mercado para constituirlos en reservas, y cuando se detectaba una amenaza de alza de precios se vendían los granos en reserva, generando estabilidad de precios y certidumbre en los negocios agrícolas y pecuarios. Los apoyos del gobierno estadounidense consistían en pignoración de los costos financieros y de almacenaje a favor de los productores. El 1996 la Farm Bill sustituyó el esquema de control de oferta por los precios de garantía de los insumos alimenticios. Cuando los precios del mercado sumados a los apoyos directos eran inferiores al precio de garantía (target price), el gobierno otorgaba a los productores pagos compensatorios. La Farm Bill de 2002 se expandió a diez títulos, incluyendo temas de conservación, comercio, sanidad, investigación, recursos forestales, nutrición y otros; sin embargo, el título principal con influencia en los demás siguió siendo el referente a los apoyos directos y el target price para los granos básicos. Fue así como se generaron en más de una década (finales del siglo XX y primeros años del XXI) excedentes de commodities, tales como maíz amarillo, trigo, frijol, sorgo, soya y otros productos, que fueron desplazados, sobre todo desde EU, por medio de exportaciones baratas, pues incluían los subsidios de los pagos compensatorios. Asimismo, la propia Farm Bill incorporó créditos para los commodities a tasas de interés muy competitivas, que fueron usados por importadores. En el caso del maíz amarillo, la política fue beneficiosa para los compradores mexicanos pecuarios: obtuvieron el insumo alimenticio a precios altamente competitivos. El adquirir del exterior uno de los insumos (maíz amarillo) de mayor impacto en costos de producción pecuarios “alimentó” la expansión de satisfactores ricos en proteína animal de alta calidad. Actualmente las condiciones son diferentes, las rentabilidades de los productores pecuarios nacionales se han visto afectadas negativamente. Estados Unidos es el principal productor de maíz amarillo y participa con 62 por ciento de las exportaciones mundiales del grano. La prohibición del uso de metilterbutil- éter (MTBE) en las gasolinas en diversas regiones de aquel país y la consecuente sustitución del MTBE por etanol obtenido del maíz amarillo generaron una demanda en el mercado interno estadounidense de tal magnitud que se redujeron los inventarios de ese grano en 35 por ciento y se incrementaron sus precios internacionales en 52 por ciento en el 2008 con respecto a 2007. Ello condujeron al alza a los precios del sorgo. Es difícil compensar la oferta exportable del maíz de EU, porque los otros países productores importantes tienen escasa presencia exportadora, como el caso de China, segundo productor mundial de maíz amarillo, cuyas exportaciones son marginales. El tercer productor mundial es Brasil, que coloca ciertas cantidades del grano en el mercado internacional porque sus políticas de producción agropecuarias, adoptadas desde hace más de dos décadas, son acordes con la base fundamental de su economía pecuaria, es decir, “engarzar” los eslabones de su agricultura con los eslabones ganaderos y así configurar la cadena de valor agropecuaria. La premisa de las ventajas comparativas en el libre comercio se manejó como un supuesto beneficio para el país. De acuerdo con esta idea, la agricultura mexicana presenta ventajas geográficas y climáticas que permiten exportar a precios altamente competitivos hortalizas y frutas. Y, dadas las asimetrías respecto a los socios comerciales en cuanto a la producción de granos y oleaginosas, es mejor importar estos productos, es decir comprar barato del exterior pues internamente salen más caros, y estimular aquellos cultivos que se venden caros en el mercado internacional y se producen baratos en el país. Es evidente que las condiciones geográficas y climáticas son hasta cierto punto constantes (ya no tanto); sin embargo, no ocurre lo mismo con las políticas públicas y las condiciones de mercado: un cambio de política pública ambiental en EU motivó la vertiginosa demanda de maíz amarillo como materia prima para la producción de etanol. Además, el aumento de la demanda de maíz amarillo, sorgo, frijol soya y otros, por parte de China e India, como una tendencia estructural, determina hacia el futuro un aumento sostenido de precios de estos commodities en el mercado internacional. El aumento de esta demanda echa por tierra las supuestas ventajas comparativas de importar granos básicos baratos. Del primer trimestre del 2006 al tercer trimestre del 2011 el alza del precio para el grano (maíz amarillo y sorgo) fue del 175 por ciento (de 1.46 a 4.01 pesos por kilo), y para la pasta de soya, de 99 por ciento (de 2.76 a 5.50 pesos por kilo), aunque en el 2009 llegó a ubicarse en un precio más alto (un incremento de más del 200 por ciento con respecto al precio del primer trimestre de 2006). El efecto que tuvo el alza de precios de los ingredientes alimenticios (granos, oleaginosas y pasta de soya) se reflejó en el costo de alimentos balanceados para los animales. Por ejemplo, el alimento para gallina de postura se elevó en ese mismo periodo un 139 por ciento (de 2.43 a 6.68 pesos por kilo). Hay otras variables que explican el aumento constante de precios de los insumos alimenticios, entre ellos cambio climático (inundaciones y sequías), problemas de agua y precios altos del petróleo (energéticos y fertilizantes más caros). México produce cantidades de insumos alimenticios por debajo de las necesidades de su mercado interno. La mayor diferencia entre la producción de maíz (sobre todo amarillo) y el consumo nacional se concentra en este grano, a pesar de un crecimiento sistemático de las cosechas. En 1995, en el país, se produjeron 18.5 millones de toneladas de maíz (blanco, para consumo en tortillas), pero la demanda nacional fue de 20.9 millones; el déficit fue de 2.4 millones de toneladas que tuvieron que importarse. Para 2000, la oferta interna maicera se ubicó en 3.4 millones de toneladas por debajo de los requerimientos del mercado doméstico, y en 2010 el déficit entre oferta agregada interna de maíz y consumo nacional fue de siete millones de toneladas; en ese año, la producción nacional de maíz fue de 22 millones de toneladas, que cubrieron 75 por ciento del consumo interno. La mayor cantidad de maíz que se compra del exterior es amarillo. Para el consumo animal, en 2007 se importaron 5.4 millones de toneladas de grano amarillo, 1.6 millones de maíz quebrado y dos millones de toneladas de sorgo. En el 2008 México importó 95 por ciento de su consumo de frijol soya; sólo produjo el cinco por ciento de esta oleaginosa; esas importaciones sumaron 955 mil toneladas y un año después, en 2009, totalizaron 897 mil toneladas. Se subraya que el insumo que tiene el mayor peso porcentual en el costo para producir unidades de producto pecuario (leche, carne y huevo) es el alimento (forrajes y granos); va de 50 al 80 por ciento. Por ejemplo, en el caso de huevo para plato, el porcentaje promedio nacional es de 64.5, de acuerdo con la UniónNacional de Avicultores. Las ingentes importaciones de insumos alimenticios a precios elevados implican que los productores pecuarios vean disminuir sus márgenes de ganancias, o se coloquen en posición de quiebra afectando el empleo, rompiendo cadenas de valor y dejando de generar efectos multiplicadores y desarrollos regionales, además de debilitar el mercado interno. Adquirir del exterior insumos alimenticios y alimentos bajo una dinámica sostenida y creciente coloca al país en un perfil de dependencia y pérdida de soberanía alimentaria. El país requiere de manera urgente una política alimentaria que tenga como objetivo prioritario lograr el abasto de insumos alimenticios para el mercado interno. Una política agroalimentaria que surja de grandes empresas y consorcios de países centrales, caracterizada por una apertura comercial indiscriminada de mercados de granos alimenticios para el ganado, puede parecer en el corto plazo viable, pero en el mediano y largo plazo coloca a países como México ante el riesgo de fuertes desabastos.
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