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Crisis alimentaria y avicultura; María del Carmen Hernández Moreno En el contexto de las recientes crisis alimentarias (2007/2008-2010/2011), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reconoce que la avicultura mundial ha sido capaz de mantener en 2011 una mayor disponibilidad de productos con precios inferiores a los registrados en 2008. En el caso particular de México, la Unión Nacional de Avicultores (UNA) ha documentado a lo largo de los años que huevo de plato y la carne de pollo continúan exhibiendo los precios más bajos del mercado pecuario; son los productos que ofrecen mayor volumen al poder adquisitivo del salario mínimo y sus consumos per cápita se han mantenido al alza por lo menos en las dos décadas recientes. A pesar de lo anterior, es posible advertir que el modelo de avicultura intensiva enfrentará serios límites en los años venideros. Por el lado de la oferta, los pronósticos de encarecimiento de sus insumos básicos (cereales y oleaginosas) –que representan entre 60 y 70 por ciento de los costos de producción– hacen prever que será difícil mantener los precios bajos de sus productos; por el lado de la demanda, la crítica de los consumidores a los métodos intensivos de producción, por sus efectos en la salud humana y en el bienestar animal, afectarán inevitablemente la productividad de la industria y ello redundará en una nueva fuente de presión sobre sus precios. Un elemento más a considerar es la incapacidad de los millones de mexicanos en extrema pobreza de hacer efectiva su demanda de productos avícolas. Es decir, independientemente de la tendencia de los precios, este amplio sector de la población no tiene los ingresos suficientes para acceder a ellos. Pero, vayamos por partes: 1. Recientemente la FAO, el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han advertido de manera reiterada sobre el fin de la era de los alimentos baratos y afirman que por lo menos en la próxima década los precios de los cereales y otros productos básicos se mantendrán a la alza, en virtud de una mayor demanda desde los países emergentes y del mercado de biocombustibles y por la incertidumbre generada por el cambio climático. Tan sólo en 2011 los incrementos en los precios de maíz, trigo y soya fueron de 74, 69 y 36 por ciento, respectivamente. 2. El tema del bienestar animal tiene peso en esta trama y no es un asunto menor, ni lejano. Parte de la premisa de que el bienestar animal incide en la inocuidad y calidad de los alimentos e identifica como principales detonantes de la reciente propagación de enfermedades y epizootias provocadas por bacterias y virus más resistentes, a la mayor movilización de los productos pecuarios, que a su vez es atribuible a la globalización, y a los métodos de estabulación, alimentación y cría, adoptados para intensificar la producción y aumentar la rentabilidad. Esta inquietud de los consumidores ha sido plasmada en el Protocolo Sobre Bienestar Animal, que entrará en vigor en la Comunidad Europea en 2013. Impulsado desde la sociedad civil, condicionará las políticas públicas sobre el ramo y la entrega de estímulos a los productores pecuarios de los países signatarios. El gran dilema para los consorcios avícolas es conciliar las preferencias de un consumidor más exigente, que se inclina por una producción avícola pastoril u orgánica, con sus propias expectativas de grandes rendimientos y dividendos que la producción intensiva les representa. 3. Respecto a la pobreza alimentaria, la FAO ha reconocido que la avicultura doméstica o rural contribuye a incrementar la seguridad alimentaria y a reducir la vulnerabilidad de las familias más pobres ya que puede aportar entre 20 y 50 de la proteína animal de su dieta, y contribuir a la economía generando pequeñas cantidades de efectivo, en especial en las épocas de estrechez. También, en las zonas más marginadas donde no se dispone de energía eléctrica, disponer de pollo y huevo fresco puede constituirse en la única alternativa alimentaria saludable y de alto valor proteico. De manera muy sucinta hemos expuesto los elementos que a nuestro juicio incidirán un cambio de modelo avícola en los próximos años. Difícilmente, la industria avícola podrá seguir respondiendo al alza de sus insumos con una mayor productividad derivada de la creciente intensificación de sus procesos productivos. El movimiento en favor del bienestar de los animales parece no ser una moda pasajera y sí un obstáculo que obligará, como ya lo han reconocido los propios líderes de esta actividad, a emplear nuevos esquemas productivos, menos intensivos. Es ahí donde se abre la posibilidad para nuevos modelos que permitan la participación de familias rurales integradas en redes de producción vinculadas a organizaciones de consumidores. Ello ya está ocurriendo en países desarrollados. Por el lado de la pobreza, las directrices de la FAO y el crecimiento de los contingentes en pobreza alimentaria obligarán a los gobiernos a incluir el fomento de la avicultura rural como estrategia para asegurar el derecho a la alimentación. Ambas opciones enfrentarán sin embargo una serie de retos para asegurar viabilidad, entre ellos destaca el tema sanitario que requerirá de protocolos de bioseguridad accesibles a las familias rurales. *Parte de la información utilizada para esta colaboración proviene de: Hernández M.C., et al. 2008. “Seguridad alimentaria y promoción de la avicultura rural”, en A. Ramírez-Cuéllar et al., Reserva estratégica de alimentos: una alternativa para el desarrollo del campo mexicano y la soberanía alimentaria, CEDERSSA, SAGARPA, Universidad Autónoma de Chapingo, Cámara de Diputados LX Legislatura, Texcoco, pp. 169-180. ISBN: 968-839428- 9; y Hernández, M.C., et al. (en prensa): “Los retos de la avicultura mexicana frente a la crisis del modelo agroalimentario”, en José Luis Calva (coordinador), Nueva estrategia de desarrollo, UNAM
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