¿Qué horas son, señor Presidente?
o tiré la primera piedra. Yo denuncié antes que nadie. Que no presuman mis adversarios en el PAN. Y todavía falta el proceso penal. Esa fue la reacción de Ernesto Cordero al enterarse de la renuncia de Humberto Moreira a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. En la euforia de Pirro, el aspirante a delfín mostró su desprecio por las encuestas, propinó palmetazo de dómine al ama de casa
Josefina Vázquez Mota y la orilló a revivir la inmortal frase del actuario, que declaró suficientes 6 mil pesos de ingreso mensual para que un mexicano pague casa propia, comida, sustento, automóvil y colegiaturas en escuela privada.
Ahora sí, ya empezaron las campañas. Ni tiempo hubo para festejar las victorias electorales del PRI conducido por Humberto Moreira en el estado de México, Coahuila, Nayarit, Hidalgo y Michoacán. De inmediato rindió protesta Cristina Díaz y Ricardo Aguilar Castillo asumió en su lugar el cargo de secretario general. Los tiempos de la política en la era de la demonización del adversario y la judicialización de las campañas electorales. Ni modo que se pusieran de luto y empezaran a levantar las varas de los cohetes de júbilo que lanzó el Cordero rezagado. Adelantaron vísperas quienes sabían que en Manlio Fabio Beltrones tendría el PRI un líder capaz, experimentado, probado. Los movía el ansia, la agitación de la desmemoria. El imperativo de hoy es unidad o hundirse.
Y no necesitan marchar como los mexicanos comparados con los elefantitos, por el humor malicioso del maestro Francisco Hernández y Hernández, que sólo podían caminar en ordenada fila con una mano metida en el bolsillo del de adelante. Unidad para sobrevivir; unidad de opuestos; unidad aceptada, acatada, en la diversidad disolvente de la olla podrida en que cabían todos y se desfondó porque confundieron unidad con unanimidad. Y por las afinidades peligrosas con los compañeritos de banca, de primera comunión, de maestrías en Yale y Harvard; creyeron que gobernarían juntos cuando llegara el sufragio efectivo que nos eludía; la democracia sin adjetivos; el voto útil que hizo compañeros de viaje a los de las izquierdas deslumbradas por el candidato Vicente Fox y por la ubérrima bolsa de los empleos al servicio del poder. Hoy los del PRI y las izquierdas pagan el peaje, las campañas sucias, la demonización.
Lo del PRI se resolvió volviendo a respetar las formas. Sí, aquello de que en política la forma es fondo, según decía el tuxpeño Jesús Reyes Heroles. Ante el Consejo, protestan Cristina Díaz y Ricardo Aguilar Castillo; y Jesús Murillo Karam toma posesión de Procesos Internos. Roberto Borge, gobernador de Quintana Roo, el benjamín de la Conago, como para que nadie dude del cambio generacional en la orfandad, de inmediato se declara partidario de Pedro Joaquín Coldwell, su paisano, para el cargo que deja Humberto Moreira. El PRI preserva estatutariamente su integración por sectores. Gerardo Sánchez, líder de la CNC, formalizó la propuesta, Y tras de la campesina, la CNOP, en voz de Emilio Gamboa. Y para cumplir la obligada equidad de género en el mando del CEN: Yvonne Ortega, gobernadora de Yucatán, para secretaria general al lado de Pedro Joaquín Coldwell.
Magia de las encuestas. Enrique Peña Nieto aparece en la lectura del vuelo o las entrañas de las aves, en los recuentos de encuestadores, con enormes ventajas sobre el resto de los aspirantes a la Presidencia de la República. Del Cordero rezagado ni hablar. Josefina Vázquez Mota ya voló a Madrid y publicó en México las fotos en las que rinde pleitesía a Mariano Rajoy y recibe la bendición del heredero de Aznar el exiguo. Andrés Manuel López Obrador recibe en La Laguna apoyos empresariales de los grupos Monterrey, predica la instauración de la república amorosa y, apartado de la santa ira, se une al regocijo de los que celebran el baño de lodo al PRI en 2011. De 2006, nada. En la Plaza de la Constitución, Marcelo Ebrard instala una gran pista de hielo. Y patina: Algo muy grave debe haber en lo del endeudamiento de Coahuila, para que renuncie en este momento Humberto Moreira, declara con solemnidad salomónica.
Ricardo Monreal ha sido designado coordinador de la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador. Jesús Zambrano afirma que es facultad del candidato nombrar al coordinador; en este caso de PRD, PT, Movimiento Ciudadano, Morena y los buenos mexicanos que se incorporen. Monreal tendrá a su cargo sumar las voluntades de las multitudes convertidas en base del Movimiento Regeneración Nacional, convocados por el tabasqueño para hacer posible que el pueblo salve al pueblo; millones, dice, integrados en secciones a lo largo y ancho del país. Hace seis años nos robaron la Presidencia porque nos faltó organización, les ha dicho López Obrador. Nadie sabe si la tienen ya; si Ricardo Monreal dispondrá de una fuerza organizada, con representantes capacitados en cada casilla electoral, o si los tres coaligados le harán caso al vicario del profeta.
Dentro de siete meses, los mexicanos vamos a elegir al titular del Poder Ejecutivo de la Unión, a los gobernadores de Chiapas, Morelos, Tabasco, Yucatán, así como al jefe de Gobierno del Distrito Federal; a 500 diputados federales (300 de mayoría y 200 de representación proporcional) y a 96 senadores de la República; así como a cientos de diputados locales y autoridades municipales. Régimen presidencial, en el que el titular del Poder Ejecutivo es jefe de gobierno y jefe de Estado: ... se deposita en un solo individuo
, dice el texto constitucional. Mucho poder, aunque el espíritu del consti- tuyente lo ciñera a las facultades que la ley expresamente le señala, además de establecer la división de poderes. Mucho poder, sin embargo, distorsionado además por la sumisión abyecta de los cortesanos y la tentación totalitaria.
La alternancia en ese poder no se tradujo en cambio de régimen. Consolidó el autoritarismo invocado ahora por la derecha para demonizar al PRI y afirmar que volverá la corrupción si la mayoría vota por su candidato a la Presidencia. No hace falta cambiar a un régimen parlamentario. La respuesta está en la voluntad política de quienes se ocupan de la cosa pública; en el sobrio ejercicio de las facultades del poder constituido, sin pretensiones mayestáticas ajenas a la austeridad republicana: con la Gravitas
de la Roma clásica, manifiesta en el papel clave del presidente de Italia, Giorgio Napolitano, en la disolución del gobierno de Berlusconi, hundido en el desprestigio y el fracaso.
Barack Obama, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy hablaron con el presidente Napolitano durante la difícil transición, para expresarle apoyo a su liderazgo. El antiguo militante del Partido Comunista Italiano no es una figura decorativa, un presidente para el protocolo. Berlusconi se desmoronó y el mundo entero espera que Napolitano conduzca los asuntos del Estado mientras el gobierno tecnocrático del primer ministro Mario Monti se hace cargo de los reajustes de la economía. Al formarse el gobierno, Giorgio Napolitano dijo: esta es la hora de mostrar la máxima responsabilidad. No es tiempo de cobrar viejas cuentas ni de estériles recriminaciones partidistas. Es tiempo de restablecer un clima de calma y mutuo respeto.
“¿Qué horas son? –Las que usted quiera, señor Presidente.” Esa es la infamante frase del poder prostituido, de la abyección imperante cuando la revolución degeneró en gobierno. Ahora es la de escuchar el llamado de un presidente como Giorgio Napolitano.