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Reto físico y actoral para Jesús Ochoa

El Cerdo, metáfora de la condición humana, es divertida y cruel
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de noviembre de 2011, p. a12

Ejercer la libertad para decidir la manera en cómo uno quiere vivir, comer, beber, actuar, pensar, amar, entretenerse; hasta la manera en cómo uno va a morir, todo ello sin egoísmo y con el afán del bienestar de los demás; son temas que se exponen en el divertido, conmovedor, elocuente y reflexivo monólogo El Cerdo, interpretado por el actor Jesús Ochoa.

Basada en la novela Estrategia para dos jamones, del escritor francés Raymond Cousse, quien también hizo la adaptación teatral, además de ser él mismo quien la actuó durante dos décadas, El Cerdo es una metáfora de la naturaleza y la condición humanas, vista a través de los ojos de un puerco asertivo y sin complejos, cuya vida tiene un único fin y dirección: el campo, la engorda, el chiquero y el matadero.

Se trata en mucho de las limitaciones que tenemos los seres humanos, pero también del vivir y deshacernos del egoísmo y ver por los demás, explicó Antonio Castro, director del montaje. Es una obra que desafía la lógica contemporánea, como la voracidad consumista, el deseo vehemente por acumular objetos, mientras que el porcino defiende e insiste en su manera de vivir, de ver el mundo y ejercer su libertad.

La obra, en su conjunto, es un grito de libertad.

Desde su chiquero de 4 X 4 metros, el cerdo comparte su vida y reflexiona; aun cuando es consciente de su ignorancia.

Así, discrepa del porquero por la forma en que lo maltrata, fantasea con tener una relación amistosa y cordial con quien lo engorda para el matadero, es vehemente, lucha y no se deja vencer, se entretiene caminando en diagonal dentro de su chiquero, pues caminar en círculos me deprime, además me parece una cobardía; elocuente, explica que hay que saber cagar, el estiércol es más importante de lo que parece, aunque también he conocido a cerdos que se cagan en cualquier lado.

Foto
La obra es sobre el significado de entregarse y servir a los demás, dice Jesús OchoaFoto Guillermo Sologuren

Es un cerdo al que no le interesa escapar de su chiquero, detrás de la reja hay otra y otra, hasta llegar a la reja del matadero. Engordar para morir ese es nuestro destino, acepta el puerco, pero que igual presume la cantidad, calidad y potente eyaculación que tiene un cerdo, muy superior a la de un caballo o toro de lidia, y ni que decir comparada con la de un ser humano.

Recuerda a su padre, un cerdo semental; a su madre, una cerda a quien no le gustaba mucho el trabajo del padre semental. Preciso y poético en sus ideas, el cerdo reconoce que sabe poco del amor carnal, pero en cambio, además de ensuciarse con tierra y estiércol, le encanta realizar un acto sublime que combina placer y dolor: rascarse.

Asertivo y sin complejos

El cerdo sabe que tendrá que morir para que otros sigan viviendo, no es autocomplaciente, es asertivo y no tiene complejos, reconoce sus limitaciones e ignorancia, acepta el lado doloroso de su existencia sin dejar de sonreír, al tiempo que igual le resulta intolerable la conducta y la inconsciencia de los demás, sobre todo de los políticos. Es un cerdo que vive con austeridad, pero con mucha pasión, que defiende su libertad de vivir como quiera, su derecho a ser feliz a partir de sus decisiones. Es un cerdo, dice, común y corriente.

Para el actor Jesús Ochoa, se trata de una metáfora de la condición humana, divertida y reflexiva, cruel y esperanzadora.

La obra representó un gran reto actoral no sólo en el aspecto físico, pues Ochoa debió bajar ocho kilos para poder realizarla, sino también porque el contenido es entrañable: es actual y clásica.

Con escenografía, vestuario e iluminación de Mónica Raya, El Cerdo se presenta los sábados en dos funciones: a las 18 y 20 horas, y domingos a las 18 horas, en el Teatro 11 de Julio, Doctor Vertiz 668, colonia Narvarte.