Miércoles 9 de noviembre de 2011, p. 12
El joven hondureño Éver García ingresó a México el 21 de mayo con unas cuantas lempiras en el bolsillo. Destino: el norte. Objetivo: el sueño americano. Medio de transporte: el tren denominado La Bestia.
El 27 de mayo se cayó, o quizá fue arrojado del tren donde viajaba en las inmediaciones de la estación de ferrocarril de Lechería, en el estado de México. La máquina le pasó encima de un pie. Los pobladores lo trasladaron a un hospital de las cercanías –aún no se logra identificar cuál. Según refiere, en el nosocomio se presentaron agentes de Migración y le hicieron firmar un papel que –dijeron– era la autorización para operarlo. Los médicos le comentaron que confiaban en no tener que amputarle el pie herido.
Despertó de la anestesia para descubir que no le amputaron un pie, sino las dos piernas por debajo de la rodilla y que el papel
era para su deportación. No se le permitió convalecer en el hospital, sino que fue internado en una cárcel.
Dos meses después regresaron los agentes migratorios a buscarlo. Lo sacaron de ahí a golpes. Sin miramientos fue llevado al aeropuerto y embarcado en un vuelo Tegucigalpa.