Sociedad y Justicia
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Diagnósticos, en servicios médicos privados
 
Periódico La Jornada
Viernes 4 de noviembre de 2011, p. 44

Erika tenía 36 años de edad cuando se percató que algo le pasaba a su pecho. Estaba inflamado y así siguió por varias semanas. Se lo dijo al médico de su clínica familiar del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), quien le dijo que seguramente era una cuestión hormonal y de plano se negó a enviarla a que le hicieran estudios de detección de cáncer de mama, ni siquiera un ultrasonido como lo solicitó la paciente. La razón, la mamografía está indicada sólo para mujeres mayores de 50 años. Para las que tienen más de 40 años sólo si tienen antecedentes familiares de la enfermedad.

Por su cuenta, Erika se fue a un servicio médico privado y al Hospital General de México, donde le hicieron las pruebas clínicas y tras dos meses regresó al Seguro Social con su diagnóstico: tenía el tumor mamario de tipo inflamatorio, en grado 3. Requería tratamiento completo, quimioterapia, cirugía y radioterapia.

Recuerda que en el Hospital General la recibió un médico de amplia experiencia que con sólo palparle el seno le dijo que tenía el cáncer y luego lo confirmó con estudios.

Para otra derechohabiente del IMSS la situación fue totalmente distinta. Con 45 años, ella se encontró una bolita en el pecho. Se fue a una institución privada donde le dieron el diagnóstico que confirmaba sus sospechas: tenía el tumor.

Con ese resultado fue a su clínica familiar del Seguro Social, donde el médico la envió al Hospital Regional Los Venados y en menos de una semana le brindaron la atención y confirmaron el diagnóstico.

El inicio del tratamiento se demoró tres semanas porque en Los Venados no había oncólogo y se decidió su traslado al Centro Médico Nacional Siglo XXI, donde se realizó toda la terapia.

Esta mujer, auditora de profesión, enfrentó otro tipo de problemas. En su trabajo fue víctima de acoso. Su jefe sabía de la enfermedad que padecía y de cualquier manera la amenazó con el despido. Para fortuna de la trabajadora, ya había iniciado su tratamiento de quimioterapia y a causa de las secuelas, en el IMSS le dieron incapacidad, la cual se prolongó durante varios meses.

Al término de las licencias médicas, regresó a su puesto pero a los pocos días la despidieron. No se preocupó tanto porque ya estaba en la última etapa del tratamiento y las sesiones de radioterapia, en curso.

Lo raro, dice, es que laboraba en una asociación civil de ayuda a alcohólicos, donde se supone priva el humanismo. No fue así conmigo, dice la afectada, y aunque sabe que podría iniciar una demanda laboral, no le interesa. Estoy saliendo de una batalla contra el cáncer, ahora que tengo una vida por delante no la quiero desperdiciar en un juicio que podría enfermarme otra vez.