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El próximo sábado rendirán homenaje a la arpista en el cuarto Festival de la Décima

Al son jarocho le faltaba sonoridad femenina, afirma Adriana Cao

Recibir elogios no es lo mío, pero quiero cuidar la tradición, expresa

Cómo odontóloga ha atendido a emblemáticos de ese género, como don Arcadio Hidalgo

El fandango, en el Monumento a la Revolución

 
Periódico La Jornada
Jueves 27 de octubre de 2011, p. 9

Tiene más de tres décadas en el son jarocho. Es pionera de la presencia femenina en esa cultura, en un ámbito, digamos, profesional. Ha tocado con los grupos más importantes de ese ritmo y acompañado en sus versadas a un gran decimista, Guillermo Cházaro, quien cuando la veía llegar a su tierra, Tlacotalpan, Veracruz, con su vestido blanco, decía: Llegó la que me acompañará con el arpa.

Adriana Cao Romero será homenajeada el próximo sábado por su trayectoria. El lugar: el Monumento a la Revolución, donde se realizará el cuarto Festival de la Décima Guillermo Cházaro Lagos, en el que grupos de son jarocho, huasteco, de Tixtla Guerrero y de Michoacán, danzón, versadores y compañías de danza tradicional, compartirán escenario a partir de las 10 de la mañana.

Ha llevado el son jarocho a escenarios de Alemania, Venezuela, Canadá, Francia, Irlanda y Sudáfrica, entre otros. Ha formado parte de Mono Blanco, Canate, Zacamandú, Lo que Cala Son Los Filos, Chuchumbé y Tembembe Ensamble Continuo, pero también ha participado con Son de Madera, Los Utrera, Astrid Hadad y Geo Meneses.

Siempre han estado ahí...

Ahora formó Caña Dulce Caña Brava, integrado por mujeres y un hombre, porque en el son jarocho faltaba esa sonoridad femenina. Las mujeres siempre estuvieron ahí. Iban a las fiestas con sus maridos, tocaban piezas, cantaban y bailaban, pero en el momento de que el esposo se cansaba, tenían que irse. No estamos peleadas con los hombres, pero la balanza se inclina hacia ellos, porque tocan y cantan más fuerte, por lo que queremos que nuestro grupo suene diferente: inclinar los versos hacia algo que no sea que enamores a una morena... versos machistas...

Abunda: El son jarocho siempre ha sido más cuestión de hombres que de mujeres (de 20 hombres había una mujer), pero ahora ha crecido nuestra participación profesional, porque hemos perdido el miedo de presentarnos, asegura en entrevista Cao Romero.

Agrega que en su nueva agrupación hay un hombre, porque no hemos encontrado a una buena requintera, pero el nos da el sustento al tiempo que su presencia es como lo que queremos, que tenga toque femenino y en los versos cómo le canta una mujer a un hombre...

Nacida en el puerto de Veracruz, desde pequeña, sus padres la acercaron a reconocer sus raíces, su identidad, y así consiguieron que don Pánfilo Valerio le enseñara a zapatear y a conocer la música jarocha. Unos años más tarde, se interesó por aprender a tocar el arpa jarocha en forma lírica con los maestros Valerio, Nicolás Sosa y Andrés Alfonso Vergara.

Aprendí de oído. No se leer partitura, pero me enseñé repitiendo y repitiendo, comenta la artista, que años más tarde, se fue a vivir a la ciudad de México, donde tomó clases con los maestros Héctor Sánchez y Adrián Nieto.

Su actividad musical empezó cuando conoció al músico Salvador Negro Ojeda, quien la invitó a formar parte de su grupo. Después alternó con músicos como Arcadio Hidalgo, Andrés Vega, Gilberto Gutiérrez y Juan Pascoe y fue invitada a participar con el grupo Mono Blanco. Formó el conjunto Canate. El Negro Ojeda la llevó a Tlacotalpan y de ahí quedó atraída por el Encuentro de Jaraneros, en el que hizo amistad con muchos de los grandes, como Francisco Montoro, Cirilo Promotor, Andrés Aguirre Bizcola, Evaristo Silva, Marcos Gómez Taconazo, Rutilo Parroquín y versadores, como don Guillermo Cházaro Lagos, Samuel Aguilera y Tío Costilla, entre otros.

Tal bagaje fue suficiente para que la familia del son jarocho le rinda tributo, aunque a Adriana no le guste: Sé que hay gente que me quiere. He caminado muy acompañada, pero todo en su contexto, porque ya los jaraneros viejos se han muerto y seguimos una generación que está ahora con los jóvenes. Prefiero el reconocimiento que el homenaje, que se me hace pomposo. Me gusta la sencillez. Recibir elogios no es lo mío. El reconocimiento tiene un valor porque he tratado de aprender de los músicos y de ayudar en lo que he podido. Cuidar la tradición. Por ejemplo, Guillermo Cházaro tenía especial atención conmigo; siempre que iba me pedía que le acompañara sus versos.

Foto
Aprendí de oído, comenta Adriana Cao

La arpista también formó parte de Zacamandú, con el que grabó el disco Antiguos sones jarochos. También fue miembro del grupo musical de la obra Lo que cala son los filos, que se presentó en varios países.

Música incluyente

Afirma que el son jarocho ha crecido, pero no hay que perder de vista la esencia y a los depositarios de esta tradición; está bien que haya grupos por todo el mundo, es importante el crecimiento universal, pero hay que recordar a quienes nos lo dieron y quienes lo siguen tocando sin desvirtuar el origen. No sólo es una explosión actual. El son es incluyente, pero no hay que olvidar a nuestros músicos tradicionales que están en el campo, donde se formaron por herencia. Hacer esta música era la forma de concluir el día luego de la jornada de trabajo.

A ella le ha dado alegría en la vida y la posibilidad de conocer a personas que tal vez son a quienes considero mis mejores amigos, una gran familia en la que me siento cobijada y querida. No tuve padres jaraneros pero sí unos que se encargaron de ponerme en contacto con los músicos de esa tradición y así aprendí. Ahora es mi pasión, el motor de mi vida.

Adriana Cao no sólo utiliza los dedos para arrancar bellos sonidos a las cuerdas de su arpa, sino también para desempeñar otra profesión, la odontología, que le sirvió para arreglar la dentadura a emblemáticos del son como don Arcadio Hidalgo.

Cuenta que una ocasión, al verlo cantar, observó que “no tenía dientes, por lo que se me apachurró el corazón. No se le entendía cuando cantaba. Un día me le acerqué y le dije que podía arreglárselos. Aceptó, así como Andrés Güero Vega, quien también los necesitaba. Luego, cuando me sonreían, me sentía cómplice de esas sonrisas, además de que pudieran trasmitir palabras claras al cantar... y comer bien. Mis manos no son finas, más bien son huesudas y fuertes, pero es diferente lo que se hace con el arpa que con un instrumento de odontología, en la que no sólo encontré una profesión (en la que me encanta atender a los niños), sino una acercamiento a la música, puesto que muchos pacientes míos son músicos; se han arriesgado a venir conmigo. De todos modos, la música es parte de mi vida, es esencial. Puedo estar muriéndome de sueño al salir del consultorio, pero comienzo a ensayar y no puedo dejar de tocar, porque la música ya me alimentó”.

Dice sentir gran orgullo de pertenecer a la familia sonera: No iba al congreso de odontólogos, pero sí al de jaraneros, en el que encontraba a gente que admiraba y porque quería contribuir a que siguiera viva la tradición.

En 2008 formó, junto con Raquel Palacios Vega, el grupo Caña Dulce Caña Brava, al cual más adelante se unió Natalia Arroyo, con el violín, y recientemente Norma Carrillo e invitados, como Alejandro Loredo (requinto), Zaira Palacios (con la quijada de burro) y Rubí Oceguera. También estarán Valeria rojas en las percusiones, baile y jarana.

Más de 25 grupos de son y versadores se darán cita el próximo sábado a partir de las 10 de la mañana en el Monumento a la Revolución. El homenaje a Adriana Cao es a las 18 horas.