La imagen condensa su persona: en una fotografía de 2007, Steve Reich recibe el Premio Polar, galardón sueco considerado como El Nobel en Música, de manos del rey de Suecia, pero a diferencia de las ceremonias Nobel, donde los premiados deben vestirse de pingüinos, Reich luce como a diario, su atuendo informal coronado por su gorrita inseparable. Dos años más tarde recibió el Premio Pulitzer y otros dos años más tarde, el pasado 30 de abril, estrenó en el Carnegie Hall su obra más reciente: WTC 9/11.

Continúa el maestro Reich de esta manera las reflexiones artísticas a partir del siniestro del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Al igual que John Adams y John Corigliano, su material sonoro se encamina en dirección a la energía espiritual de las víctimas. Imposible no mencionar El hombre del salto (2007), ese prodigio literario de Don DeLillo. Otros estudios, en otros ámbitos, han hecho lo propio en torno a los verdaderos autores intelectuales, en la pesquisa de causa-efecto: presidentes que para legitimarse desencadenan una guerra.

El maestro John Adams tituló certeramente On the transfiguration of the souls (Sobre la transfiguración de las almas), en 2005, a su partitura; en tanto John Corigliano acaba de estrenar, el 30 de septiembre con la Filarmónica de Nueva York, su obra con título ensartado de amarga ironía: One sweet morning, un ciclo de canciones para mezzo-soprano y orquesta a partir de poemas del santo bebedor chino Li Po, del ciego Homero, el polaco Milosz y del libretista de Over the Rainbow: E.Y. Harburg, autor del poema que da nombre a la partitura.

Novedad discográfica en México, WTC 9/11 aparece como una crónica musical de aquella mañana infausta. En confluencia con la ópera Einstein on the Beach, de su colega Philip Glass, el maestro Steve Reich recurre al uso de la voz humana mediante un procedimiento similar al midi electrónico: modulaciones, alteraciones, entrecortamientos, pausas y un timing dramatúrgico que se encadena con los glissandi, ataques furiosos, arcadas insólitas y demás procedimientos caros al Kronos Quartet, ese grupo de culto que protagoniza buena parte del progreso musical del mundo.

De manera que resulta un relato cronológico-sonoro de los acontecimientos. Desde una voz que narra: “They came from Boston/ Goin’ to LA/ and they’re headed South” refiriéndose a la ruta alterada de los aviones antes de incrustarse en las torres, hasta la lectura de salmos al pie de los fallecidos, in situ.

La obra está dividida en tres partes: 9/11, que narra los hechos; 2010, que reúne testimonios de protagonistas de la historia; y WTC, con más testimonios de mujeres que se postraron a recitar salmos ante los cadáveres.

El escucha se percata que estaba aterido hasta que termina la obra y el inicio del siguiente track suena al tamaño del alivio: Mallet Quartet, de 2009, para dos vibráfonos y dos marimbas. Suena a miel sobre hojuelas luego de la obra anterior, que sonó a fuego sobre cenizas. El segundo disco de este álbum contiene el video únicamente de esta pieza.

Hay una tercera obra que completa el álbum: Dance Patterns, para vibráfono, xilófono y piano, cuya vitalidad, raigambre ritual, efecto hipnótico, conectan con los elementos de otra novedad discográfica del mismo autor: Drumming, obra maestra que escribió Reich en 1970-71 luego de un viaje a Ghana, donde contrajo malaria y por ese motivo dio por concluido el periplo, pero contrajo también conocimientos superiores que comparte en esa obra, en cuya ejecución también interviene en esta grabación que ahora re-edita el sello amarillo, como es conocido entre melómanos el logo de la mismísima Deutsche-Grammophon, emblema de la música de concierto.

¿No conoce usted a Steve Reich? Entonces le recomiendo, también, Different trains, de 1990, igualmente con el Kronos Quartet e incluye otra obra maestra: Electric Counterpoint, ejecutada por el maestro Pat Metheny.

Loor, maestro Steve Reich.

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