En busca de regresar a Los Pinos, el PRI recurre a personajes con quienes perdió el poder
Domingo 9 de octubre de 2011, p. 6
El envío de señales, de mensajes cifrados y, sobre todo, las tablas políticas de Manlio Fabio Beltrones funcionaron a la perfección. Y ayer, contra todo pronóstico y contra quienes afinaban el aplausómetro para, de una vez por todas, entronizar a Enrique Peña Nieto durante la instalación del Consejo Político Nacional (CNP) del PRI, aquello devino en un refinado y gestual acto de elogios. De ida y vuelta.
Primero, el senador por Sonora descendió del presídium y llegó hasta la primera fila del auditorio Plutarco Elías Calles, donde estaba el ex gobernador mexiquense. Ambos aspirantes a la candidatura presidencial se abrazaron. Y los consejeros entendieron de inmediato.
Desde el área donde estaban los representantes del sector campesino surgieron atronadores gritos de ¡unidad, unidad!
, y se generalizaron entre un aplauso que duró más de 60 segundos. Y Beltrones dirigió sus palmadas hacia Peña Nieto.
Momentos después, tras decretarse un breve receso para después entrar de lleno a la aprobación del método de elección y de otros puntos, fue Peña Nieto quien correspondió al gesto y subió al estrado para llegar hasta el senador. Repitió el abrazo y de nuevo las exclamaciones unitarias inundaron el recinto.
Entonces, ese gesto recíproco de civilidad política quedó registrado también como una postal con sello de urgente hacia el exterior, hacia los otros partidos: tal vez diversos y distintos, pero no divididos...
En corrillos, algunos ubicaron la actitud de Beltrones como un ademán necesario frente a la cargada preparada para Peña Nieto.
Según ellos, para eso se instaló una gigantesca carpa en la explanada de la sede priísta a la cual no se dio ningún uso. Se colocó para organizar ahí un besamanos a Peña Nieto
, juraban las mismas fuentes.
Sea como fuere, el renovado CPN cumplió su cometido de mostrar un PRI confiado y preparándose para alcanzar su sueño de regresar a Los Pinos.
Paradójicamente, se vio ayer, el tricolor porfía y recurre a los mismos personajes con quienes perdió el poder. Porque ahí, por reglamento y/o historia, estaban priístas como Augusto Gómez Villanueva, Pedro Ojeda Paullada y Gustavo Carvajal Moreno, por citar algunos.
Y también se empeña en reivindicar a otros, como el ex gobernador oaxaqueño Ulises Ruiz. Como siempre, además, permite que se paseen con su eterna cauda de incondicionales y su peso político a cuestas líderes sindicales como Carlos Romero Deschamps y Joaquín Gamboa Pascoe.
Los priístas, pues, con su eterno genio y figura.
Y todos se reconocen y presumen entre ellos su capacidad de sobrevivencia tras dos sexenios expulsados del paraíso federal, aferrados desde entonces a sus estructuras sectoriales y a las de los gobiernos locales.
En éstas los gobernadores llevan mano, y lo saben. Salvo el mandatario de Veracruz, Javier Duarte, quien prefirió el estilo informal, todos llevaban corbatas rojas, y traje del mismo color la yucateca Ivonne Ortega. Ocuparon un lugar de privilegio a la derecha del presídium, y desde ahí atestiguaron el comportamiento de consejeros a quienes seguramente ellos palomearon en sus respectivas entidades.
Y no perdieron tampoco detalle de las señales manifiestas durante el acto, si bien más de uno se dio tiempo para practicar el divertimento de moda: las redes sociales.
Así, y en plena sesión, Carlos Lozano, mandatario de Aguascalientes, sumó éste a sus casi 3 mil mensajes vía Twitter: Positivo que #EnriqueJackson haya sido nombrado Secretario Técnico del #CPNPRI. Experiencia que abona a la unidad
.
Como siempre, pues, la meritocracia tricolor peleó cada centímetro cuadrado del auditorio y sólo vivió un minuto de democracia cuando junto con los gobernadores se puso de pie para rendir protesta. Más tarde de nuevo pasó grandes apuros para hacerse notar, pedir la foto y el abrazo de los ayer encumbrados, como el propio Jackson Ramírez.
Son, pues, mil 120 consejeros políticos nacionales de un tricolor que asegura estar dispuesto a volver por sus fueros. Y, después de tantos años de existencia, su proclamada unidad se guarece bajo un solo nombre: Luis Donaldo Colosio.