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El recorrido, un acto cívico que no opacó la pertinaz lluvia

Fin de la polémica con la vuelta de las osamentas al mausoleo de Reforma
 
Periódico La Jornada
Domingo 31 de julio de 2011, p. 7

Ya reposan de nuevo los restos de los héroes de la suave patria en el mausoleo de la Columna de la Independencia. Ya regresaron ahí después de 14 meses de polémica y trajín, y de no haber sido movidos desde 1925.

Pero ayer realizaron con ellos un último recorrido que comenzó en el Palacio Nacional, muy temprano, bajo una fina llovizna que mojaba el victorial Zócalo, acompañados por cadetes del Heroico Colegio Militar a caballo y por el pueblo de México, como convocaba la información oficial.

Al traslado de los huesos de los 14 héroes asistieron sólo algunos cientos de espectadores, la mayoría familias de sectores populares, imbuidos de un sincero sentimiento cívico y patrio –cada vez menos común–, como aferrados a la esperanza de una nación impecable y diamantina.

Muchos integrantes del pueblo esperanzado siguieron el recorrido, pero no pudieron llegar al Ángel de la Independencia porque fueron detenidos varias cuadras antes por retenes del Estado Mayor Presidencial, que sólo dejó trasponer las vallas metálicas y los arcos magnéticos a unos cuantos. La mayoría, entonces, tuvo que ver la ceremonia en una pantalla gigante.

Ayer concluia un año y dos meses de polémica y trajín de los huesos de los ilustres: del Ángel al Castillo de Chapultepec para ser restaurados, el 30 de mayo de 2010. De ahí a Palacio Nacional, el 15 de agosto de ese año, para ser exhibidos durante 11 meses ante más de un millón 200 mil visitantes. Y ahora, 30 de julio de 2011, coincidiendo con el día del fusilamiento de Miguel Hidalgo, de nuevo a su mausoleo.

Desde antes de la salida de ayer los restos de estos héroes convocados por el gobierno para formar parte de las celebraciones del Bicentenario, fueron de nuevo objeto de una ceremonia militar de máximos honores.

Adentro del Palacio Nacional se interpretó el Himno Nacional y con la presencia del secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, y del titular del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, José Manuel Villalpando.

Luego, a las 8 y media de la mañana, las 11 urnas con los restos de Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama y otros diez próceres fueron llevadas afuera por alumnos del Heroico Colegio Militar y distribuidas en varios vehículos descubiertos –el año pasado fueron carrozas tiradas por caballos–, que las transportaron pasando frente a la Catedral, por las avenidas 5 de Mayo y Juárez y el Paseo de la Reforma.

De vez en cuando la suave patria devolvía, como en un espejo, reflejos de otras de sus realidades. En el Zócalo, a unos metros, podían verse las carpas de los trabajadores electricistas en plantón. Y desde 5 de Mayo se apreciaba una manta de éstos con fotos del secretario Javier Lozano y el presidente Felipe Calderón, con la frase: Enemigos de los trabajadores.

Frente al Hemiciclo a Juárez el cortejo fúnebre se detuvo un momento. Por las bocinas se informaba a los asistentes, ubicados detrás de vallas metálicas y de filas de soldados, los perfiles de los insurgentes.

Claveles blancos, que antes habían sido distribuidos, eran arrojados al paso del contingente y varias personas aplaudían o gritaban bravos y vivas a los héroes que quisieron darnos una libre, soberana, próspera y suave patria.

El mayor número de asistentes estaba en torno a la glorieta de Colón, donde había empleados con chamarras deportivas de colores verde, blanco y rosa con la leyenda Correos de México, y jóvenes con ropas deportivas negras con franjas guindas, integrantes de la Banda de Guerra. Prep. Venustiano Carranza. Torreón, Coah. Uno de los empleados explicó: Venimos a hacer valla, nada más, somos del sindicato.

Cuando el cortejo cruzó Insurgentes la llovizna casi había parado. La gente avanzaba delante –a un lado y detrás de las osamentas–, con la intención de llegar al Ángel y presenciar su reintegración al mausoleo. Pero al llegar a la glorieta de la Palma supo que el paso no estaba permitido y que había allí una pantalla gigante, que parecía devolver una patria fiel a su espejo diario.

En una toma general se veía un Paseo de la Reforma desierto y una columna de la Independencia sin pueblo, muchos de cuyos integrantes vendían y comían tamales y atole al pie de las enormes imágenes transmitidas.

En un acercamiento, mientras regresaba la llovizna, se veía y oía al senador Manlio Fabio Beltrones hablar sobre los problemas del país. Y después al presidente Calderón referirse a la necesidad de unión e igualdad entre los mexicanos.