Desde su apertura hace más de cien años, la zona arqueológica de Teotihuacán y su periferia son objeto de diversas investigaciones encaminadas a develar el misterio de esa civilización, que desapareció sin dejar rastros.

Entre los enigmas que persisten figura la ausencia de tumbas o monumentos dedicados a los gobernantes, lo cual mantiene la incógnita sobre la forma de gobierno en Teotihuacán.

No existen –hasta ahora– registros, rostros o nombres de la élite que gobernó esa extensa urbe que en la antigüedad fue la sexta más grande, sólo detrás de Alejandría y Constantinopla.

Las excavaciones en el túnel de Teotihuacán servirán para desentrañar su sistema de escritura y la lengua que utilizaron.

Hace unas semanas se terminaron los trabajos de conservación que durante tres años se realizaron en el complejo arquitectónico Quetzalpapálotl, cercano a la Pirámide de la Luna. En este espacio de 4 mil 500 metros cuadrados se frenó el deterioro acumulado durante 45 años, se recuperó la estética y se obtuvo información sobre su cronología y la función que tuvo hace cerca de mil 500 años.

A partir de esta restauración, habrá recorridos didácticos en el punto más suntuoso de la urbe, que –según apuntan los investigadores– estuvo reservado a la elite.

Teotihuacán sólo ha sido explorado arriba de 15 por ciento y aún falta mucho por indagar.

Los expertos recurren a tecnología de punta, como el georradar, el escáner láser y un equipo de robótica para obtener registros, imágenes y datos fehacientes en diversas estructuras prehispánicas.

Luego de más de un lustro de haberse realizado un foro académico sobre la cultura teotihuacana, se retomará la quinta Mesa Redonda de Teotihuacán, la cual se efectuará del 24 al 28 de octubre.