on tantos los encantos que guarda Tacubaya que hay que regresar a ella constantemente. Poblado de importancia desde la época prehispánica, llevaba el nombre náhuatl de Atlacuihuayan, que significa lugar donde se toma agua
, debido a la abundancia del preciado líquido. Ello llevó al establecimiento de molinos y obrajes, sobre algunos de los cuales ya hemos hablado en crónicas anteriores.
Su riqueza hídrica y bellezas naturales la hicieron muy deseable tras la conquista. De hecho su posesión motivó una fuerte confrontación entre Nuño de Guzmán y Hernán Cortés. Este último salió triunfador, logrando que el rey de España incorporara Tacubaya al marquesado del conquistador. Durante el virreinato fue república de indios, en 1820 se convirtió en ayuntamiento y de 1824 a 1928 fue una de las municipalidades del Distrito Federal.
Ya hemos comentado que a lo largo de la última etapa del gobierno virreinal y durante el el siglo XIX, la entonces Villa de Tacubaya, fue un lugar de descanso de las familias pudientes, quienes construyeron hermosas fincas adonde acudían a pasar temporadas para mudar de temperamento
. Una de ellas, de las pocas que sobrevivieron, se conoce como la Casa Amarilla. La hermosa mansión actualmente es la sede de la delegación Miguel Hidalgo, que la tiene muy bien cuidada. Se puede apreciar el amplio patio y su fachada principal con un gran portón, balcones de hierro forjado y uno más amplio en la segunda planta, desde donde el delegado, Demetrio Sodi, dará el Grito el 15 de septiembre.
Se dice que el nombre se debe a que ahí vivió el marqués de las Amarillas, Don Agustín de Ahumada y Villalón. Otras opiniones sostienen que el nombre se debe sencillamente a que estaba pintada de amarillo, el hecho es que hasta la fecha se le conoce con ese apelativo. En algún momento de su historia la ocuparon padres franciscanos de la orden de los Pasionistas, quienes construyeron a un lado la capilla de Guadalupe, que se inició en 1903 y fue bendecida en 1908 por José Rodolfi, delegado de Pío X. Tiene el encanto de estar en el Parque Lira, del que hablaremos en otra crónica.. Hace años que la capilla perdió su función religiosa para dedicarla a cuestiones culturales. Durante varios años fue sede de una biblioteca pública. Recientemente la delegación la restauró y la convirtió en un centro cultural.
Ahora la interesante construcción de ladrillo que conserva algunos vitrales originales, es un magnífico espacio que da vida a distintas actividades culturales. La gran altura de sus muros permite el lucimiento de obras de arte de gran formato. Estos días hay una excelente exposición de obras del pintor Chucho Reyes, que nunca se habían visto, ya que son colección de la Casa Luis Barragán, a quien se las obsequió el artista por su gran amistad. También se organizan conciertos que se acompañan con un elegante piano de cola, reciente adquisición, que luce orgulloso el recinto. Los pisos de fina madera reflejan la luz que entra por los vitrales y brindan una especial iluminación al lugar.
Aquí se van a llevar a cabo 10 conferencias magistrales sobre patrimonio, arte e historia, todos los jueves de junio a septiembre a las 19 horas. Algunos de los conferencistas: Eduardo Matos, Miguel Sabido, Carlos Flores Marini, Mónica Uniquel, José de la Rosa, Rafael Tovar, Ramón Vargas Salguero, Martha Fernández y la autora de estas líneas.
Antes hay que darse un agasajo de comida poblana en La Casa Merlos. Está situada en Victoriano Zepeda 80, a unos pasos de la avenida Observatorio, atrás del viejo arzobispado. Para abrir boca unas chalupitas como compañía del tequila de la casa, muy recomendable. De inicio la sopa de flor de calabaza con elote y queso fresco y después el dilema entre el clásico mole, el pepián verde o los topolostles, que son las que aquí llamamos pacholas: bistecitos de carne molida preparados en metate. Postre: natilla de piñones o el flan casero.