on la desaparición, a partir de agosto próximo, de asignaturas como lógica, economía, sociología y antropología de los planes de estudio del Colegio de Bachilleres de la zona metropolitana, así como con la reducción en las horas de estudio de disciplinas como filosofía, física, química y biología en esos mismos planes, se asiste a la continuación y al avance de un proceso de mutilación en los contenidos de la educación a cargo del Estado.
Dichos recortes a los planes de estudio configuran, por principio de cuentas, una perspectiva desoladora: si desde hace años miles de jóvenes del país padecen una injustificable circunstancia de exclusión de los ciclos de enseñanza media superior y superior, ahora una porción considerable de los que sí logran ingresar a esos planteles son privados del estudio de disciplinas que, en otro momento, formaron parte incuestionable del tronco común del bachillerato. Es inevitable suponer que estos recortes, inscritos en el contexto de la reforma integral de la educación media superior, derivarán en una formación incompleta y de cuestionable calidad en perjuicio de los cerca de 120 mil estudiantes que se verán afectados, como señalan profesores del Colegio de Bachilleres –cuyas opiniones son recogidas en esta edición–. Lo anterior abate las posibilidades de que los estudiantes sean aceptados en universidades y los condena, en el mejor de los casos, a la obtención de empleos precarios y mal remunerados.
Es imposible desvincular las modificaciones referidas con el sostenido abandono de la visión humanista de la educación pública y su remplazo por políticas educativas pragmáticas, utilitarias y acordes con los intereses de los círculos empresariales. En la lógica neoliberal vigente, el estudio de las humanidades y las ciencias sociales no sólo es innecesario, sino que puede representar un obstáculo, habida cuenta de la contribución que éstas tienen en la formación de capacidad crítica y reflexiva en los educandos. Otro tanto puede decirse de materias como la física, la química y la biología, cuyo estudio no encaja con el ideal neoliberal de formar mano de obra barata para incorporarla al mercado de trabajo.
Por añadidura, en los aciagos tiempos que corren, el abandono de la enseñanza de esas disciplinas y el consecuente ayuno de ciudadanos críticos y de pensamiento libre abre amplios márgenes para los retrocesos del sistema político y para la regresión a una sociedad más autoritaria, y facilita la descomposición moral que enfrenta el país en general, en la que se enmarcan el aumento sostenido de la delincuencia y la violencia en todos los ámbitos de la sociedad, así como el severo deterioro ético de las instituciones políticas.
En este contexto, por más que la eliminación o reducción de las asignaturas referidas se presente a primera vista como conveniente al ideario del grupo en el poder –conservador en lo social, neoliberal en lo económico–, cabe esperar que las propias autoridades educativas recapaciten y entiendan que el estudio de las disciplinas referidas resulta imprescindible, no sólo para la formación de una sociedad verdaderamente democrática, sino también para alejar el riesgo indeseable de la dislocación nacional y para frenar el proceso de descomposición de la vida institucional.