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Bajo la Lupa

Bob Gates en búsqueda del G-2 perdido con China

A

ntes de jubilarse a finales de junio como secretario del Pentágono, Bob Gates, anterior director de la CIA especializado en temas soviéticos, ha realizado una serie de trascendentales pronunciamientos estratégicos que reflejan el ajuste de la nueva política militar de EU y la dinámica del nuevo orden mundial multipolar.

En el vuelo hacia su participación al relevante Foro de Seguridad en Singapur –la décima cumbre del británico Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, esta vez denominada El Diálogo Shangri-La–, Gates se soltó con los reporteros a quienes manifestó su satisfacción por las recientes señales de progreso en los lazos de seguridad con China pese a su rápida expansión militar (Afp; 2-6-11).

El todavía secretario del Pentágono afirmó que EU no busca mantener sometida a China, de quien le preocupa su nuevo arsenal militar, pero que pese a ello desea un mayor diálogo vigoroso.

En la cumbre de seguridad asiática de Singapur fue evidente que las relaciones de EU y China eclipsaron al restante de participantes.

Una cosa es lo que dice Gates y otra es si le creen los muy escépticos chinos quienes miden a EU por sus actos –que han sido abiertamente hostiles en fechas recientes– que por su retórica, que ha sido bombásticamente tóxica en el belicoso Congreso en Washington como en sus facinerosos multimedia.

Gates no tuvo más remedio que confesar lo obvio: China ha sido una gran potencia por miles de años. Es una potencia global y será (sic) una potencia global.

¿Cómo se readaptará EU en plena decadencia ante el prodigioso ascenso de China?

Lo ideal para EU, de acuerdo con el fallido designio de Zbigniew Brzezinski, consistía en seducir a China a la trampa del espejismo de la diarquía del G-2 que fue rechazado públicamente por el gobierno saliente de Beijing.

BG plantea la cuadratura del círculo de las relaciones entre una potencia decadente y otra ascendente –difícilmente manejable, de acuerdo con las sabias enseñanzas de la historia– cuando las diarquías –tanto a escala interno de los países como a escala inter-estatal– no suelen concluir favorablemente.

Comenta que la cuestión radica en cómo salir de ésto (sic), de una manera que asegure que continuamos a tener relaciones positivas en áreas como la economía (sic) y otras aéreas que son importantes para ambos, y manejar cualquier diferencia de visiones que tenemos en otras áreas.

Las francas declaraciones de Gates fueron realizadas un día antes de su charla con su homólogo chino Liang Guanglie.

Lo que le faltó deducir a Gates es el corolario de que una potencia global obliga a una comprensiva defensa militar en los ámbitos local, regional y global.

A su juicio, la modernización del arsenal chino representa una amenaza potencial a los portaviones de EU (una de sus principales joyas estratégicas navales) cuando China desarrolla cruceros precisos y misiles balísticos anti-buques de largo-alcance, además de un nuevo cazabombardero furtivo y capacidades cibernéticas y anti-satelitales”.

Plantea la creciente amenaza en teoría para luego diluir su vino al considerar que China no intentaba rivalizar con EU como potencia militar global y que, en su lugar, se encontraba focalizada a extender su alcance (sic) en el Océano Pacífico: Creo que los chinos han aprendido una lección poderosa (sic) de la experiencia soviética y no intentan (sic) competir con nosotros en el amplio rango de capacidades militares. ¿Para qué tanta alharaca entonces?

¿Cómo se van a repartir EU y China la seguridad del Océano Pacífico ahora que Japón anda de capa caída?

Al corte de caja de hoy es evidente que China defiende sus fronteras vitales cuando EU, apuntalada por Gran Bretaña y la OTAN, libra desestabilizaciones subrepticias en torno a China –desde Tibet pasando por Xinjiang hasta Cachemira– y, sobre todo, ha incendiado sus fronteras con las dos guerras que mantiene en Afganistán y Pakistán.

Desde la fundación del Grupo de Shanghai, durante prácticamente una década, lo que se ha visto es una contraofensiva de China que ha hecho retroceder a EU en gran parte de la crucial región centroasiática.

No se equivoca Gates cuando aduce que los chinos intentan construir capacidades militares para conseguir una considerable (¡súper sic!) libertad de acción en Asia y una oportunidad (sic) para extender su influencia.

El póquer es abierto y la oportunidad de China versa en aprovechar no solamente la decadencia multidimensional de EU sino, en particular, su próxima retirada militar de Iraq y Afganistán/Pakistán, ya no se diga tanto su retraimiento presupuestal como la miniaturización robótica donde sus fuerzas especiales jugarían un preponderante papel tecnológico.

De allí deriva su invitación realista para establecer el diálogo estratégico a escala militar. Admite que la venta de armas a Taiwán es un asunto delicado y refiere que el gobierno de EU en el pasado ha intentado tejer cuidadosamente muy fino con el fin de balancear las necesidades de seguridad de Taiwán con las preocupaciones de China.

Amén que el belicoso Congreso estadunidense mantiene encendida la llama votiva de la confrontación para promover su provocativa venta de armas a Taiwán (como ahora proyecta la venta lucrativa de docenas de aviones F-16), ¿No sería mejor que EU admita la inevitabilidad de la unificación de las dos Chinas y cesar así de atizar el fuego foráneo?

Para dividir y así mejor reinar, Gates repite la técnica y tónica ya muy vistas (v.gr la siembra de cizaña entre el presidente ruso Medvediev y el primer Vlady Putin), ahora entre los nacionalistas militares chinos y el liderazgo civil (supuestamente más acomodaticios a los intereses anglosajones). Llega hasta inmiscuirse en la muy sui generis separación de poderes de China –no olvidar, país gobernado por comunistas– cuando acusa que los militares no mantienen plenamente informados al liderazgo civil sobre sus actividades –una fijación mental de los multimedia anglosajones.

El saliente secretario del Pentágono afirma que el Ejército de Liberación del Pueblo tiene órdenes (¡super-sic!) del liderazgo civil para mejorar los lazos de seguridad con EU en una dirección particular (que no especificó).

Si Gates, en el crepúsculo de sus responsabilidades, desea mejorar las relaciones con China, ello no pasa amarrando navajas entre el saliente liderazgo civil chino, de corte tecnocrático, y sus militares, más dotados de conceptos estratégicos y quienes gozan de un inmenso poder que proviene desde la revolución maoísta.

China Daily (3-6-11) expone el punto de vista de Li Qinggong vicesecretario general del Consejo de Estudios Políticos de Seguridad Nacional de China –quien considera que pese a su (c)rudeza retórica Gates se disponía a mejorar los lazos militares entre las dos potencias, a diferencia de su predecesor (Léase: el pendenciero bushiano Ronald Rumsfeld).

Li no ocultó que potenciales disputas planean en los puntos calientes regionales,como Taiwán, el Mar de Sur de China y los ejercicios militares en el Noreste asiático. Durante la cumbre de marras Gates se confinó a evidenciar el punto caliente del Mar del Sur de China (CNN;4-6-11).

¿Hasta dónde dejará EU crecer a China sin un G-2?