Opinión
Ver día anteriorMiércoles 18 de mayo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Humillación
S

ituaciones similares a humillación son ultraje, degradación, desprecio, oprobio, insulto, agravio, vergüenza, denigración, deshonra, vejación, sufrimiento, desdén y olvido. Aunque los diccionarios contienen otras ideas afines bastan las anteriores para comprender algunas de las vivencias de las personas o de las sociedades que padecen alguna forma de humillación. Padecen en el sentido de ser portadores de una enfermedad y víctimas de algo nocivo.

Ignoro si existen estudios científicos sobre el problema de la humillación e ignoro también si se han publicado estadísticas en poblaciones diversas con respecto a la prevalencia y tipos de ese sinvivir. A pesar de no contar con esos datos, es indudable que la humillación es un fenómeno frecuente y grave, tanto a escala personal como social. La humillación diezma a muchas sociedades, fractura la vida de personas y polariza las distancias entre los seres humanos. La humillación es un acto cuyas consecuencias pueden ser impredecibles, ya que atenta contra la dignidad de la persona o del grupo.

La dignidad es uno de los bienes más preciados del ser humano. Algunas Organizaciones Defensoras de los Derechos Humanos consideran la humillación como una forma de tortura pasiva, debido a que viola los derechos humanos. Desde esa perspectiva hay quienes consideran la humillación como uno de los problemas centrales del mundo contemporáneo. Las desigualdades en la oportunidad de empleos entre hombres y mujeres, el mal trato por parte de algunos prestadores de salud, la estigmatización por raza o religión y el desprecio hacia los pobres son orígenes y factores asociados de la humillación. Mientras no se atiendan las razones de ese oprobio la mentada globalización seguirá adornando los escritorios de los políticos.

Dividir a la población mundial y a los individuos en ricos y pobres ha sido una tradición. Ampliar la división entre humilladores y humillados, en este mundo globalizado, es imprescindible. Para Aristóteles, nunca sobra regresar a él, los vínculos entre política y pobreza eran muy férreos; para el filósofo griego la pobreza era la razón de la política. Su idea, además de ser vigente, muestra el fracaso de la política –la pobreza se ha convertido en miseria– y la miopía de los políticos: pocos, muy pocos, se ocupan del problema de la humillación.

La crueldad de la pobreza conlleva el dolor de la humillación; ambas fomentan la indignidad, el sabor de la desesperanza. El buen ejercicio político debería incluir la humillación como tema de estudio. Vivir excluido y sin futuro es muy común en el mundo contemporáneo. Cincuenta o más millones de mexicanos perviven marginados. Para ellos la humillación es cotidianidad y la politiquería barata de nuestros gobernantes la responsable de su marginación.

Apatía y depresión son consecuencias de humillación individual. Agresión, violencia, desesperanza e incluso suicidio son respuestas individuales. Hartazgo, desesperanza e imposibilidad de acceder a un futuro mejor son consecuencias de humillación comunitaria o nacional. Marchas –México, Javier Sicilia–, linchamientos de policías –México, Centroamérica–, ejecuciones –Rumania, esposos Ceausescu–, sublevaciones –Egipto, Túnez– y piras humanas –Guatemala– son respuestas grupales.

La humillación tiene límites. Así lo demuestran los ejemplos antes citados. Tiene límites porque el fracaso social y político también tiene límites. Así lo advertían los viejos marxistas cuando señalaban las contradicciones del capitalismo. Así lo demuestran quienes cuelgan a sus ex presidentes, queman a sus policías o desean apresar y castigar a sus políticos. La humillación no es un fenómeno natural ni consecuencia lógica de ningún acto. Nadie merece ser humillado. La humillación retrata bien la opresión del hombre por el hombre y la pauperización de la especie humana.

Considerar, como hacen algunas organizaciones no gubernamentales, la humillación como una forma de tortura pasiva es correcto. Esa tortura, aunada a la indignidad, son humus del malestar social y fiel retrato del fracaso de la mayoría de los políticos y sus políticas en los países pobres. Ideas afines a humillación, i.e., degradación, oprobio, desdén, sufrimiento, etcétera, son algunos síntomas de ese mal ahora convertido en epidemia.

El mundo, ancho y globalizado, al igual que muchos humilladores, continuarán su marcha y sus quehaceres. Algunas naciones, sociedades e individuos, hartos de tanta humillación continuarán protestando. Quienes humillan, con porras, quienes padecen, con sus vidas. Unos asesinando y vejando, otros superviviendo y sufriendo. Lo que no es posible es continuar perviviendo de las cuotas de un pasado cada vez más agotado: confrontar y abatir la humillación es tarea ingente.