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Ana García Bergua
Los dibujos escritos de Gabriel Ramírez*
Gabriel Ramírez Aznar (Mérida, Yucatán, 1938) es uno de los pintores de la llamada Generación de medio siglo, aquella que surgió hacia la década de 1960 como respuesta y revivificación de la corriente nacionalista y revolucionaria, ya tan avejentada que a esas alturas su nombre era una ironía. Estos pintores, entre los que se encuentran José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Vicente Rojo, Alberto Gironella o el también yucateco Fernando García Ponce, incorporaron la plástica a un movimiento más amplio que en esos momentos le dio a la cultura mexicana un impulso antisolemne y cosmopolita. La obra de Gabriel Ramírez, que además de la pintura y el dibujo incluye muchos libros sobre cine, del que es un gran conocedor, formó parte de aquel movimiento revitalizador y ha continuado en la entrañable y calurosa Mérida su trayectoria siempre deslumbrante. Además de ganar los más altos premios nacionales, Gabriel ha expuesto su obra en Nueva York y en la Feria arco de Madrid. Su pintura, a medio camino entre lo figurativo y lo abstracto, de una gran fuerza y complejidad, se nutre de una gran pasión por el cine, el arte, la música, la literatura. También, a lo largo de los años, Gabriel Ramírez ha dibujado muchísimos retratos de artistas y escritores.
Tengo la gran suerte de conocer a Gabriel y su obra desde que era niña, y nunca me han dejado de impresionar estos retratos: aquellas líneas que surgen diestras y nerviosas de su mano, como si fueran parte de una misteriosa escritura, y que terminan formando el rostro y el mundo de un cineasta, un músico, una actriz. Siempre he pensado que, así como en sus pinturas coloridas, explosivas, muchas veces torturadas, Gabriel expresa sus obsesiones más personales, en sus dibujos está el diálogo con las figuras que nutren su obra.
Los retratos de Gabriel Ramírez suelen ir acompañados del nombre, de una frase, la propia firma del artista o de un elemento que resultó esencial para su existencia. En ellos, Gabriel hace una especie de ensayo sobre el personaje representado; también podrían ser como un cartel que dijera: lea a Flaubert, escuche a Schubert, conozca la obra de Cézanne, y hablará de ellos recreando su entorno con conocimiento y soltura, con la familiaridad de quien ha convivido con ellos a lo largo de los años.
El nuevo libro de Gabriel Ramírez, Escritores, reúne los rostros de treinta y tres escritores universales. Se trata de una selección muy personal, que se puede apreciar, por ejemplo, en los escritores mexicanos: Efraín Huerta, Jorge Ibargüengoitia, Ricardo Garibay, Julio Torri, Enrique González Martínez y el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón. En ellos me parece ver una especie de ajenidad al medio literario y a la vida en general, un carácter o una existencia aislada, ya sea desde la rabia (Garibay), el humor (Ibargüengoitia), la no pertenencia (Efraín Huerta), la rareza (González Martínez), la incomprensión (Julio Torri). Los retratos, de Bertrand Russell a Thomas Mann, de Vallejo a Jean Genet o a Isaac Bashevis Singer, se acompañan de un texto que devela partes de la biografía, algunos rasgos terribles y dolorosos, como la homosexualidad negada de Thomas Mann, la pasión de John Ruskin por las niñas, el desprecio de los hermanos Goncourt por las mujeres. Y es que, así como Gabriel parece dibujar con la caligrafía del escritor, yo diría que también escribe un poco con el trazo del dibujante. Por ejemplo, cuando dice de Alberto Moravia: “Correoso, de piel morena y curtida, amargado como loro viejo de espesas cejas, el muy distinguido Alberto Moravia reinó en los sofisticados círculos romanos como un objeto de adulación, imitación y escarnio.” O de Miguel Ángel Asturias: “Su escritura, caracterizada por un fabular que pinchó, cortó e hirió de manera refinada y contenida, transcurrió en una geografía que variaba con lentitud y un paisaje espiritual que se alteró poco o nada desde sus días infantiles.”
Estos retratos de escritores son el homenaje personal del pintor y dibujante a dos siglos de escritores atormentados y espléndidos. En un mundo atestado de cantantes sordos, pintores que no pintan y gente famosa por no haber hecho nada, la obra de Gabriel Ramírez siempre nos recordará que el arte y la literatura son lo que nos salva, pues representan aquello que verdaderamente tiene profundidad y sentido.
* Extracto del prólogo al libro de Gabriel Ramírez, Escritores,
editado por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2010.
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