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El colombiano Daniel Ferreira, en encuentro editorial de Minería

Someter a un país al espectáculo cotidiano de la matanza es deplorable
 
Periódico La Jornada
Lunes 7 de marzo de 2011, p. 9

Someter a un país al espectáculo cotidiano de la matanza de gente es deplorable, porque eso insensibiliza a los pueblos y genera una naturalidad con el crimen que nos permite oírlo y verlo todo, pero sin cuestionarnos cómo hemos llegado a tales niveles de atrocidad, comentó el escritor colombiano Daniel Ferreira.

De visita en México para la presentación de su primera novela, La balada de los bandoleros baladíes, distinguida con el Premio Latinoamericano de Novela Sergio Galindo 2010, que otorga la Universidad Veracruzana, el cual fue presentado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, Ferreira (Colombia, 1981), en charla con La Jornada, consideró que en México hay una saturación mediática, por lo que toda la sociedad tiene que plantearse algo al respecto a niveles político, social y cultural.

El autor explicó que en años recientes, en el terreno literario en Colombia se aprecia una tendencia narrativa denominada del sicariato, y de manera despectiva de la sicaresca, un poco en referencia a la picaresca, explicó el autor. Tendencia que comenzó en las décadas de los 80 y 90 con la publicación de una saga de novelas de distintos autores.

Entre los títulos más interesantes se encuentra La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo; Satanás y Buda blues, de Mario Mendoza, y Sin tetas no hay paraíso, entre otras.

Esas novelas, opina Ferreira, tienen a la ciudad como fondo; entonces, las historias del sicariato son urbanas, y el sicario como tal es un tipo humano que se debe abordar desde ópticas distintas.

Me distancio de la novela del sicariato porque es un entorno que aún no conozco bien. Me reconozco como un escritor que vivió en un entorno de violencia rural, no urbana. Me interesa el mundo interior de estos hombres rurales, casi todos analfabetos, que se vinculan a un ejército paramilitar y se convierten en mercenarios envilecidos por la atrocidad cotidiana, capaces de las peores cosas sin saber para quién trabajan.

La balada de los bandoleros baladíes aborda cinco historias. Tres presonajes representan el nacimiento, el origen, el entorno y el desarrollo de una mente criminal: un cazafortunas, un mercenario y un parricida. Los otros son una madre que ha cuidado a su hijo subnormal toda su vida.

La historia se sitúa en la violencia rural colombiana de los años 90 del siglo XX; gira en torno a “Malaverga, ladrón y putamadre mercenario, cuya encomienda es arrasar un pueblo entero. A manera de ventanas que van descubriendo una realidad cruel y derruida, el lector presencia el ejercicio de la violencia en sus múltiples manifestaciones”.

El personaje del mercenario se convierte en un sayón, diferente a un sicario: “el sayón es un asesino que opera en una estructura paramilitar, donde se anula todo nivel de culpa y se pierde el libre albedrío, donde nunca se sabe de dónde vienen las órdenes”, explica.

Para el joven autor, mientras las novelas del sicariato tienen que ver con los conflictos sociales de una ciudad y se encuentran vinculadas al narcotráfico, el mercenario de su novela “es un hombre que no ha desarrollado una vida normal en la sociedad. De ser universitario y poeta elige el crimen como forma de ascenso social. Es un asesino que se convierte en bandolero a título personal.

No escribo para hacer una denuncia, sino para conocer el mundo interior del criminal capaz de cometer las cosas más bárbaras y tomarlo como trabajo.

La balada…es la primera de cinco novelas de un proyecto denominado Pentalogía de Colombia. La segunda, Viaje al interior de una gota de sangre, recientemente distinguida con el premio del segundo Concurso Latinoamericano y Caribeño de Novela ALBA Narrativa 2011, de La Habana, Cuba, aborda el mundo interior de la víctima.