mientras los pueblos del Magreb y Medio Oriente embisten contra los regímenes políticos y los frágiles tinglados institucionales de las autocracias y burguesías árabes, Washington y Tel Aviv entrecruzan guiñadas para celebrar la balcanización del milenario y potencialmente ubérrimo Sudán.
Escribo Sudán
y la memoria evoca el novelón Las cuatro plumas, escrito por A.W. Mason para exaltar las hazañas
del colonialismo inglés en la guerra del Sudán (1884-99), el filme Khartoum (1966), con Charlton Heston y Laurence Olivier, y un sello postal sudanés que, por ignorancia, vendí a un filatelista uruguayo en mucho menos de su valor real.
Luego supe que a inicios del siglo pasado los ingleses tuvieron que resolver en Sudán un problema más complejo que el control político y militar, y que de un modo u otro se proyectó hasta nuestros días: la incautación de sellos postales con un grabado que representaba el servicio de correos por camelleros.
El papel de los sellos tenía una filigrana fácilmente visible con lupa: la Cruz de Malta. Y los sudaneses presentaron su queja pues al humedecer los sellos con la lengua les parecía estar besando el símbolo del cristianismo. Londres ordenó una nueva emisión, sustituyendo la filigrana de la Cruz de Malta, con símbolos del Islam.
Con un territorio 20 por ciento mayor y una población 2.7 veces menor a la de México, el 9 de julio entrante Sudán dejará de ser el país más grande del continente negro
. Y Sudán del Sur
se convertirá en el Estado independiente
número 54 de África.
Para seguir, desplegamos el mapa.
Ubicado en el llamado valle del Nilo
(y por ende con gran influencia egipcia desde la época de los faraones), Sudán empezó a manifestar una suerte de protoconciencia nacional en el periodo final de la dominación otomana en Egipto (1820-1876). La actual capital de Sudán (Karthoum o Jartum) fue expresamente fundada en 1820 por Mohammed Alí, el pachá pro turco de El Cairo.
La expansión de los otomanos en Sudán acabó en pesadilla. En el sur se enfrentaba con las celosas autonomías étnicas y religiosas de animistas y cristianos, en tanto la apertura del canal de Suez (1869) incrementaba de forma exponencial el interés de las potencias coloniales.
Por otro lado, la gran insurrección mahdista
(de mahid
, el guiado), liderada en el norte de Sudán por Muhammad ibn Abdalla (el Bin Laden de la época), se propuso unificar todo el valle del Nilo (1881). Corrompido y en quiebra, el sultanato egipcio solicitó la invasión militar directa de Londres (1882).
Los mahdistas derrotaron a los ingleses, ocuparon Jartum, y establecieron el primer gobierno nacional de Sudán. El juicio y fusilamiento del mítico general Charles G. Gordon (quien en las novelas y óleos románticos de la época, y en las películas de Hollywood muere en combate
), estremeció a Inglaterra (1885).
Londres no admitió la existencia de un Estado que se oponía a su estrategia de formar en África oriental un corredor
continuo de colonias para unir El Cairo con El Cabo. Así, la reconquista de Sudán (1896-1998) contó con el apoyo de Francia, tropas egipcias mejor entrenadas, el uso indiscriminado de ametralladoras y artillería moderna.
Un sanguinario general irlandés, el famoso Horacio Kitchener, lord Kitchener –mejor visualizado como el bigotudo que en los carteles de reclutamiento de la Primera Guerra Mundial señalaba a los ingleses con un dedo descomunal: “Britons! Wants you… Join your country’s army”–, venció a los sudaneses en la cruenta batalla de Omdurman (1898).
Inspirado en el sistema concentracionario de la población civil (inventado por el general español Valeriano Weyler en la guerra de Cuba, 1895-1898), Kitchener y un joven con futuro que luchaba a su lado, Winston Churchill, emplearon el mismo método de exterminio en la guerra contra los boers (Sudáfrica, 1900-1902).
La instauración del protectorado
anglo-egipcio (1899) y la férrea exigencia de Londres para impedir cualquier tipo de contacto entre el norte y el sur hundió a Sudán en el atraso, la pobreza, y el marasmo político y religioso que las potencias imperialistas estimularon desde mucho antes, y después de su independencia formal (1956).
En la siguiente entrega abordaremos las tribulaciones post independentistas de Sudán, y el trabajo de zapa de uno de los inductores del genocidio en la región de Darfur, a más de entusiasta partidario del separatismo sudanés. Palabras del general Hayem Laskoff, ex jefe de personal del Estado Mayor de Israel:
“El éxito de Israel en desarrollar sus relaciones con estados del oeste de África –especialmente con los que están situados al sur del gran Sáhara que bordea los estados árabes africanos– supondrá importantes beneficios económicos para nuestro país, beneficios que harán que se supere su debilidad estratégica en otras áreas a causa del cerrado grupo de estados árabes que lo rodean, y llegar así al corazón de la espada árabe, en un lugar en el que los árabes no se lo esperan.”