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Perder duele, pero en los últimos minutos, más, lamentó Lapuente

América no pudo defenderse en su casa y cayó ante Tigres

El ánimo decayó en el vestidor, pero no se puede bajar la cabeza, dijo

 
Periódico La Jornada
Lunes 24 de enero de 2011, p. 5

El peor rival del América es el propio América. Un club grande, con una nómina obesa, pero que juega contra las adversidades de sus propios jugadores y de su técnico. Ese pulso tembloroso, esa incertidumbre y ansiedad que recorre todas las líneas del conjunto de Coapa volvieron a aparecer ayer en el estadio Azteca, donde cayó en tiempo de compensación ante Tigres, que sin grandes alardes parecía que llegaba en plan cumplidor.

Perder así, en este momento, aviva más la angustia que significa vestir de azulcrema.

Hace dos semanas las Águilas debutaron con una derrota ante Pachuca, la semana pasada apenas rescataron un empate contra Jaguares y ayer perdieron con un equipo al que no le ganan desde hace cinco años.

El escenario enrarece el ambiente para los de Coapa, que desde el arranque salieron disparados más por la ansiedad de conseguir resultados convincentes que por la ambición de vestir los colores de un equipo grande.

Dos hombres pusieron el pecho para que el América saliera adelante: Matías Vuoso, un delantero hábil para crear jugadas peligrosas y fallarlas; y Daniel Montenegro, un volante punzocortante, quien la semana pasada estuvo en la banca y suele ser el blanco favorito de los reclamos de Manuel Lapuente. Mientras Vicente Sánchez intentaba multiplicarse en toda la cancha.

Con el partido en sus primeros minutos, Vuoso se enfiló hacia el área rival y con la mirada nerviosa que tienen los delanteros alcanzó a ver a Pável Pardo por la derecha y de inmediato le puso una pelota que el mediocampista descargó al arco.

Enrique Palos, el guardameta cuyo apellido es destino, apenas pudo desviar lo que parecía el primer tanto del juego. Esa advertencia suponía un cuadro local incisivo y malencarado que no cesaría en el ataque.

Rolfi Montenegro, con el entusiasmo y voluntad de un novato, también sudaba la camiseta. En la primera oportunidad clara que tuvo, tras una escapada por la banda derecha, envió un centro al que sólo le faltaba un compañero, o cualquier objeto que interrumpiera la trayectoria para que esa pelota se convirtiera en gol. Vuoso fue ese compañero, o ese objeto, que llegó hecho un bólido y terminó estrellándose con la defensa.

De manera insistente Montenegro entraba por la derecha o se convertía en un ariete por el centro.

Apenas había transcurrido el primer cuarto de hora de juego y otra vez se encontraba ante el marco. Nicolás Olivera hacía una proeza y se sacudía a dos rivales durante una escapada por la izquierda y dejaba una oportunidad estupenda al volante argentino, pero otra vez Palos interceptaba ese disparo y arruinaba el esfuerzo americanista.

El técnico Manuel Lapuente se levantó de su asiento y avanzó molesto hasta el límite del área técnica; con ademanes de profesor severo reclamó al argentino. Rolfi sólo asintió con gesto de alumno disciplinado.

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Lucas Lobos, autor del primer gol del conjunto de la UANL, gana el esférico a Óscar RojasFoto Cristina Rodríguez

Aunque los locales mostraron algunos momentos de verdadera vocación ofensiva, el juego perdió intensidad. En ese instante, cuando se veía que no pasaba nada y el tiempo parecía más lento, el felino Alberto Acosta se deslizó por la banda izquierda y mandó al área una pelota inocente, casi de rutina.

El olfato depredador de su compañero Lucas Lobos lo llevó hasta esa zona y aprovechó que Diego Cervantes incurría en el peor pecado que un defensa puede cometer: quedar de espaldas al ataque.

Lobos encaró a Memo Ochoa, amagó un disparo con la zurda y le pegó con la derecha. El arquero azulcrema mordió el anzuelo y permitió que ese balón inofensivo se convirtiera en el primer gol de Tigres.

Con esa anotación y el abucheó de la afición se fueron al intermedio. Los de las Águilas regresaron con la mirada baja, parecían abatidos. Pese al gol en contra y la impresión del desánimo, en desbandada buscaban el empate.

Incluso con la defensa, en una jugada en la que Mosquera estuvo a punto de meterla y al arquero Palos se le fue entre las piernas, pero la defensa alcanzó a rechazarla casi en la línea.

El América la buscó con un Vuoso que elaboraba jugadas complejas y con un Rolfi incansable. Con esa insistencia lograron elaborar una salida hecha con los nervios crispados y la pierna fina. Vuoso creo sin nadie más una jugada, en la que dejó dos rivales tendidos en el pasto y envió un centro que fue casi un guiño a Montenegro, quien recetó un disparo al fondo de la portería de Palos. Un empate que parecía el premio al tesón.

Con esa anotación los de Coapa recuperaron el pulso y estuvieron cerca de anotar el de la victoria; sobre todo con Enrique Esqueda, quien tuvo una oportunidad frente al arco, pero que el portero de los de la UANL atajó.

Más tarde otra vez Montenegro tocaba a la puerta de Tigres, en un servicio a Ángel Reyna, pero el titubeo le impidió anotar.

En el último minuto, cuando parecía que el América rescataba el empate, ante un descuido de la zaga americanista el rival Damián Álvarez envió un centro que Mancilla mandó al fondo del arco de Ochoa.

Perder duele, dijo el técnico Manuel Lapuente, “pero que ocurra de esa manera en los últimos segundos duele mucho más. Hay cosas que no tienen explicación, ésta es una de ellas.

Estoy molesto por el resultado y preocupado, pero no por lo que puede venir en la semana, sino porque la actitud del equipo fue para ganar y pese a todo perdimos.

El ánimo decayó en el vestidor, admitió Lapuente, pero dijo que ante estas circunstancias no pueden bajar la cabeza. Esto fue un accidente de futbol, trató de explicar lo que parece que no tiene explicación.