Sociedad y Justicia
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Genera situaciones caóticas el crecimiento urbano desordenado

Estresa y agota a millones de mexicanos el transporte diario

Ir al trabajo y regresar a casa, aventura de varias horas y transbordos

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Escenas cotidianas en el servicio de transporte público de la ciudad de MéxicoFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Domingo 16 de enero de 2011, p. 33

Elige un trabajo lejos de tu casa, porque sólo en el trayecto vas a poder pensar, dijo alguna vez el escritor búlgaro Elías Canetti. Hace cinco años, Ivonne Ramírez hubiera tratado de ahorcarlo. Enlatada en el tráfico durante al menos cinco horas al día, tuvo tiempo de sobra para pensar, leer, bordar, oír música, volver a pensar. Y así, hasta la náusea.

Ivonne, asistente de dirección en una compañía de seguros, es una de las millones de personas que todos los días atraviesan la ciudad en viajes de más de una hora y media, sometidas al estrés y el cansancio que provoca el crecimiento disperso de las megalópolis mexicanas.

Un peregrinaje diario

A las 4:45 de la mañana, sin rastro de sol en el cielo, Ivonne salía de la casa de sus padres en Ecatepec, estado de México, rumbo a su trabajo cerca del Metro Copilco, donde entraba a las 7:30 y salía a las 20:30 horas, en el mejor de los casos.

Luego de 70 minutos en autobús a vuelta de rueda hacia el Metro Indios Verdes, venían otros 90 tratando de subir al vagón, y viajando toda la línea hasta el sur de la ciudad. Tres horas en total para llegar a la oficina, a donde ya llegaba no estresada ni enojada: lo que le sigue. ¡Eran seis horas de mi vida al día!, cuenta Ivonne en entrevista con La Jornada.

Cuando pensaba que la situación no podía ser peor, le hicieron el gran favor de cambiarla a las oficinas de Huixquilucan, donde permaneció durante tres años con el mismo horario.

“Para matar el tiempo leía dos libros al mes. Cuando me cansaba, oía un poco de música; luego empecé a tejer bufandas o me llevaba la agenda para adelantar trabajo. Pero aun así, con tanto tiempo encerrado en latas, con el mal humor de toda la gente, te dejas arrastrar.

Ya no veía a mis papás ni a mis amigos; no tomaba cursos ni hacía ejercicio y los fines de semana me la pasaba dormida. Todo el tiempo estaba de malas, con sueño, con desórdenes alimenticios. Tampoco tenía pareja porque no me daba tiempo.

Orillada por el cansancio, Ivonne dejó la casa de sus padres en Ecatepec y comenzó a rentar un departamento en Buenavista, lo cual coincidió con un nuevo cambio de oficina, esta vez a media hora de donde reside.

La vida te cambia. Ahora tomo clases de italiano, hago ejercicio en las mañanas, me da tiempo de desayunar. Me di cuenta de que estaba viva, y no era un zombi que va corriendo sin rumbo fijo.

Menos tiempo para vivir

Vivir demasiado lejos del trabajo o la escuela no sólo es un factor desencadenante de estrés, fatiga e incluso violencia, sino también un obstáculo para la comunicación entre familiares, de acuerdo con un estudio reciente del Observatorio de Política Social y Derechos Humanos (OPSDH).

“El 65 por ciento de la gente trabaja más de 40 horas a la semana para subsistir, y gasta más de cinco horas a la semana en transportarse. Por eso llega cansada a su casa, y le dedica 12 horas a la semana a tirarse a ver la tele, y sólo seis a convivir con su familia”, explicó la investigadora Ximena Maroto.

Este fenómeno de pobreza de tiempo, directamente relacionado con la oferta laboral y la infraestructura de transporte de la ciudad, “ha provocado la ruptura de transmisión de saberes entre padres e hijos. Ahora éstos comen más chatarra, por eso es un factor de obesidad infantil y de desintegración familiar”, advirtió.

Por su parte, Héctor Nájera, coordinador del OPSDH, explicó que el estudio realizado por este organismo en 2009 en Ciudad Juárez, Tijuana, Guadalajara, Aguascalientes, Tapachula y Mérida, reveló que la disposición territorial de las urbes tiene grandes repercusiones en la vida de sus habitantes.

En los últimos años ha habido una transformación en la dinámica de las familias, derivada del poco tiempo libre que tienen sus miembros, y de la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. Han aumentado los ingresos del hogar, pero a costa de transtornos como el poco tiempo que se le da a la reproducción de saberes, y a la alimentación y el cuidado de los hijos, afirmó.

Las horas muertas que dedicamos a transportarnos generan situaciones de desesperación que incluso impactan en las estadísticas oficiales de morbilidad, tanto por estrés como por accidentes, lo que se consigna en el Sistema Nacional de Información en Salud, dijo.

El reino del auto y el microbús

Siguiendo el modelo estadunidense, las urbes en México han crecido de forma horizontal, extensiva y con poca diversidad del uso de suelo, lo cual ha hecho normal que la gente realice trayectos de dos horas o más de su casa al trabajo y viceversa.

Uno de los principales elementos que han generado esta situación, de acuerdo con el ingeniero y economista Gabriel Quadri, es el subsidio gubernamental a la gasolina en México –que ha incentivado el uso de vehículos automotores privados–, sumado a la mala calidad del transporte público.

En el precio de los combustibles tendría que estar incluido su costo social, por eso la gasolina debería tener un impuesto muy severo. Compara la estructura de una ciudad europea típica con la de una estadunidense, Phoenix con Bruselas, por ejemplo, y son dramáticamente distintas, lo mismo que los precios de la gasolina en ambos casos.

México, de acuerdo con el también especialista en asuntos medioambientales, tiene todavía una mentalidad urbana premoderna que le impide valorar adecuadamente las ventajas de vivir en un entorno de alta densidad, donde sea viable usar un transporte colectivo eficiente, caminar o andar en bicicleta.

En el Distrito Federal, por ejemplo, 46 por ciento de los viajes se hacen en microbús, 30 en auto privado y 10 por ciento en taxi, lo cual no sólo es insostenbible desde el punto de vista ecológico, sino que deja en manos de intereses corporativos y mafiosos el transporte de la mayoría de los ciudadanos.

Todo lo anterior, sumado a un crecimiento urbano desordenado –en donde se construyen viviendas en zonas lejanas sin importar si son accesibles, sólo porque allí el precio de la tierra es muy bajo–, da lugar a los embotellamientos y traslados excesivamente largos que padece la gente todos los días, señaló.

Para recuperar la ciudad, según Quadri, es necesario tomar medidas en busca del bien común, aunque en un principio puedan ser impopulares, como gravar el precio de la gasolina y dedicar esos recursos a mejorar el transporte público, romper la mafia de los microbuses, promover el uso de la bicicleta y liberar los espacios públicos de la privatización ilegal de los vendedores ambulantes.