Todavía no existe un censo oficial con actas de defunción de las víctimas
La jornada de homenaje a fallecidos, marcada por el vacío de liderazgo político
Jueves 13 de enero de 2011, p. 2
Puerto Príncipe, 12 de enero. Todavía no hay un censo oficial, con nombres y actas de defunción, de víctimas mortales del terremoto de hace un año, que golpeó con dureza al menos 10 poblaciones del país, principalmente Puerto Príncipe y Leogane. Pero en este primer aniversario, el gobierno resolvió hacer pública su estimación actualizada, que aumentó la cifra original de 250 mil decesos a unos 316 mil.
El dato fue hecho público hoy por el primer ministro Jean Max Bellrive en una conferencia de prensa, en la que se hizo acompañar por Bill Clinton, ex presidente de Estados Unidos. Ambos encabezan la Comisión Interministerial de Reconstrucción para Haití, que cuenta con la promesa de financiamiento de 10 mil millones de dólares de la comunidad de donantes. Los dos políticos anunciaron que hay nueve proyectos de construcción de vivienda para los cerca de 100 mil damnificados que desde hace un año viven a la intemperie.
La jornada de duelo nacional estuvo marcada, como hace un año en plena catástrofe, por el vacío de liderazgo político. No hubo una cabeza que convocara, no hubo una voz que pronunciara un mensaje a la nación. El presidente René Préval se limitó a asistir a una misa masiva en el atrio de la derruida catedral de Puerto Príncipe, silencioso y evasivo, acompañado por parte de su gabinete y el cuerpo diplomático. Después no se supo nada más de él.
Esta mañana las mujeres de la capital salieron vestidas de blanco. De blanco fue Jocelyn a la catedral. A lo que queda de ella. Platicamos entre las ruinas, sobre los escombros. Mis siete hijos viven. Tengo mis dos piernas, mis dos brazos, mis ojos. Lo que perdí, sólo mi casa, es nada. Pero hoy voy a ayunar todo el día, comeré sólo pan seco. Y me quedaré aquí rezando hasta que se meta el sol. Es mi deber como haitiana
.
Un sentido del deber que lanzó a miles de personas a todos los templos y peristiles (casas de la religión autóctona) del país en interminables ceremonias religiosas. Algunas solemnes, otras verdaderas pachangas, fueron las que contuvieron y recibieron las emociones del aniversario del terremoto.
Siete para las cinco
En el invierno tropical, a las cuatro de la tarde el sol empieza a declinar. A esa hora cientos de periodistas llegados de todo el mundo se concentraron en el campo Marte, frente al palacio nacional en ruinas –corazón político del país–, esperando testificar un masivo minuto de silencio para marcar los segundos exactos del terremoto de 7.3 grados que demolió buena parte del país.
Pero las masas no llegaron a donde nadie las convocó. Los pequeños grupos que se formaron para cantar u orar fueron presas de las cámaras en busca de una imagen simbólica. En una esquina una empresa de telefonía celular patrocinó un templete donde un grupo de artistas hizo del duelo un espectáculo.
El famoso minuto de silencio se acortó en un ambiente que diluía todo recogimiento. El anticlímax.
Una hora después ya era noche cerrada. Las calles quedaron insualmente solitarias y silenciosas. Ese quizá fue el momento en el que el obligado ejercicio de la memoria volvió a revivir los fatídicos 35 segundos de aquel día.
En ese breve tiempo se desplomaron el palacio nacional, la catedral y la histórica iglesia del Sagrado Corazón, el arzobispado y el palacio episcopal, el palacio de los ministerios, el palacio legislativo, todos los edificios del Poder Judicial y nueve ministerios, entre ellos la cancillería, miles de hospitales, escuelas, universidades, negocios, comercios y bancos. Y las viviendas de 15 por ciento de la población.
Memoria viva
Hay un nuevo sitio de peregrinaje en las cercanías de Puerto Príncipe. Queda al pie de una baja cadena de cerros camino al norte de la isla, con vista a mar. No hay transporte público que lleve a la gente hacia allá. Entonces llegan a pie, en forma aislada o en pequeños grupos.
Es la mayor fosa común con las víctimas del terremoto. Apenas el martes el gobierno reconoció que ahí fueron enterradas, en grandes cavidades, 206 mil personas cuyos cadáveres quedaron expuestos en las calles o fuera de las morgues durante los primeros días después del terremoto. Fue una operación de emergencia que, a pesar de su dureza, nadie objetó.
Ahora la fosa común empieza a tomar forma como un sitio especial. Le han puesto nombre. Se llama San Cristóbal. Y han sembrado un mar de cruces negras que representan a quienes yacen ahí. Algunas cruces tienen coronas de flores de papel. Y las coronas unas cintas que dicen: Nunca te olvidaremos
. Esas palabras demuestran que las víctimas del sismo son, hoy, memoria viva.