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Rocío Noemí Martínez, académica de la UNAM, da detalles de diversas fallas técnicas

Censura experta obras de restauración del Ex Convento de Santo Domingo, en Chiapas

Tratamiento, colores y materiales usados son inadecuados, parecen estructuras sin lógica contextual, advierte

Medio edificio está concesionado a City Group; el INAH local protesta

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Los arcos de medio punto también se han aplanado y ensanchado su acceso, lo cual da impresión de artificialidad, apunta la maestra en Historia del Arte de la UNAMFoto Javier Molina
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 10 de enero de 2011, p. 9

San Cristóbal de Las Casas, Chis., 9 de enero. En 2006 se concluyó la restauración de la fachada del templo de Santo Domingo de Guzmán, en esta ciudad. El cuidado de los detalles en cada elemento iconográfico, en los distintos cuerpos que componen esta fachada retablo barroca, testimonio histórico de una concepción de urbanidad para el siglo XVIII, se agradeció enormemente al equipo de restauradores bajo la coordinación del Instituto Nacional de Antropología del Centro INAH-Chiapas, afirma Rocío Noemí Martínez, maestra en Historia del Arte por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Su labor profesional, basada en un intenso trabajo de calas y toma de muestras para detectar capas de colores en el monumento, su consulta en archivos y el tiempo que se tomaron para realizar la investigación documental que les permitiera respetar al máximo la historia del monumento, dio como resultado la fachada policroma que ahora destaca nuevos elementos de estudio.

Sin embargo, ahora que se realiza la reconstrucción del Ex Convento de Santo Domingo no se puede hablar con propiedad de una restauración. Esto es evidente en el tratamiento que se observa en las terminaciones de aplanado con regla rasa, que acaba con las formas voluminosas del estilo conventual colonial del conjunto arquitectónico. En lugar de los detalles semirredondeados de los ángulos de la capilla externa se aprecian, en el nuevo proceso de intervención del monumento, ángulos en terminaciones rectilíneas, recubiertos de cemento, que no corresponden a los lineamientos utilizados regularmente en restauraciones de otros monumentos históricos en San Cristóbal de Las Casas.

La especialista sostiene que la gran diferencia entre reconstruir y restaurar, es el grado de respeto hacia el monumento-documento, que implica a la población en la que se ubica y a su historia, pues en ella se van forjando identificaciones espaciales que dan sentido y razón de ser a los que viven, transitan y perciben cotidianamente el lugar.

Entre las evidentes fallas técnicas señala el tratamiento de los contrafuertes, que se han modificado, engrosándolos, dándoles terminaciones aplanadas (con regla), que resultan incompatibles con el tiempo histórico del edificio. Los arcos de medio punto también se han aplanado y ensanchado su acceso, dejando una impresión de artificialidad.

Agrega que la “cúpula se ha pintado con un color que no toma en cuenta el trabajo minucioso a nivel cromático que se hizo para rescatar las tonalidades del conjunto a partir del templo, lo que da la impresión de tratarse de estructuras diferentes y atemporales, sin lógica contextual.

También resulta extraño que se permita forrar los bloques de adobe con malla de gallinero, que lejos de permitir la adherencia de los aplanados, al oxidarse el metal provocará el desprendimiento del mismo aplanado que además, siendo de cal y cemento, no garantiza larga duración por la incompatibilidad de los materiales con el adobe.

Además, al haber incrementado el nivel del techo, el declive de tejas aumenta su pendiente, y se corre el riesgo de desprenderse con las fuertes lluvias y temblores característicos del terreno.

Asimismo, la especialista hace notar que los materiales que se utilizan en la intervención de un monumento hablan del respeto por su historia, que nos recuerda por quiénes y en qué condiciones fue habitado. Se refiere a un trabajo inédito del historiador Andrés Aubry, quien afirma: Santo Domingo, pues, funciona a lo largo de la historia como un nudo urbano en que se enlazan sucesivamente las peripecias regionales de la conquista, de las rebeliones indígenas de la Colonia, de las epidemias, de la insurgencia; en una ciudad que lleva el nombre de Las Casas, ningún otro lugar fue tan marcadamente portador de su herencia explícitamente señalada  en las ceremonias de la Independencia; las guerras de Reforma y de la intervención francesa, así como la Revolución, cuando su convento era cárcel, que lo marcaron con sus estigmas. Ningún monumento de Chiapas tiene tanto peso histórico.

Desde la calle Lázaro Cárdenas, donde comienza el jardín del Ex Convento de Santo Domingo, leemos estas mantas de los trabajadores del INAH. Que el Instituto cumpla con su función de ley de salvaguarda y custodia de las zonas arqueológicas. ¡No a la privatización del patrimonio cultural, y Nos pronunciamos contra la destrucción del patrimonio cultural de los chiapanecos y la nación permitida por la Dirección General del INAH.

La especialista afirma que “son los trabajadores del INAH-Chiapas, in situ, quienes, sin ser informados oficialmente, están al tanto de que el edificio se ha dividido en dos partes: una que se concesiona a Banamex (ahora City Group) y otra al INAH central, que desde sus oficinas en la ciudad de México envía a sus encargados para que den seguimiento a los trabajos de ‘la empresa’, sin tomar en cuenta las normatividades ni la historia del monumento a las que se sujeta el INAH-Chiapas para poder realizar cualquier tipo de intervención monumental referente al patrimonio del Estado”.

Rocío Noemí Martínez, integrante de la Academia de Historia de la Universidad Autónoma de Chiapas, subraya que “un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia; esa obviedad no puede pasar inadvertida cuando se ‘reconstruye’ un monumento público al que se le segmenta en lugar de proporcionarle una restauración en la que se considere la totalidad del monumento como una unidad y con una lógica contextual. Contrariamente, se van borrando las trazas de memoria, como es ahora el caso del Ex Convento de Santo Domingo de Guzmán”.

Ante el temor de una posible privatización, sostiene que imponer formulaciones subjetivas a los caprichos de las empresas y del mercado turístico o de otro tipo no piensa en el beneficio de la población ni en su articulación social. Al contrario: terminará por marginarla, dejándole un estatus de espectador externo a los pobladores, sobre una ficción reconstruida, un folclor de sí mismos, con una amnesia profunda de la historia.