Con el envejecimiento de la población, la afectación en el país cada vez será más común; ya se presenta a los 50 años
En áreas rurales y urbanas, 8.6 y 8.5% de ancianos de escasos recursos viven con el padecimiento, señalan expertos
en cuestiones de demencias no hay nada fácil ni gratis, y debido a que el paciente no puede cambiar, la familia debe hacerlo. Lo primero que debe comprender es que la evolución del Alzheimer no depende de la voluntad del afectadoFoto
Miércoles 5 de enero de 2011, p. 2
Han transcurrido poco más de 104 años desde que el neurofisiólogo alemán Alois Alzheimer identificó la enfermedad mental que es el tipo de demencia más frecuente en individuos mayores de 60 años: el Alzheimer, en la cual todo se borra
sin remedio.
Aunque debido al envejecimiento de la población será un mal cada vez más frecuente, todavía son escasos los datos sobre su prevalencia. Sólo en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN) Manuel Velasco Suárez, es la quinta causa de enfermedad, junto con la depresión.
No obstante, el país carece de los apoyos médicos y sociales que requieren los afectados y, sobre todo, los familiares que los cuidan, advierten especialistas en el tema.
El Alzheimer es un padecimiento progresivo en el que las personas afectadas sufren pérdida de la memoria, disminución de la capacidad para realizar tareas cotidianas, alteraciones del juicio, desorientación, cambio en la personalidad, dificultad para aprender y pérdida de patrones lingüísticos, explica Luis Bernardo Tovar y Romo, investigador en ciencias médicas del Instituto de Geriatría.
Uno de los primeros problemas que enfrentan los afectados es la falta de diagnóstico, en parte por las características del padecimiento. Ana Luisa Sosa e Isaac Acosta, investigadora y becario del Laboratorio de Demencias del INNN, respectivamente, comentan que pueden transcurrir entre ocho y diez años para que las manifestaciones clínicas se expresen cabalmente, a fin de reunir los criterios diagnósticos.
Además, dependiendo de otras variables que matizan los síntomas, como la escolaridad, la capacidad de plasticidad cerebral y la reserva neuronal, es probable que pasen de cuatro a cinco años antes de que una persona con demencia reciba un diagnóstico.
Los expertos, participantes en el libro Envejecimiento humano, una visión transdisciplinaria, editado por el Instituto de Geriatría, dan cuenta de los aspectos clínicos y epidemiológicos del Alzheimer, el cual representa 70 por ciento de los casos de demencia.
En tanto, María Teresa González Cosío, enfermera geriatra, especialista en el manejo del paciente con dicha enfermedad, resalta el drama que significa para las familias que uno de sus miembros desarrolle el mal. Sólo pueden enfrentarlo aquellos que tienen verdadera capacidad de amar
, afirma.
Y es que una vez que aparece –señala–, lo que queda es observar cómo el enfermo se deteriora progresivamente. Con la ayuda de algunos medicamentos, los que sólo pueden tener las personas con seguridad social, se logra disminuir la velocidad del deterioro mental del afectado.
En Envejecimiento humano..., Tovar y Romo menciona que en una primera etapa, el Alzheimer se manifiesta con la pérdida de la memoria de corto plazo, incapacidad de reconocer los lugares familiares, seguir un itinerario y desorientación en tiempo y espacio. En la segunda, hay fuerte deterioro de todos los aspectos de la memoria, además de la pérdida del habla, movimientos torpes y desorganizados e interrupción de la capacidad para reconocer estímulos previamente aprendidos o nuevos.
La tercera etapa se caracteriza por el deterioro intelectual severo. El paciente pierde todo contacto con el mundo real, no identifica a sus familiares ni reconoce su imagen frente al espejo.
De acuerdo con el experto, la muerte del individuo ocurre en un plazo de seis a 12 años después de iniciada la enfermedad.
Hasta hace algunos años se identificaba el Alzheimer como demencia senil, pues sólo se hacía presente entre individuos mayores de 60 o 70 años, pero esa tendencia ha empezado a cambiar y ahora es posible encontrar pacientes que apenas rebasan las cinco décadas de vida, indicó la enfermera González Cosío, quien durante los pasados 23 años se ha dedicado a apoyar a los afectados por el Alzheimer y, principalmente a quienes los cuidan, porque éstos necesitan incluso más apoyo que los enfermos, dijo.
Los anterior –precisa–, porque es difícil entender la enfermedad; por ejemplo, que en ocasiones el paciente está lúcido y en otros momentos su conducta no corresponde a la de una persona normal, además de que conforme pase el tiempo, la situación empeorará.
En cuestiones de demencias –señala–, no hay nada fácil ni gratis
, y debido a que el paciente no puede cambiar, la familia tiene que hacerlo. Lo primero es comprender que el Alzheimer es una enfermedad que daña la bioquímica del cerebro, es progresiva, degenerativa, irreversible y su evolución no depende de la voluntad del paciente.
María Teresa resaltó que la presencia del Alzheimer en una familia genera alto grado de tensión social y económica, por la necesidad de que alguno de los parientes se mantenga permanentemente al pendiente del enfermo, así como por los nuevos gastos que deben realizar para la compra de medicinas, alimentos, pañales y, si es posible, la co tratación de una enfermera, entre otros.
De acuerdo con estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a escala global, alrededor de 24 millones de individuos viven con Alzheimer. En México no hay estudios con representatividad nacional, pero una encuesta realizada en 2008, la cual fue referida por Sosa Ortiz y Acosta Castillo, indica que la prevalencia de demencia en ancianos de bajo y mediano ingreso económico es de 8.6 y 8.5 por ciento para las áreas urbana y rural, respectivamente. Al ajustar estos datos por grupo de edad, sexo y área de residencia, disminuye a 7.4 y 7.3 por ciento, en ese orden.
Para González Cosío, uno de los aspectos más grave del padecimiento son las carencias que enfrentan las personas para proporcionar a sus pacientes los cuidados que necesitan. Subrayó la falta de una red de protección
para las familias, como casas de día, donde los enfermos pudieran pasar algunas horas mientras sus cuidadores realizan alguna otra actividad, o simplemente descansan.
Al resaltar la crítica situación que se vive en el país, la enfermera comentó que varias entidades de la República ni siquiera cuentan con médicos especialistas en el diagnóstico y control del Alzheimer, mientras en la capital del país apenas hay dos o tres instituciones que ofrecen servicios de apoyo a las familias.