l anuncio, publicado por The New York Times, de que la red social Facebook recibirá una inyección de 500 millones de dólares de parte del banco Goldman Sachs y del grupo ruso de inversión Digital Sky Technologies coloca a ese sitio web –que cuenta con 500 millones de usuarios– entre las mayores compañías del mundo, y abre espacio a interrogantes diversas sobre el peso adquirido por esa y otras compañías similares en años recientes.
De entrada, el monto al que ascendería el valor de la mayor red social del planeta con la transacción referida –unos 50 mil millones de dólares– pone de manifiesto la inmoralidad y la desigualdad persistentes en la economía global en su configuración actual: dicha cantidad supera el producto interno bruto de países como El Salvador, Bolivia o Haití, las naciones más pobres del hemisferio occidental.
Por otra parte, no debe pasarse por alto que la operación mencionada tiene como elemento de contexto la apertura de una investigación, por parte de la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés), sobre la legalidad de las transacciones que este tipo de compañías de Internet llevan a cabo en los llamados mercados secundarios o extrabursátiles. De acuerdo con información publicada por The New York Times, el regulador estadunidense busca determinar si esas empresas han infringido alguna de las normas vigentes, en particular las relacionadas con la presentación pública de su información financiera, que no es obligatoria para firmas con menos de 500 inversionistas.
Significativamente, la intervención de Goldman Sachs podría contribuir a que Facebook siga postergando el cumplimiento de ese requisito –incluso en caso de que el número de sus inversionistas superara el umbral citado– al colocar bajo un sólo administrador –el propio banco estadunidense– las inversiones realizadas por miles de clientes, lo anterior supondría, en suma, riesgo y desprotección para los inversores, que verían mermadas sus perspectivas de tomar decisiones informadas. La trayectoria reciente de Goldman Sachs alimenta estas suspicacias: en abril pasado, el gobierno de Washington acusó a esa institución de incurrir en un fraude millonario por la colocación, a partir de 2007, de activos tóxicos entre sus inversionistas, a sabiendas de que perderían su valor en poco tiempo. Esa maniobra, según la propia SEC, ocasionó pérdidas por más de mil millones de dólares a sus clientes.
Por lo demás, el crecimiento exponencial de redes sociales como Facebook hace obligado recordar los riesgos relacionados con la falta de privacidad y el posible mal uso de la información que los usuarios colocan en esos sitios. Hace seis meses surgió el caso de un hacker de nombre Ron Bowles, quien con ayuda de un código de programación pudo obtener los datos de 100 millones de perfiles de Facebook; en octubre pasado, el sitio tuvo que admitir la recopilación y venta de datos personales a empresas de publicidad o análisis, por medio de muchas de las aplicaciones empleadas en esa red.
Los elementos mencionados obligan a ponderar la falta de seguridad y los vacíos legales que prevalecen en relación con la operación de estos sitios, tanto para potenciales inversionistas como para las millones de personas que acceden a ellos. Sin demeritar el papel de las redes sociales como herramientas formidables de comunicación, no puede pasarse por alto que éstas son, a fin de cuentas, un negocio muy lucrativo, y que su operación requiere, por tanto, de mayor atención de las autoridades en todos los frentes, así como de las precauciones correspondientes por parte de los usuarios.