Ciudad Victoria, Tamps., 30 de diciembre. Egidio Torre Cantú, mandatario electo de Tamaulipas, asumió una candidatura atípica cuatro días antes de la elección del 4 de julio: su hermano Rodolfo había sido asesinado dos días antes por un grupo armado, a dos kilómetros de los límites de la capital del estado. El primero de enero, el priísta tomará posesión de la gubernatura.

La muerte del candidato fue el clímax de la violencia que ha arreciado en el noreste del país en los tres años recientes, debido a la disputa entre bandas rivales por este territorio, donde se ubican 16 cruces internacionales con Estados Unidos y por donde se realiza más de 40 por ciento del intercambio comercial de México con ese país.

Pero la descomposición en esta entidad no paró con la muerte de Rodolfo Cantú ni con la llegada de su hermano a la candidatura y al gobierno estatal. Desde el 28 de junio –cuando fue acribillado Rodolfo Torre Cantú– poblados completos han sido abandonados, lo mismo que importantes regiones de producción agrícola y pecuaria y cotos de caza.

Presidentes municipales electos y regidores fueron levantados en la mayoría de los 43 ayuntamientos. El primero de enero deberán asumir funciones y no aparecen.

Prominentes empresarios y gente adinerada del estado han adquirido residencias en Houston, Dallas, San Antonio, Mc Allen y Brownsville, entre otras ciudades de Texas. El mismo gobernador saliente, Eugenio Hernández Flores, se convirtió en uno de los denominados migrantes dorados: tiene dos residencias en McAllen y una en San Antonio.

En este escenario, Torre Cantú tomará posesión de la gubernatura este primero de enero. La ceremonia será en el Polyforum, localizado en el Parque Bicentenario, donde presuntos hombres armados lanzaron un explosivo el pasado 22 de diciembre. Hoy miles de policías estatales y federales mantienen vigilancia permanente.

El priísta recibe una entidad en crisis de gobernabilidad. El escritor tamaulipeco Carlos F. Salinas Domínguez resume este descontrol: los grupos políticos regionales están sueltos y el repudio de la población se manifiesta en las redes sociales, sobre todo desde el 28 de junio pasado.

La familia Torre llegó al noreste del país a principios del siglo XX.

Egidio Torre Repeto, médico y abuelo de Egidio Torre Cantú, se instaló en los municipios de Santander Jiménez, San Carlos y Padilla, en el centro de la entidad. Trabajó en los centros de salud y tuvo a su cargo tareas relacionadas con campañas para erradicar el paludismo y la fiebre de Malta.

Contrajo nupcias con María López, originaria del municipio de San Carlos, y ambos engendraron a Egidio Torre López, padre del mandatario electo.

Torre López se casó a su vez con Ana María Cantú Leal y tuvieron cinco hijos. El mayor es el gobernador electo, quien contrajo segundas nupcias con María del Pilar González.

Los Torre son una familia que ha figurado en la vida política del estado desde la década de 1980. El nuevo mandatario tiene cuatro hijos, dos de su primer matrimonio y dos del segundo.

Rodolfo –el candidato del PRI al gobierno de la entidad asesinado de 25 balazos por presuntos pistoleros en una de las carreteras más transitadas de la capital del estado– se inició en la vida pública en la Dirección de Servicio Médicos del ya desaparecido Banco de Crédito Rural del Noreste, cuando esa institución bancaria era dirigida por Manuel Muñoz Rocha, diputado federal desaparecido a quien se relacionaba con el homicidio de José Francisco Ruiz Massieu.

El candidato malogrado había hecho una campaña sustentada en el servicio público. Casi seis años antes de ser nombrado abanderado del PRI había sido secretario de Salud, puesto que su padre desempeñó durante el gobierno de Norberto Treviño Zapata.

La noche del sepelio, Egidio Torre Cantú asumió la candidatura de su hermano y el 30 de junio fue presentado por la dirigencia priísta como el relevo para los cimicios del 4 de julio.

Egidio era el hermano mayor y no le gustaban los reflectores, pese a haber sido subdirector de Construcción durante el gobierno de Emilio Martínez Manautou, en la década de 1980, y director de obras públicas en Ciudad Victoria, cuando Jaime Rodríguez Inurrigarro, actual procurador de Justicia, era presidente municipal.

Dos décadas después, durante el gobierno municipal de Enrique Cárdenas del Avellano –hijo del ex gobernador del mismo nombre– fue primer regidor. Y en el último año de esa administración fue designado presidente municipal sustituto. Desde entonces no se sabía de él.

Aunque participó en la vida pública desde muy joven, no es conocido por la población ni por los propios priístas. En los puestos que ha ocupado sólo se ha dedicado a trabajar.

Ingeniero civil de profesión, egresó del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey y realizó una maestría en ciencias de ingeniería civil en la Universidad de Austin, Texas.

En el medio empresarial goza de fama. Como construcctor ha realizado obras importantes en esta región y se le consultó para construir un acueducto de 50 kilómetros que abastece a Ciudad Victoria.

El pasado 15 de julio disolvió la constructora Tohesa (Torre-Hernández), en la que es socio del gobernador Eugenio Hernández Flores. Según documentos en poder de La Jornada, despidió a 16 trabajadores y éstos lo demandaron para obtener su liquidación conforme a la Ley Federal del Trabajo.

Sus amigos aseguran que es un hombre estricto, formal, exigente y enérgico, pero sobre todo eficiente. Le gusta que las cosas se hagan bien y a la primera.

Desde el 4 de julio, cuando fue electo mandatario estatal, solamente ha sido visto en dos actos públicos: el sexto informe de actual gobernador y en la elección del dirigente estatal de la Confederación Nacional Campesina.

Desde el día de la jornada electoral está acuartelado en su domicilio, localizado en el fraccionamiento Los Naranjos, resguardo por decenas de policías estatales y federales, lo mismo que sus oficinas ubicadas en las calles Francisco I. Madero y Democracia, y 16 de Septiembre, entre Allende y Abasolo.

Es una familia de clase media alta que se ha ligado con gente de sociedad de la capital del estado, a la cual pertenecen su hijos, quienes son propietarios de la repostería Mostachón, llamada así por el bigote tupido de los hermanos Rodolfo y Egidio.