uchos hombres y mujeres, desde años antes del inicio del movimiento independentista, lucharon por tener una patria libre e independiente. Muchos pagaron ese anhelo con su vida. Ahora el Palacio Nacional con motivo del bicentenario, presenta en una nueva área de exposiciones, que lleva el nombre de Galería Nacional, una impresionante muestra titulada México 200 años. La patria en construcción, que busca mostrar los esfuerzos de muchas generaciones para lograr un país justo y soberano... En lo que todavía estamos.
Se han reunido alrededor de 550 obras históricas y artísticas procedentes de los acervos de los institutos de Bellas Artes y de Antropología e Historia, además de colecciones privadas y museos extranjeros. Se considera la mayor muestra histórica jamás montada en México.
La museografía es extraordinaria ya que lleva de un tema a otro de una manera didáctica y amena, intercalando documentos, pinturas y objetos, como las sillas de Iturbide cuando fue emperador, la de Benito Juárez y la silla de montar de Josefa Ortiz de Domínguez. Se exhiben documentos originales como el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, los Sentimientos de la Nación, de José María Morelos, y la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
La exposición da inicio en la sala que contiene una selección de las banderas más importantes en la historia de México durante 200 años. Prosigue con los antecedentes de la lucha independentista y su consumación, aborda el siglo XIX mexicano y la Revolución hasta llegar al México del siglo XXI.
También están expuestos por vez primera los restos de los 14 héroes que descansaban en la columna de la Independencia. Al salir de la última sala, dedicada al México contemporáneo, viene un platillo suculento que es la visita a los salones presidenciales, nunca antes abiertos al público.
Esto es muy emocionante ya que no se puede evitar pensar en todos los acontecimientos que han sucedido en estos espacios, que durante siglos fueron, además de la casa de gobierno, el sitio donde habitaron los virreyes y después de la Independencia muchos presidentes. Si nos remontamos más atrás, aquí vivió también el poderoso Moctezuma, quien gobernaba México-Tenochtitlán a la llegada de los españoles.
El recorrido inicia por una galería que muestra retratos monumentales de distintos mandatarios y de ahí se pasa al enorme comedor con sus sillas tapizadas de rojo y muebles de madera labrada que se hicieron a principios del siglo XX ¡en el Palacio de Hierro! El techo es de maderas de Alsacia.
Se puede conocer el despacho presidencial, que sorprende por su sencillez y sobriedad y nos hace evocar a Benito Juárez y su austeridad republicana. El lujo es el elevador de jaula, de fino trabajo de herrería, que se instaló en 1901 y fue el primero en nuestro país. Se visita la biblioteca y el salón de acuerdos con tapicería en verde, cuyo techo fue diseñado por el Dr. Atl.
El paseo por los salones azul, verde y morado, que llevan esos nombres por estar tapizados con sedas y brocados de esos tonos, nos trasladan al París decimonónico. De ahí se da un salto a medio oriente, con un saloncito con colorida decoración estilo morisco, que realizó el arquitecto Antonio Rivas Mercado, autor también de la Columna de la Independencia. Deslumbra el gran salón de recepciones, tapizado en color oro, que muestra grandes cuadros de las principales batallas y el balcón desde donde da el grito
el Presidente.
Y vámonos a comer. Se nos antojó algo mexicano, así es que escogimos la cercana Casa de las Sirenas, en Guatemala 32. Los sopecitos que preparan a la vista en un gran comal son riquísimos. Grandes favoritos: la sopa Centro Histórico y la gallinita en mole de mango. Antes de entrar a la casona barroca hay que admirar las primorosas sirenas labradas en cantera que coronan la terraza del último piso, en donde se come admirando las cúpulas y torres de la Catedral.