Retrato de lo eterno alcanzó el precio más alto pagado por la foto de un mexicano
Fueron vendidas 12 fotografías de Edward Weston y seis de Tina Modotti
Jueves 9 de diciembre de 2010, p. 2
Uno de los acervos más valiosos para la historia de la fotografía y el arte mexicano fue subastado por la casa Sotheby’s París. Se trata de una parte de la colección de la periodista y escritora Anita Brenner (Aguascalientes, 1905-1974) y una imagen tomada por Manuel Álvarez Bravo, la cual alcanzó el precio más alto pagado por una foto de un mexicano.
Las 12 fotografías de Edward Weston, seis de Tina Modotti, además de una carta de su autoría, todas pertenecientes a sus años mexicanos
(1923 a 1926), así como una imagen del maestro Álvarez Bravo, fueron vendidas el 19 de noviembre en París, Francia, en 488 mil 512 euros (poco más de 615 mil dólares).
Sólo Retrato de lo eterno (1935), de Álvarez Bravo, alcanzó 228 mil 750 euros (más de 300 mil dólares). La fotografía, para la que posó la grabadora y compositora Isabel Villaseñor, provenía de un coleccionista privado.
Se desconoce si la colección salió de México para ir a rematarse a París, así como la identidad de los compradores de ese acervo.
Las piezas (a excepción de Retrato de lo eterno) formaban parte de un lote de 28 fotografías originales y dos cartas provenientes de la colección de Anita Brenner, quien conoció a Weston y a Modotti cuando preparaba un catálogo del arte decorativo mexicano y los comisionó para ilustrarlo.
En entrevista con La Jornada, Susannah Glusker, hija de Brenner y quien vive en México, explicó que la colección no es de su propiedad, sino de la sucesión de su madre.
Señaló que la fecha de venta está relacionada con el lanzamiento del libro Avant-Garde Art and Artists in Mexico: Anita Brenner’s Journals of the Roaring Twenties (Arte de vanguardia y artistas en México: los diarios de Anita Brenner de los clamorosos años veintes), con prólogo de Carlos Monsiváis, editado por la Universidad de Texas, el cual fue presentado un día antes, el 18 de noviembre, en el Instituto Cultural de México, en San Antonio, Texas, pues ello liberaba
las fotos.
El volumen contiene 247 fotografías, entre ellas las que salieron a subasta en París, señaló Glusker, editora de la obra que comprende de 1925 a 1930. Para la edición, la docente de la Universidad Iberoamericana identificó a todas las personas que su madre menciona en sus diarios.
Para la entrevistada, más que los detalles en torno de la venta, lo que importa es el valor de las fotos en términos artísticos
, porque “muchas personas venden muchas cosas en Sotheby’s”.
No obstante, se quedaron sin vender 10 fotografías y una carta, pero Glusker consideró que hay gente que después va
.
Ídolos tras los altares
De acuerdo con el catálogo de Sotheby’s, el artista francés Jean Charlot fue quien aconsejó a Brenner que contratara a Weston y a Modotti para ilustrar el proyecto del catálogo del arte decorativo mexicano. Weston firmó un contrato en el que se comprometió a realizar 200 imágenes para Ídolos tras los altares. Cuando el libro fue publicado, en 1929, sólo comprendía 70 fotos.
Respecto al conjunto de obra propuesta, la mayoría de las piezas provienen de aquella serie de Weston y Modotti; sin embargo, la selección incluye además obras maestras de los años mexicanos de la pareja, ofrecidas a Brenner, entre otras cosas, cuatro estudios de desnudo tomados por el primero en 1925, en los que la escritora fue la modelo.
Los cuatro desnudos, cuyos precios de salida variaron entre 50 mil y 70 mil, 120 mil y 180 mil y 150 y 200 mil euros, no se vendieron.
Weston consignó el momento en el que captó esas imágenes, el 13 de noviembre de 1925, como lo muestran sus Daybooks:
“Ayer, ‘crié’ la más fina serie de desnudos que jamás he hecho, y en un estado de mente no exaltado. Me afeitaba cuando A. (Anita Brenner) llegó, sin esperarla en un día tan lúgubre y lluvioso. Me disculpé, al no tener deseos ni ‘inspiración’, de trabajar. Prolongué el afeitarme, insinuando que la luz era pobre, que ella temblaría en el cuarto sin calefacción, pero ella no aceptó las insinuaciones, y se desvistió mientras yo con desgano preparaba mi cámara. Y entonces se me aparecieron las líneas, formas, volúmenes exquisitos, y acepté, trabajando con facilidad, rapidez, seguridad...”.
La obra de Brenner es vasta e impresionante. En vez de terminar la universidad en Estados Unidos, como deseaba su padre, la joven de 18 años regresó a México, inmerso en un renacimiento cultural que cambió su vida. Aparte de escribir Ídolos tras los altares a los 24 años, el año siguiente se ganó una beca Guggenheim, 1930-1932, para estudiar arte azteca en Europa y México. A los 29 años, dos años después de concluir la Guggenheim, terminó un doctorado en antropología en la Universidad Columbia, sin haberse hecho merecedora de una licenciatura o una maestría. Brenner pasó 17 años en Nueva York antes de regresar a México a vivir y a trabajar.
–¿Ya se olvidó, o se desconoce en México, la obra de su madre?
–No. Empezó a darse más a conocer o a volver a ser reconocida a raíz de la exhibición que se hizo en el Museo Mural Diego Rivera con motivo del centenario de su nacimiento. El Instituto de Cultura de Aguascalientes publicó la biografía que escribí de ella, Anita Brenner: A Mind of her Own (University of Texas Press, 1998), y hace poco se publicó El viento que barrió México, uno de sus libros mayores. Está menos olvidada que hace 10 años.
Dijo que las fotos subastadas no son imágenes que Brenner coleccionó, sino que usó en lo que publicaba, en los artículos que escribía, menos las nalgas
.
Amiga de las personalidades del momento, la entrevistada aseguró: Era todo un grupo de intelectuales, artistas, pachangueros, traviesos, que hacían cosas que creo se hacen todavía, pero no nos enteramos. Hay que esperar para saber exactamente qué cosas divertidas hacen los artistas
hoy día.