Un adolescente conversa
con sus demonios tutelares*
Ernesto Lumbreras
Hacia la noche, pienso, viajan las migraciones.
La propiedad privada de un estanque de lotos
traspaso sin cautela, burlándome de todo,
del perro, del fantasma, de la alambrada eléctrica...
Y repto sobre la hierba –como una sombra en el agua–
entre el dolor de verlas, a punto de llegar,
a punto de marcharse.
No te acerques de noche:
el vigilante ronda. Insomne como un muerto
mira la primavera caer sobre su granja.
Ayer, ni más ni menos, llenó de municiones
la cabeza de un toro. Para ver las parvadas
te propongo la aurora. Así, recién nacidos
vamos al estupor, a tocar con los ojos
las primeras palabras.
Poco sé de la vida
para hablar de la muerte, pero, si soy sincero,
esas aves me embriagan con sus interrogaciones,
con su saber sanguíneo, con su turba sin pólvora.
Del potrero de Jalpa a los vados del Lerma
su rumbo nos exige la tensa yugular,
la imantación del índice, el punzante delirio
de un campo de cebada.
Me iría con sus gritos a recorrer el mundo
pensando con la sangre, tal vez, como se piensa
el espanto o las nubes.
Para hallar mi deseo,
con todas sus gargantas haré un puente colgante.
*Del libro Numerosas bandas puesto en circulación
en estos días por Mantis Editores y Ecrits des Forges. |