Opinión
Ver día anteriorDomingo 31 de octubre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Novedad francesa: un gobierno virtual
P

arece más fácil predecir el pasado que el futuro. Más difícil, quizá, dar del presente una imagen exacta. Los actuales acontecimientos en Francia son comentados por los observadores a partir de comparaciones con el pasado: las manifestaciones precedentes, en especial la de mayo de 1968, aún presentes en las memorias. Sin embargo, el movimiento de hoy es totalmente distinto a los de ayer.

Encarar lo nuevo, afrontar lo desconocido, que debería ser el sueño de un espíritu libre, es la angustia del poder. Lo imprevisible impide dormir a quienes gobiernan. En estos días, una ojeada a las pantallas de la televisión francesa permite a los espectadores constatar que los ministros en ejercicio, quienes no cesan de desfilar en estos extraños tragaluces para tranquilizar a la población, ofrecen un rostro mucho más cansado que el de los trabajadores y estudiantes que desfilan en la calle y deberían estar extenuados. Pero es lo contrario lo que sucede: los manifestantes aparecen entusiastas, mientras los poderosos se ven rendidos de fatiga. Los ministros despiertan compasión: duermen mal. Una pesadilla perturba sus noches: el pueblo no los quieres y, más grave aún, la juventud del país, los hijos de la República, desafían su autoridad cuando no les lanza injurias y pedradas. ¿

Cómo gobernar sin ser al menos respetado, si no querido, si se pretende ser demócrata, hostil a cualquier forma de dictadura?

Un signo que habría encantado a Sigmund Freud, analista del inconsciente, una metida de pata que prueba la fatiga de los ministros y su falta de sueño es la sucesión de lapsus que cometen en cuanto hablan.

El ministro del Interior (Hortefeux), al tratar de explicar los detalles de las nuevas medidas de seguridad, dice: Las huellas genitales en vez de las huellas digitales. La ex ministra de Justicia (Dati) se aventura a hablar de economía y dice felación en vez de inflación. Estas personas duermen mal y dicen no importa qué en cuanto abren la boca. Ejercen acaso un cierto poder, pero, para la mayoría, éste se a vuelto ilegítimo: es un aparato de Estado que existe por la fuerza de los cortejos oficiales, por los cordones de protección policiaca, por el fasto de los palacios nacionales y las recepciones, por los discrusos en los canales de televisión.

El carácter nuevo, lo desconocido que turba el sueño de los responsables del gobierno y los hace tropezar, es su incapacidad para comprender que el pueblo conoce ahora las imágenes televisivas desde buen tiempo atrás. Los jóvenes conocen esto aún mejor que sus padres. ¿Cuál es el nuevo resultado de este conocimiento? Los jóvenes miran lo que se les muestra. Escuchan, cada día, a los representantes del poder. Pero miran este espectáculo como lo que es: virtual. Nada de ello existe. Juego de imágenes que les es impuesto en las pantallas, de antemano conocidas y repetidas. Así, salen a la calles, se manifiestan porque el espectáculo programado no les gusta y quieren borrarlo. Esperan, y cómo no esperar, remplazar a estos esqueletos por figuras que desearían escoger, puesto que la democracia es un sistema político fundado en la libre elección. Eso es lo que gritan en la calle. Lo que se comunican entre miles con sus celulares, escapa a la manipulación de los medios con que se pretende hacer creer que la protesta decaela, y debe escucharse.

El programa de la sociedad mercantil y del nuevo orden mundial especulaba sobre una juventud adicta a las ventajas del paraíso de empresas distribuidoras y vendedoras de autos, celulares, computadores, ropa, desde luego de marca: en suma, la dicha. Pero, catástrofe: una parte de la juventud no cabe en este programa. Qué horror: un planeta donde los individuos no se conforman a las previsiones de los expertos. Y el colmo: saben hacer las diferencias entre el mundo virtual de la comunicación de un poder que cree, con imágenes virtuales, escapar al naufragio, y la realidad de sus verdaderos sueños.