uando salió de la mina el jefe del turno de aquellos 33 mineros en el norte de Chile, dijo una frase que resulta esencial: ¡Ojalá que esto no vuelva a ocurrir!
Esa frase tuvo especial resonancia en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), donde ya estamos preparando el 19 Congreso Mundial de Seguridad y Salud en el Trabajo, que tendrá lugar en 2011. Pero también nos lleva a leer con otros ojos las noticias de diversos países, que hablan de trabajos realizados en condiciones mínimas de protección, a menudo peligrosas.
Al ver las emocionantes escenas del regreso de los mineros chilenos desde el fondo de la tierra, tras una operación impecable y con alta eficiencia tecnológica, no podemos olvidar el comienzo de esta dramática historia: quedaron atrapados porque las medidas de seguridad eran insuficientes.
Ellos mostraron serenidad, coraje, organización y amor a la vida, pero con el paso de los días, ya en el espacio de su reflexión personal, también habrán visto cómo su experiencia ha mostrado al mundo la urgencia de hacer mucho más por la seguridad de los trabajadores. Tienen un ejemplo a la mano: si bien ellos, los 33, regresaron a la vida, ya son 32 los mineros que este año han muerto en Chile en accidentes similares, mientras en América Latina la cifra ya sobrepasa los 200.
También ellos dejaron en evidencia que no podemos hablar de una economía moderna, de un desarrollo propio del siglo XXI, cuando ocurren tragedias –felizmente, ahora con un buen final– como la que golpeó sus vidas por más de dos meses.
Todo ello realza la importancia de los recientes anuncios según los cuales el gobierno de Chile se apronta a ratificar los convenios pertinentes de la OIT sobre seguridad y salud en el trabajo y en las minas. Un hecho que ocurriría en el contexto de lo que el presidente Sebastián Piñera ha denominado un nuevo trato, una nueva cultura en materia de seguridad laboral
.
Específicamente, el Convenio 176 de seguridad y salud en las minas –aprobado en la Conferencia de la OIT con los votos de representantes de todos los sectores tripartitos– define la necesidad de leyes y normas para la vigilancia de la seguridad y la salud en las minas, determina las formas de inspección en las faenas, declara la necesidad de determinar procedimientos de notificación y de investigación en accidentes mortales, define la necesidad de estadísticas capaces de aportar experiencias para mayor seguridad, reconoce la importancia de la voz de los trabajadores al participar en las medidas relativas a la seguridad.
Cada país hará lo que considere pertinente para avanzar en esta materia, pero hay un concepto ineludible: es inaceptable la idea que los accidentes y las enfermedades son gajes del oficio
. Cada día mueren en el mundo 6 mil 300 personas por accidentes o enfermedades relacionados con el trabajo.
En el caso de la actividad minera aún persiste un dato sorprendente: el sector emplea a cerca de uno por ciento de la fuerza de trabajo del mundo y, sin embargo, es donde se producen 8 por ciento de los accidentes fatales.
¿A quién le corresponde crear una cultura de prevención en materia de seguridad y salud, en la cual el derecho a un ambiente de trabajo seguro y saludable sea una realidad en todos los sectores? A todos: este es un tema de la sociedad en su conjunto. El aumento de la seguridad es algo necesario para los trabajadores, contribuye a la productividad de las empresas y refuerza las políticas de los gobiernos.
No cabe duda que este tema también estará presente en las discusiones de la próxima Conferencia Regional Americana del Trabajo, precisamente en Chile, en diciembre. Hay mucho por hacer cuando hablamos de trabajo seguro y sano. No hay labor decente cuando la inseguridad amenaza a quien trabaja.
*Director general de la OIT