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La asistencia a recitales de música antigua no ha correspondido con las expectativas

Akamus presentó en el FIC un repertorio del clan Bach con derroche de energía
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Periódico La Jornada
Domingo 31 de octubre de 2010, p. 8

Guanajuato, 30 de octubre. La música antigua se ha erigido por méritos propios como la principal protagonista de esta tercera y penúltima semana de la 38 versión del Festival Internacional Cervantino (FIC).

Versión que no ha logrado convocar hasta el momento a las numerosas hordas de chavos que, por estas fechas, en años anteriores, desbordaban las calles y el centro de esta ciudad.

Mientras, por el lado de los espectáculos presentados en el transcurso de esta semana, se ha podido atestiguar en la mayoría de ellos entradas regulares en los recintos donde se realizan.

Ese fue el caso del teatro Juárez anoche, donde la Academia de Música Antigua de Berlín (su acrónimo es Akamus) ofreció un memorable concierto cuya guía fue el clan de los Bach.

Durante casi dos horas, pudieron disfrutarse obras de Johann Sebastian Bach, su hijo Carl Philipp Emmanuel y su primo Johann Bernhard, además de sendas piezas de dos notables compositores contemporáneos suyos, Georg Philipp Telemann y Johann Gottlieb Goldberg.

No obstante la fama y la excelente reputación con la que la agrupación alemana llegó al festival, respaldada, entre otros aspectos, por premios como el Grammy y el Diapasón de Oro, el histórico recinto registró apenas una afluencia de tres cuartas partes de su capacidad.

Fue sin duda una entrada mejor que la que ese mismo escenario había tenido la noche del miércoles, cuando el grupo L’Arpeggiata y el famoso contratenor francés Philippe Jaroussky, provenientes de Francia, lograron una estrecha conexión con el público –que llenó poco más de la mitad del teatro– merced el virtuosismo y la entrega en su interpretación de un programa de música italiana y napolitana del siglo XVII.

Ya el propio Akamus había experimentado cómo la asistencia de espectadores no corresponde a lo deseable o las expectativas, dado su renombre, en la presentación que brindó el jueves pasado en el Templo de la Valenciana, donde los músicos dieron cuenta de su estricto manejo técnico y deslumbrante calidad interpretativa con la ejecución de la serie completa de El arte de la fuga, de Johann Sebastian Bach.

De regreso al concierto que el grupo alemán tuvo anoche en el teatro Juárez, en lo que fue su segunda y última presentación en esta ciudad, quedarán para el recuerdo las magistrales ejecuciones del Concierto para dos oboes, violín, cuerdas y bajo continuo de Telemann, así como de la Suite número 1 en do mayor para dos oboes, fagots, cuerdas y bajo continuo de Johann Sebastian Bach.

Desde el principio fue una actuación en la que primaron la destreza técnica y una perfecta sincronía entre los intérpretes europeos, amén de una incuestionable capacidad para expresar los diversos pasajes emocionales que se hallan detrás de cada una de las obras ejecutadas.

Sin embargo, fue con las mencionadas obras de Telemann y Bach que, a esas virtudes, los músicos le aunaron gran derroche de energía y vitalidad, tan electrizante y poderoso como el que despliega un grupo de rock en sus conciertos.

De esa manera, sobre el escenario irrumpió de manera espontánea e involuntaria una especie de coreografía dancística en la que la veintena de músicos, dirigidos de manera alterna por los violinistas Stephan Mai y un espigado Bernhard Forck, balanceaban sus cuerpos cual olas en la mar, a veces de forma sutil, en otras, embravecida, según fuera la naturaleza del pasaje musical que tocaban en el momento.

Para la audiencia no pasó desapercibido ese derroche de virtuosismo y exigencia física, y al final de la velada reconoció el trabajo de Akamus con ensordecedoras y prolongadas ovaciones, que a su vez fueron recompensadas por los músicos con un encore.