Lunes 25 de octubre de 2010, p. a50
El banderillero mexicano Armando Ramírez Bam Bam decidió alejarse de los ruedos para convertirse en monje. Reconocido por su gran eficacia, por la cual fue incluido en la cuadrilla del matador francés Sebastián Castella, el subalterno se fue de vacaciones a la Patagonia. Y allá, en medio de los oscuros desiertos del sur del mundo, poblados por avestruces y huanacos, resolvió modificar drásticamente el rumbo de su vida.
El pasado 3 de octubre, Bam Bam se vistió de luces por última vez. Y sin que nadie sepa a ciencia cierta si se fue de la fiesta para siempre, el hecho es que regaló todos sus vestidos de torear y se puso el hábito de monje para apartarse del mundanal ruido. Síntoma quizá de ese creciente malestar que impera en el ámbito de la tauromaquia, la noticia protagonizada por Armando Ramírez coincide con un hecho que se verificó ayer en Madrid, en la plaza de Las Ventas, durante la novillada que echó el cerrojo hasta el año entrante al coso más importante del orbe.
Resulta que después de matar al segundo toro de su lote, el novillero sevillano Martín Núñez se cortó la coleta. Y, lo más extraño, ni él mismo se explica por qué lo hizo. Metido entre burladeros desde niño, cuando inició su carrera como becerrista, llegó a obtener algunos éxitos que le auguraban un futuro promisorio, pero ayer, con 26 años cumplidos y viendo el éxito y la gloria cada vez más lejos, estoqueó a su enemigo, llegó a la barrera, dejó espada y muleta, y se fue a los medios a desprenderse el añadido y despedirse de la afición.
En estado de coma
, como bien la diagnosticó ayer en La Jornada el doctor Gaspar Chávez Hernández –en entrevista con Leonardo Páez–, la fiesta brava mexicana sufrió el viernes una inmensa y dolorosa pérdida con la muerte del extraordinario poeta nayarita, Alí Chumacero, un artista de la palabra y de la vida que perteneció con orgullo a la tribu de los taurinos, hoy tan desprestigiada como la de los fumadores y tan perseguida por los defensores del ganado de lidia, que terminarán por provocar su desaparición como especie y aumentar el déficit de la biodiversidad.
Puntual domingo a domingo en la Plaza México, cuando los tendidos rebosaban de gente, de ingenio, de música y de luz, Chumacero fue un discreto y tenaz amante del toreo, pero se ausentó del cotarro hace más de 15 años, en cuanto presintió que la decadencia sería irreversible, definitiva y terminal, como en efecto lo es. ¡Adiós, don Alí, taurino grande!