Guanajuato, Gto. 4 de octubre. María tenía 18 años. Trabajaba nueve horas diarias en un viñedo de Sacramento, California, a pleno rayo del sol. Uno de esos días se sintió mal, pero le ordenaron que regresara a trabajar. Como a las pocas horas empeoró, la mandaron a su casa.

La joven tuvo que ir a una clínica comunitaria, donde por falta de especialistas no la pudieron atender de la insolación que presentaba. Su temperatura era de 42 grados centígrados. A los dos días murió, relató Mark Schenker, investigador de la Universidad de California.

Al presentar el caso de María, el especialista resaltó que es sólo un ejemplo de la precariedad en que trabajan las mujeres en Estados Unidos y de su falta de capacidad para quejarse y acceder a servicios de salud.

Durante el panel Salud, Mujeres y Migración del Foro Binacional de Políticas Públicas sobre Salud y Migración, que se llevó a cabo en el Teatro Juárez, el experto aseguró que son múltiples los riesgos para la salud de la población femenina que migra al norte.

Según la actividad que desempeñen, enfrentan problemas ergonómicos si se dedican a la costura, o músculo esqueléticos y padecimientos infecciosos por el contacto con sustancias tóxicas que utilizan en las labores de limpieza. En cada una de estas actividades, la presencia de las mujeres es mayoritaria, indicó Schenker.

A su vez, Nelly Salgado, del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), resaltó la importancia de las enfermedades mentales que afectan a la población femenina desde que dejan a sus familias, en el tránsito hacia Estados Unidos, cuando han logrado llegar, e incluso cuando regresan a sus lugares de origen.

Los padecimientos mentales se manifiestan como estrés, ansiedad, depresión mayor, fobia e incluso, nervios.

La especialista subrayó que existe la necesidad de comprender cómo se dan estos males y las formas en que es posible intervenir para prevenirlos y atenderlos. Éste es otro tema pendiente, apuntó la investigadora que coordina el Programa de Salud Global del INSP.