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Todas las encuestas dan ventaja de 23 a 30 puntos a la aspirante del oficialista PT

Coalición de Rousseff podría llevarse la mayoría de gubernaturas y el Congreso

De triunfar el próximo domingo, sería la primera mujer en llegar a la presidencia de Brasil

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El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, acompañó ayer a Dilma Rousseff en un acto de campaña en Sao PauloFoto Ap
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Periódico La Jornada
Martes 28 de septiembre de 2010, p. 21

Sao Paulo, 27 de septiembre. Sea en primera o segunda vuelta, Dilma Rousseff será la primera mujer presidenta de Brasil. Lo dicen las encuestas, la actitud derrotada de José Serra –el aspirante que en el arranque estuvo a la cabeza– y los mismos medios que se han lanzado contra el Partido de los Trabajadores (PT) y el presidente Luiz Inacio Lula da Silva.

La victoria de Rousseff arrastrará a los candidatos a otros cargos, lo que podría dar a la coalición gobernante mayoría en el Congreso y también la mayor parte de las 26 gubernaturas en disputa (más el Distrito Federal, en Brasilia).

Rousseff llegará a la presidencia de la mano de la enorme popularidad del presidente Lula, quien la hizo candidata. Pero también gracias a los aciertos de su campaña y a la estructura electoral de los diez partidos que forman la coalición que encabeza.

Las alianzas de fuerzas enfrentadas ideológica o históricamente no parecen asustar a nadie en Brasil. El propio Lula pudo llegar a la presidencia sólo al frente de una amplísima coalición que incluye partidos tradicionalmente adversarios de la izquierda. Lo pone así un ex militante del PT: En la base de Lula están hasta (José) Sarney, (Fernando) Collor y Franco (Itamar).

La composición de las fórmulas en la contienda ilustra cómo en Brasil el agua y el aceite sí son compatibles.

El candidato a vicepresidente de Rousseff, es el abogado Michel Temer, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), fuerza más bien conservadora con gran arraigo en muchas regiones del país y heredera de los políticos tradicionales que combatieron la dictadura militar.

José Serra, el principal oponente de Roussef va en fórmula con Indio da Costa, del partido DEM (Demócratas), hijo de una de las facciones de ARENA, la coalición de políticos tradicionales que respaldó a la dictadura militar.

El PRI brasileño

Ocuparía mucho espacio simplemente desatar las siglas de las coaliciones electorales que se disputan la presidencia brasileña. La coalición Para que Brasil siga cambiando, que encabezan el PT y su candidata Dilma Rousseff, está además integrada por los siguientes partidos: PMDB, PCdoB, PDT, PRB, PR, PSB, PSC, PTC y PTN.

En los medios brasileños abundan los análisis que concluyen que la rápida integración de esta coalición, que incluyó la entrega de la candidatura a la vicepresidencia al PMDB sin chistar, es una de las razones de la fortaleza de la candidatura de Rousseff.

A la coalición encabezada por los socialdemócratas o tucanos, que lleva por nombre Brasil puede más, la integran, además del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de Serra, las fuerzas que llevan por siglas DEM, PTB, PPS, PMN y PTdoB.

El PSDB, a pesar de su nombre y del pasado izquierdista de varias de sus figuras, tiene la calidad de partido observador en la Organización Demócrata Cristiana de América, que preside el panista mexicano Manuel Espino.

En todas las encuestas, Dilma Rousseff mantiene amplia ventaja sobre sus contendientes (de 23 a 30 puntos, según la casa encuestadora). Lo mismo ocurre con la mayoría de los candidatos a gobernadores de la coalición encabezada por el PT.

Encuestas de la revista Istoé arrojan que la coalición de Lula ganaría 19 de las 27 gubernaturas.

Según la misma fuente, la historia se repite en el Senado, que renueva dos tercios de sus bancas. La coalición petista se llevaría 58 de los 81 lugares en disputa.

En el caso de la Cámara de Diputados, la coalición Para que Brasil siga cambiando obtendría 401 de los 513 asientos en disputa.

La ola roja ha provocado un curioso debate en los medios brasileños, pues en la aplastante victoria por venir algunas analistas, y no pocos opositores, ven el nacimiento de un PRI a la brasileña.

Aunque la mayoría de los analistas que consulta la prensa del país consideran un dislate la información, hay quienes sostienen que así puede ocurrir en el futuro inmediato.

De la campaña limpia a Tiririca

Las camisetas de los tres muchachos son una sola prenda, unida por la tela que hace el anuncio. Cuando el semáforo cambia a rojo, cada uno toma su sitio en un carril y así despliegan el anuncio con el nombre del candidato. Cuando la luz cambia a verde, los muchachos se repliegan hacia la banqueta de la avenida Paulista, una sucesión de rascacielos con oficinas corporativas, bancos y comercios que algunos consideran símbolo del Brasil poderoso, de la octava economía del mundo, como no se cansan de decir algunos candidatos.

Piquetes de activistas electorales, la mayoría jóvenes, andan por todos lados en la capital económica del Brasil. Cargan banderas, alguna manta, reparten trípticos. Algunos, los menos, llevan equipos de sonido para acompañarse con música y discursos. A veces se topan en las esquinas los equipos de candidatos antagónicos y la batalla es cuerpo a cuerpo.

Algo falta. No hay bardas, ni anuncios espectaculares ni mucho menos pasacalles. Es una campaña limpia, por obra y gracia de una ley electoral que prohíbe muchas formas de publicidad callejera.

Lo que más se permiten los candidatos son caballetes al estilo estadunidense –como los que se ven en las campañas de Arizona, por ejemplo. Son tablas colocadas a la manera de techo de dos aguas, con el mismo anuncio en ambos lados: el rostro del candidato y el número de su planilla. Nada más, porque en la mayoría de los casos ni siquiera contienen una línea programática o un lema ingenioso. La mayoría sólo tienen estampadas frases del tipo de un Sao Paolo más fuerte u ofertas que quieren ser modernas: Wi Fi para todos.

El sistema electoral brasileño asigna un número de dos dígitos a cada partido, de modo que Rousseff hace campaña como Dilma 13 y su principal oponente como Serra 45.

Así, la propaganda está llena de números, porque las cifras crecen según la candidatura de que se trate. Por ejemplo, el candidato a gobernador del PT en Rio Grande do Sul es Tarso 13; el candidato a senador es Paim 131; el aspirante a una diputación federal es Vargas 1301 y el candidato a diputado estatal Pont 13400.

Orgulloso de mi radicalismo: Lula

El presidente Lula acompaña una vez más a su candidata en un acto de campaña, esta vez en el Sambódromo de esta ciudad. En una de las gradas al lado del escenario se impone una enorme manta que cubre del aguacero a decenas de personas: Lula, dice, simplemente.

El orden de los oradores es siempre el mismo. Lula, plato fuerte, es el último en hablar, y en cuanto termina el acto acaba.

En su intervención, Rousseff evoca la guerra del miedo que le hicieron al actual presidente cuando fue candidato en 2002 (del tipo un peligro para México). Y lo hace en alusión a los ataques en su contra por su participación un grupo armado contra la dictadura militar.

Lula le dice que no se preocupe. El pasado es de lo que estamos más orgullosos.

El aguacero aprieta cuando el presidente metalúrgico se refiere a su propio pasado: Estoy orgulloso de mi radicalismo en los años setenta, ochenta, noventa, que me convirtió en el gobernante maduro que soy.

Luego anuncia más actos de campaña de aquí al domingo, incluido uno, el jueves, sin la participación de la candidata, que estará en el último debate.

Y pide a los electores dar el último jalón para sacar a los tucanos del gobierno de Sao Paulo, que mantienen desde hace 16 años. Ya tuvieron su chance. Según los sondeos, sin embargo, Sao Paulo, la megalópolis y el estado serán de los pocos refugios que la ola roja de Lula dejará al partido de José Serra y Fernando Henrique Cardoso.