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Califican de demoledora a Post mortem, del chileno Pablo Larraín, única de AL en la Mostra

Caracremada intenta sacar a la luz aspectos poco visibles de la Guerra Civil española

EU compite con Meek’s Cutoff, de Kelly Reichardt, western narrado mediante la mirada femenina

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La tripulación de Carolina morena ganó la Regata histórica que se celebra el primer domingo de septiembre de cada año en los canales de Venecia para conmemorar la llegada de Caterina Cornaro, esposa del rey de Chipre, en 1489Foto Reuters
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de septiembre de 2010, p. a12

Venecia, 5 de septiembre. El catalán Lluís Galter tiene 27 años y ya nació en democracia. Reconoce que apenas sabía de la Guerra Civil 1936-1939) y la resistencia ya en tiempos de dictadura, pero profundizó en el tema a raíz de Caracremada, la película que se estrenó este domingo en el Festival de Venecia.

Ramón Vila, conocido como Caracremada por las quemaduras que se hizo en el rostro cuando era niño, fue el último guerrillero antifascita maquis en Cataluña que combatió contra la dictadura de Francisco Franco (1939-1975).

No es una biografía del personaje ni de la resistencia, explicó en entrevista el director, quien precisó que en la película se contraponen decisiones o acciones.

Ramón Vila (encarnado por el actor catalán Lluís Soler) nació en Pequera, en el seno de una familia muy modesta; de joven se afilió a la CNT y tras combatir en la Guerra Civil pasó a Francia, donde formó parte de la resistencia.

Luego de la Segunda Guerra Mundial se puso a las órdenes de una organización anarquista en Toulouse, para luchar contra el franquismo. Regresó a España y participó en numerosas acciones de sabotaje, hasta principios de los años 50.

Rebelión de los maquis

La película no se centra exclusivamente en la lucha contra el régimen, sino que la parte más importante es la rebelión del maquis contra la propia organización, que le ordena que se retire, explicó Galter, quien participa en la sección Horizontes.

El cineasta debutante señaló que la resistencia anarquista tuvo una estrategia más o menos clara, aunque discutible, de 1945 a 1951.

Cuando las circunstancias políticas se volvieron en su contra porque Francia cambió su actitud con Franco, Caracremada perdió apoyo. Prácticamente todos se retiran y unos pocos se quedan a luchar por su cuenta casi sin recursos.

Al principio de la dictadura su lucha parecía tener una perspectiva de éxito, pero no fue así. Caracremada, precisó Galter, seguía luchando para mantener la resistencia contra Franco, pero no por conseguir un objetivo determinado.

El cineasta apenas ha visto películas de la Guerra Civil, pero al indagar sobre producciones centradas en maquis vio que casi todas se hicieron durante el franquismo y pintaban a los maquis como criminales despiadados y sádicos, con un maniqueísmo enfocado a criminalizar a la resistencia.

Galter siente una responsabilidad hablar del pasado. Historias como ésta no están muy al alcance de la mano. Tal vez a partir de sacar esto a la luz, aunque sea de forma sutil y no explicando la historia con pelos y señales, la gente empiece a investigar. No se trata de fijarse sólo en la historia oficial, sino en rescatar cosas un poco invisibles.

Latinoamérica estuvo presente en esta jornada con Post mortem, dirigida por el chileno Pablo Larraín, la única película de la región a concurso en la Mostra. Fue calificada de demoldedora, sórdida y muy buena, al término de la función.

Ambientada en septiembre de 1973, cuando el sueño del presidente Salvador Allende de construir un país socialista fue destrozado por el golpe militar de Augusto Pinochet, Post mortem se centra en dos personajes: un gris funcionario (Alfredo Castro), empleado administrativo en una morgue y su vecina, una cabaretera (Antonia Zegers), de la que está enamorado el protagonista.

A pesar de vivir ajenos a la efervescencia política, sus vidas quedan irremediablemente trastocadas tras el 11 de septiembre.

No quería dar una perspectiva panfletaria o superideológica, sino que deseaba indagar en el tema desde el punto de vista de alguien que no ha vivido los hechos, explicó en rueda de prensa Larraín, quien nació tres años después del golpe de Estado y es hijo de un connotado político de la derecha chilena.

El protagonista transita desde una posición marginal a lo que ocurre hacia una suerte de compromiso con la nueva dictadura que se instala, agregó el director.

Esta actitud se puede entender además como una metáfora sobre cómo parte de la población civil chilena miró a otra parte para no verse involucrada o simplemente por el miedo.

Larraín, al igual que en Tony Manero, aborda de nuevo hechos que todavía no cicatrizan en Chile. Es una materia que me interesa, porque no la logro comprender, explicó el cineasta, cuya fuerza narrativa reside en la crudeza con la que retrata una atmósfera desasosegante.

No contempla recursos visualmente muy efectivos, como la sangre o rostros aterrados porque saben que les van a pegar un tiro, pero deja al espectador abatido al mostrar una morgue en la que se acumulan cadáveres.

Momentos escalofriantes

Uno de los momentos más escalofriantes, emocionantes y a la vez demoledores de la película es cuando se muestra la autopsia de Allende.

Castro recordó que es la primera vez que se muestra el cadáver del mandatario como quedó tras el asalto al palacio de la Moneda. La autopsia, dijo, se hizo en el mismo lugar, sobre la misma cama, con la misma luz y los mismos instrumentos con los que se llevó a cabo entonces.

Larraín explicó que no pidió permiso a la familia de Salvador Allende para rodar esta escena porque considera que se trata de una figura universal y se ha hecho con el máximo respeto.

Post mortem gustó a la crítica especializada del certamen. El enviado de la revista alemana Der Spiegel aventuró que figurará de alguna forma en el palmarés, mientras la corresponsal de la radio española cadena Ser elogió el trabajo, pero criticó el aire cínico y la mirada excesivamente esteticista de un drama brutal.

Estados Unidos compite en Venecia con Meek’s Cutoff, de Kelly Reichardt. Es un western narrado a través de la mirada de un grupo de mujeres que viajó por la senda de Oregon en 1845 en busca de una mejor vida.

La película se basa en la historia real de Stephen Meek, un guía que llevó a un grupo de colonos por el desierto sólo para perderse en una zona donde no había agua.

“Soy gran seguidora de westerns, de películas de Nicholas Ray y Monte Hellman”, dijo.

Me encanta la forma en que están diseñados y filmados esos filmes y el uso del paisaje, pero un montón de los temas que abordan son completamente inenarrables para mí. El punto de vista es muy masculino y el drama se construye alrededor de momentos muy tensos, agregó.

Algunos críticos en Venecia elogiaron el estilo sencillo de la película y la forma en que tomó los temas con confianza, liderazgo, fe y poder, mientras otros la catalogaron como demasiado lenta.