Editorial
Ver día anteriorJueves 2 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Medio oriente: tenue factor de paz
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espués de casi dos años de estancamiento, el gobierno de Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) reanudarán hoy, en Washington, con la mediación del presidente estadunidense Barack Obama, negociaciones con miras a un acuerdo de paz en Medio Oriente. Ayer, en declaraciones realizadas junto al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, Obama dijo que el diálogo de paz avanzará a pesar de los intentos recientes por socavarlo, en alusión a la muerte de cuatro ciudadanos israelíes en un ataque cerca de Hebrón, en Cisjordania, reivindicado por la organización islamista Hamas.

De su lado, Netanyahu sostuvo que existe disposición de su gobierno a poner fin de una vez por todas al conflicto en Medio Oriente, y calificó a Mahmud Abbas, presidente de la ANP, de su socio para la paz.

Las palabras de Netanyahu están precedidas por las declaraciones formuladas horas antes por el ministro israelí de Defensa, Ehud Barak, en el sentido de que el gobierno de Tel Aviv estaría dispuesto a ceder a los palestinos algunos sectores de la porción oriental de Jerusalén (Al Qods), en el contexto de un eventual acuerdo de paz basado en el principio de dos estados para dos naciones. La propuesta, si bien insuficiente, implica un giro significativo en el discurso tradicional del Estado israelí por cuanto difiere en alguna medida de la reivindicación de Jerusalén como la capital eterna e indivisible de Israel, y exhibe cierta voluntad de Tel Aviv para atender el mandato innegociable de la comunidad internacional: el reconocimiento de la urbe jerosolimitana como capital de dos estados.

Más allá de los discursos, la circunstancia actual en que se desarrolla el conflicto en Medio Oriente hace suponer que ese viraje, si bien valioso, resultará insuficiente para establecer la armonía en la región. Para ello sería imprescindible, en todo caso, que el gobierno y la clase política israelí estuvieran dispuestos a reconocer el derecho de los palestinos a construir un Estado soberano en la totalidad de Gaza, Cisjordania y Al Qods, algo que no ha ocurrido. Al respecto, cabe traer a la memoria las advertencias, formuladas ayer por Netanyahu, de que reanudará la concesión de licencias para la ampliación de enclaves israelíes en Cisjordania, actividad que representa un despojo injustificable, que hace imposible la vida de los palestinos en sus propias tierras.

A lo anterior debe sumarse la debilidad política y el déficit de legitimidad que actualmente enfrenta Mahmud Abbas, quien carece de respaldo significativo de su pueblo y es percibido, en cambio, como un empleado más de la Casa Blanca. Tal debilidad, por lo demás, no se expresa solamente entre la población de la martirizada franja de Gaza, gobernada por Hamas y considerada entidad enemiga por el gobierno de Washington: ayer mismo, cientos de militantes de diferentes grupos integrados a la ANP se manifestaron en la ciudad cisjordana de Ramala, para demandar a Abbas que se abstenga de emprender el nuevo proceso negociador. De cualquier forma, en tanto Tel Aviv y Washington no acepten incorporar a Hamas al diálogo, éste no podrá concretarse en una propuesta viable.

En meses recientes, el actual mandatario estadunidense ha ido moderando algunos de los aspectos más avanzados de su agenda en política exterior, incluidos aquellos directamente relacionados con el conflicto entre israelíes y palestinos: la condena enérgica a las políticas de transformación demográfica que Israel practica en los territorios palestinos ocupados y los intentos por mejorar las relaciones de Washington con el mundo musulmán. Con todo, y a la luz de los elementos de juicio disponibles, el presidente de Estados Unidos sigue siendo el único factor de contención en Medio Oriente, así como el único liderazgo capaz de poner un alto al expansionismo y al constante atropello israelí en la región. Cabe esperar que Obama cobre conciencia de esa capacidad y que la ejerza.