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Realizan ceremonia religiosa en Duisburgo por los 21 jóvenes fallecidos

No están solos; se dará con los responsables, dicen a deudos de muertos en Love Parade

Apela jefa de gobierno local al sentido del deber; en el acto, el presidente y la canciller alemanes

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Amigos de los jóvenes que murieron durante una estampida en un túnel del festival Love Parade el 24 de julio pasado, lloran frente al lugar de los hechosFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Domingo 1º de agosto de 2010, p. a10

Duisburgo, 31 de julio. Alemania está unida y guarda silencio. Las campanas de todas las iglesias de Duisburgo doblaron al mismo tiempo, mientras las banderas ondeaban a media asta en una ciudad que este sábado dio un último y emotivo adiós a las 21 víctimas mortales de la estampida humana ocurrida el pasado sábado el festival tecno Love Parade.

La canciller Angela Merkel interrumpió sus vacaciones veraniegas para estar presente esta mañana en la ceremonia oficial de luto que se celebró en la iglesia de El Salvador en Duisburgo, el principal templo evangélico de la ciudad.

Junto a ella, quien estaba visiblemente emocionada, se sentaban el presidente alemán, Christian Wulff; el del Parlamento Norgert Lammert, y Hannelore Kraft, la recién investida jefa de gobierno del estado de Renania del Norte-Westfalia, al que pertenece Duisburgo.

A la misa ecuménica también acudió el ministro de Exteriores, Guido Westerwelle. No hubo sitio para muchos, a la iglesia de El Salvador sólo pudieron entrar unas 500 personas, únicamente familiares y allegados, representantes de la política y sociedad alemanas, agentes de seguridad, servicios médicos y prensa.

Decenas de miles de ciudadanos tuvieron que seguir el acto desde las pantallas colocadas en otras 14 iglesias de la ciudad, así como en el estadio de futbol MSV Duisburg, con una afluencia de público menor de la esperada. Otros vieron la misa en directo por los canales de televisión pública ARD y ZDF y otras cadenas privadas.

En una fiesta donde reinaban las ganas de vivir, la muerte nos mostró la peor de sus caras, dijo en el presidente del Consejo de la Iglesia Evangélica, Nikolaus Schneider, pero la vida que Dios nos regala es más fuerte que la muerte, agregó.

Por eso nuestros muertos no están muertos, aseveró. “El baile de la muerte que fue la Love Parade se convierte en una fiesta de la vida indestructible.”

Cientos de asistentes

En el altar fueron colocados una vela y un libro de condolencias traídos desde el lugar de la tragedia, el túnel de entrada que se convirtió en trampa de acceso a la antigua estación de trenes de mercancía en la que se celebró la Love Parade.

Hasta ahí –un lugar que cada vez más se asemeja a un mar de cartas y velas– peregrinaron la tarde de este sábado miles de personas que rendieron un último homenaje a los más de 500 heridos en la avalancha humana y a las 21 personas que perdieron la vida asfixiadas, entre ellas dos estudiantes españolas, las tarraconenses Marta Acosta y Clara Zapater, de 21 y 22 años, quienes acababan de terminar el intercambio de una beca Erasmus en la Universidad de Münster.

Otras 21 velas fueron depositadas y escendidas en la iglesia por algunos miembros de los servicios médicos, la Cruz Roja y de rescate que trabajaron en la catástrofe.

Tras la ceremonia religiosa, de 45 minutos, habló Hannelore Kraft, la única representante política que tomó la palabra, para apelar al sentido del deber en el esclarecimiento de los hechos y para exigir una revisión del sistema de valores del país.

Garantizar la seguridad es nuestra responsabilidad común, dijo con la voz quebrada y lágrimas en los ojos. Hay muchas preguntas y todavía tenemos poca respuestas.

La socialdemócrata lamentó la muerte de jóvenes que tenían todo el futuro por delante, pero también se refirió a los cientos de heridos, física y síquicamente, así como a quienes estuvieron presentes y no pudieron ayudar y a todos los que por ver de cerca la catástrofe, guardarán para siempre esas imágenes.

Sufrimos con ustedes, no están solos, dijo a todos los presentes tras verse obligada a hacer una pequeña pausa.

¿Cómo pudo ser? ¿quién es culpable? ¿quién es responsable? Nuestra misión es descubrirlo, apremió en las honras fúnebres, a las que por respeto al dolor de los familiares y amigos no asistió el alcalde de Duisburgo, el cristianodemocráta Adolf Sauerland, sobre el que cada día aumentan las peticiones para que dimita.

El conservador es cuestionado por los organizadores, la policía y las autoridades políticas, que lo acusan de haber permitido la celebración de una macrofiesta, pese a que el lugar no reuniría las condiciones de seguridad necesarias y de que la ciudad no tenía experiencia en la celebración de grandes festivales.

Por ello, en días pasados ha recibido amenazas de muerte, pero él se niega a abandonar su cargo, al menos hasta que se aclaren las causas de la tragedia.

Ni él se siente responsable de la tragedia, ni la organización de la macrofiesta, ni la policía, aunque los indicios de que hubo negligencia son cada vez más claros.

La fiscalía de Duisburgo se encarga desde hace una semana de las labores de investigación con ayuda de una unidad especial de la policía de Colonia, integrada por 60 expertos.

Mientras se espera que lleguen sus resultados, reina un silencio que sólo rompe las voces de indignación y el llanto de los allegados de las víctimas. Un silencio que el sábado fue sepulcral durante un minuto y que sólo se vio alterado por el emocionante tañido de las campanas de todas las iglesias de Duisburgo.