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Ver día anteriorSábado 26 de junio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y sociedad

Vergüenza, el caso de la guardería ABC

M

eter dos goles a Francia no nos hace mejores ni como nación ni como personas. Imagino, en cambio, a los franceses indignados, llenando los Campos Elíseos si en su país ocurriera algo similar al incendio de la guardería ABC de Hermosillo.

Vergüenza no es haber perdido frente a Uruguay, ni hacerlo el próximo domingo frente a Argentina. Vergüenza son los goles que casi a diario nos mete la impunidad.

La Suprema Impunidad que tornó mínima a la Corte de Justicia de la Nación, cuando en días pasados la mayoría de los magistrados se doblegó ante los poderosos, negando responsabilidades en el incendio criminal de la guardería ABC, es un agravio para todos los mexicanos que debiera obligarnos a cuestionar qué clase de democracia es la nuestra.

¿Cómo es posible que sigamos aceptando que tantos parásitos dorados vivan como reyes –con recursos que son de todos– y que no trabajen para los ciudadanos, sino en su contra; que cobren en oro por legitimar las infamias de los poderosos y conviertan en funciones de lacayos las que habrían de ser de honor, sabiduría y dignidad?

Ya es momento de que todo aspirante a funcionario público sea evaluado con exámenes sicométricos y de personalidad que detecten con antelación ineptitudes, patologías y bajos coeficientes intelectuales, así como deficiencias éticas, de modo que la democracia se construya con algo mejor que instituciones arteras y gastos millonarios de manipulación mediática.

Y si no podemos lograr que gobiernen los más sabios, como recomienda Platón, por lo menos debemos proponer un consejo de científicos, artistas, poetas, líderes campesinos, que esté por encima de las cámaras, los jueces y todo, para que nadie pueda cabildear contra la ley, la dignidad y la justicia.

Es inaceptable que los diputados del PRI usen el caso de la guardería ABC como arma de desprestigio electoral hacia sus contrincantes, sin que les importe un bledo la justicia; lo es que un secretario de Gobernación no pueda superar su mentalidad doméstica de peluquero o cura de pueblo y diga que es injusto que los funcionarios paguen por este crimen –no accidente– o que declare que entiende el dolor de los padres pero ni modo.

Nos quedan las instancias internacionales. Bours, Molinar Horcasitas, Karam, Rochín y los propietarios asociados de la guardería ABC debieran saber que el dolor de los padres no es fuego que se apague fácilmente, que el amor valiente por sus hijos muertos de forma criminal, tarde o temprano triunfará. Que la grandeza acabará por imponerse a la vileza. La pagarán.